Los primeros tres versículos de Génesis 2 nos dicen que Dios descansó después de acabar los cielos y la tierra. Me paro aquí en mi reflexión porque no podemos olvidar que este libro es escrito entre otras cosas, para explicar las preguntas de los hijos acerca de porque celebrar la pascua, que pasó en Egipto, quien fue Moisés, Abraham, como comenzó todo...
Para un pueblo que había sido esclavizado a base de trabajos forzados con el fin de engrandecer un imperio, el hecho de que el Creador descansara tiene un valor y un significado muy especial, profundo y práctico.
Dios descansó e instituyó el descanso como vemos en el pentateuco constantemente. Y eso afecta no solo al pueblo que vivió sin descansar en Egipto, sino también a nosotros, los que vivimos en una sociedad consumista donde el valor depende de nuestra capacidad de producir, donde buscamos que nuestras riquezas aumenten y nuestro continente supere a las demás potencias, donde el estrés se ha convertido en una enfermedad común que afecta aun a los bebés.
Dios descansó y nosotros debemos descansar. Él desea que disfrute el fruto del trabajo, que me deleite en lo sencillo y bello que me rodea, que reflexione sobre como he vivido y el propósito de lo que hago... y todo ello implica mi capacidad para valorar el descanso.
El sueño es básico para procesar todo lo que hemos experimentado, no descansar lo suficiente perjudica seriamente nuestra salud y calidad de vida. El ocio es un regalo a través del cual disfrutamos el regalo de la vida.
¿Estamos combatiendo como comunidad cristiana el ritmo frenético del consumismo que perjudica el saludable descanso? ¿Cómo nos ayudamos a valorar el descanso? ¿Somos consciente que Egipto sigue presente hoy y que somos llamado a vivir de manera diferente?
Para un pueblo que había sido esclavizado a base de trabajos forzados con el fin de engrandecer un imperio, el hecho de que el Creador descansara tiene un valor y un significado muy especial, profundo y práctico.
Dios descansó e instituyó el descanso como vemos en el pentateuco constantemente. Y eso afecta no solo al pueblo que vivió sin descansar en Egipto, sino también a nosotros, los que vivimos en una sociedad consumista donde el valor depende de nuestra capacidad de producir, donde buscamos que nuestras riquezas aumenten y nuestro continente supere a las demás potencias, donde el estrés se ha convertido en una enfermedad común que afecta aun a los bebés.
Dios descansó y nosotros debemos descansar. Él desea que disfrute el fruto del trabajo, que me deleite en lo sencillo y bello que me rodea, que reflexione sobre como he vivido y el propósito de lo que hago... y todo ello implica mi capacidad para valorar el descanso.
El sueño es básico para procesar todo lo que hemos experimentado, no descansar lo suficiente perjudica seriamente nuestra salud y calidad de vida. El ocio es un regalo a través del cual disfrutamos el regalo de la vida.
¿Estamos combatiendo como comunidad cristiana el ritmo frenético del consumismo que perjudica el saludable descanso? ¿Cómo nos ayudamos a valorar el descanso? ¿Somos consciente que Egipto sigue presente hoy y que somos llamado a vivir de manera diferente?
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