
Para un pueblo que había sido esclavizado a base de trabajos forzados con el fin de engrandecer un imperio, el hecho de que el Creador descansara tiene un valor y un significado muy especial, profundo y práctico.
Dios descansó e instituyó el descanso como vemos en el pentateuco constantemente. Y eso afecta no solo al pueblo que vivió sin descansar en Egipto, sino también a nosotros, los que vivimos en una sociedad consumista donde el valor depende de nuestra capacidad de producir, donde buscamos que nuestras riquezas aumenten y nuestro continente supere a las demás potencias, donde el estrés se ha convertido en una enfermedad común que afecta aun a los bebés.
Dios descansó y nosotros debemos descansar. Él desea que disfrute el fruto del trabajo, que me deleite en lo sencillo y bello que me rodea, que reflexione sobre como he vivido y el propósito de lo que hago... y todo ello implica mi capacidad para valorar el descanso.
El sueño es básico para procesar todo lo que hemos experimentado, no descansar lo suficiente perjudica seriamente nuestra salud y calidad de vida. El ocio es un regalo a través del cual disfrutamos el regalo de la vida.
¿Estamos combatiendo como comunidad cristiana el ritmo frenético del consumismo que perjudica el saludable descanso? ¿Cómo nos ayudamos a valorar el descanso? ¿Somos consciente que Egipto sigue presente hoy y que somos llamado a vivir de manera diferente?
Comentarios
Publicar un comentario