Llego al final de la historia de Jonás, y encuentro muy bien expresado en el capítulo 4 el carácter de Dios; su compasión hacía todos los pueblos y el deseo de que se vuelvan del camino que lleva a la perdición. Sin embargo, aunque a veces no queramos reconocerlo, esta imagen de Dios puede chocar frontalmente con nuestro verdadero deseo, el cual, como en Jonás, puede llevarnos a anhelar que Dios no sea como es. El profeta se sintió mal al ver el perdón de Dios a los ninivitas, recordemos que este pueblo, parte de los Asirios, protagonizó horrendas acciones contra Israel: "Entonces le invadió a Jonás un profundo malestar, se enojó y oró al Señor con estas palabras: — ¡Oh, Señor! ¿Acaso no era esto lo que yo me decía mientras estaba en mi tierra? Por esto me apresuré a huir hacia Tarsis, porque yo sabía que tú eres un Dios benévolo y compasivo, lento para enojarte y lleno de amor; yo sabía que te retractas del castigo." (4:1-2) Jonás sufría de un nacionalismo empederni
en una era denominada post-cristiana