Llego al final del libro de Éxodo. En los capítulos en los que me he adentrado en estos días, veo una segunda oportunidad para el pueblo que es "duro de cerviz" (33:3). Moisés ha mediado ante el Señor y ha dicho: "—Señor, si de verdad gozo de tu favor, ven con nosotros, aunque seamos un pueblo testarudo. Perdónanos nuestras desobediencias y pecados, y acéptanos como propiedad tuya." (34:9) Los que dicen que el Antiguo Testamento no vemos a un Dios misericordioso, no han leído con atención, Él Dios que cuidó a Moisés de bebé para que no muriera, que usó a las parteras que le temían para que los recién nacidos vivieran, que escuchó el clamor de los explotados y los libró, y les abrió el mar y les dio de comer en el desierto, se revela así mismo. "—¡El Señor! ¡El Señor! ¡Dios compasivo y benévolo, lento en airarse y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor a lo largo de mil generaciones y perdona la desobediencia, la rebeldía y los pecados, aunque no
en una era denominada post-cristiana