Meditando en la porción de lectura bíblica de hoy, ha llamado mi atención los frecuentes elementos disfuncionales en la familia de Isaac y Rebeca. Algunos de estos elementos, ya estaban presentes en la vida de los padres de Isaac, Abrahám y Sara. Esto me hace pensar en como influenciamos a los que nos rodean, sobre todo cuando vivimos bajo un mismo techo.
El texto nos señala que Isaac y Rebeca mostraron preferencias hacía sus hijos. En este caso, Isaac hacía Esaú y Rebeca hacia Jacob (25:28). Creo que no hace falta señalar el daño que hacemos los que somos padres, cuando tratamos de manera desigual a aquellos que edifican su vida sobre el apego y amor que les mostramos.
Después vemos a Esaú vendiendo su primogenitura por un plato de lentejas de su hermano Jacob (25:31). Actuar en base a la satisfacción momentánea rechazando lo verdaderamente valioso es algo que pasa en las mejores familias. Padres que preferimos pensar en ver la televisión antes de dedicar tiempo a nuestros hijos, hijos adictos a la pornografía por usarla como analgésico antes de enfrentar su verdadero dolor interno... Mil y una manera en la que nos dejamos llevar por lo efímero, rechazando un mejor futuro y enfrentand9o nuestras responsabilidades.
Lo siguiente que me resalta es como Isaac, al igual que su padre, mintió acerca de su mujer tratando de evitar hipotéticos conflictos (26:7)
Por si fuera poco, la relación entre las mujeres de Esaú con sus suegros solo trajeron disgustos familiares (26:35)
Y para remate, Jacob suplanta a su hermano para recibir la bendición de su padre en los últimos momentos de su vida, colaborando en el engaño su madre (27:35) y trayendo como consecuencias rencor y deseos de venganza de Esaú hacía Jacob (27:41-42)
Todo ello forma parte de nuestra historia, y me atrevo a señalar, que probablemente también de nuestro presente. Todo ello encaja con que las cosas no son como Dios deseó en un principio. El pecado, es decir, esa actitud de vivir independientemente de Dios, ha estropeado lo que en un principio fue bueno en gran manera. Pero a la vez, esta historia me muestra el carácter de Dios, quien en vez de tirar la toalla, decide acercarse a nosotros con el propósito de bendecirnos a pesar de.
Los gigantes de la fe en la Biblia, son seres disfuncionales, como yo, merecedores de las consecuencias de vivir alejados de Dios, pero alcanzados por ese mismo Dios, que resulta ser un Misionero activo, trabajando en favor de restaurar lo que hemos estropeado.
Además, Dios me invita a colaborar en su misión de dos maneras: por un lado permitiendo que me restaure, y a la vez, colaborando en la restauración de otros mediante la obediencia a su guía. ¿Hay un mejor propósito para mi que este? ¿Hay mayor esperanza que la restauración? Quizás es hora de no venderme por un plato de lentejas.
El texto nos señala que Isaac y Rebeca mostraron preferencias hacía sus hijos. En este caso, Isaac hacía Esaú y Rebeca hacia Jacob (25:28). Creo que no hace falta señalar el daño que hacemos los que somos padres, cuando tratamos de manera desigual a aquellos que edifican su vida sobre el apego y amor que les mostramos.
Después vemos a Esaú vendiendo su primogenitura por un plato de lentejas de su hermano Jacob (25:31). Actuar en base a la satisfacción momentánea rechazando lo verdaderamente valioso es algo que pasa en las mejores familias. Padres que preferimos pensar en ver la televisión antes de dedicar tiempo a nuestros hijos, hijos adictos a la pornografía por usarla como analgésico antes de enfrentar su verdadero dolor interno... Mil y una manera en la que nos dejamos llevar por lo efímero, rechazando un mejor futuro y enfrentand9o nuestras responsabilidades.
Lo siguiente que me resalta es como Isaac, al igual que su padre, mintió acerca de su mujer tratando de evitar hipotéticos conflictos (26:7)
Por si fuera poco, la relación entre las mujeres de Esaú con sus suegros solo trajeron disgustos familiares (26:35)
Y para remate, Jacob suplanta a su hermano para recibir la bendición de su padre en los últimos momentos de su vida, colaborando en el engaño su madre (27:35) y trayendo como consecuencias rencor y deseos de venganza de Esaú hacía Jacob (27:41-42)
Todo ello forma parte de nuestra historia, y me atrevo a señalar, que probablemente también de nuestro presente. Todo ello encaja con que las cosas no son como Dios deseó en un principio. El pecado, es decir, esa actitud de vivir independientemente de Dios, ha estropeado lo que en un principio fue bueno en gran manera. Pero a la vez, esta historia me muestra el carácter de Dios, quien en vez de tirar la toalla, decide acercarse a nosotros con el propósito de bendecirnos a pesar de.
Los gigantes de la fe en la Biblia, son seres disfuncionales, como yo, merecedores de las consecuencias de vivir alejados de Dios, pero alcanzados por ese mismo Dios, que resulta ser un Misionero activo, trabajando en favor de restaurar lo que hemos estropeado.
Además, Dios me invita a colaborar en su misión de dos maneras: por un lado permitiendo que me restaure, y a la vez, colaborando en la restauración de otros mediante la obediencia a su guía. ¿Hay un mejor propósito para mi que este? ¿Hay mayor esperanza que la restauración? Quizás es hora de no venderme por un plato de lentejas.
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