Empiezo a leer el ciclo del patriarca José con los capítulos 37 y 38 y vuelvo a ver como se repiten modelos disfuncionales de conductas, entre ellas, padres que muestran favoritismo por algún hijo, lo cual causa conflictos serios a nivel familiar. Además José, no solo era el favorito de su padre, sino que se dedicaba a exponer la conducta ocultas de sus hermanos y les contaba ciertos sueños que mostraban que su familia se arrodillaría ante él. Sus hermanos planean matarle, aunque finalmente acaban vendiéndolo a unos mercaderes y haciéndole creer a su padre que había sido devorado por las fieras.
Por si esto fuera poco, el capítulo 38 nos habla de los hijos de Judá, algunos de ellos sufrieron la muerte por la manera en la que vivieron desagradando a Dios. Y para rematar la historia, una de las nuera de Judá se hace pasar por prostituta y acaba acostándose con el mismo Judá. Judá sin saber lo que había hecho, se entera de que su nuera está embarazada a causa de la fornicación, y pide que sea quemada por su conducta, hasta que descubre que fue con él mismo que engendró.
Estas historias desagradables, nos muestran la realidad de que hemos nacido en familias disfuncionales, que ya vienen arrastrando modelos de conductas que han sido traspasadas por generaciones. ¿Qué conductas disfuncionales estoy yo traspasando a los que me rodean?
Mientras escribo estas lineas, estoy escuchando de fondo la conversación de mi mujer con una vecina, curiosamente están hablando acerca de aquellos comportamientos de sus padres que le han afectado y el deseo de no traspasarlos a los hijos.
Los crudos relatos de la Biblia, son la cruda realidad de que vivimos en un mundo roto.
Reconozco que no me gusta leer que Dios acabó con la vida de dos hijos de Judá por causa de la maldad que hicieron, pero también reconozco que esa es la consecuencia de la manera en la que vivimos hoy. Si no hemos muerto, es por la misericordia del Señor, y por su deseo de restaurarnos a través de su gracia inmerecida. Estos relatos oscuros, al menos me hacen pensar en lo serio que es el pecado, entendiendo este, no como una lista religiosa de lo que no hay que hacer, sino más bien como una actitud en la que vivimos sin tener en cuenta a Dios.
¿Cómo afecta mis acciones y actitudes a mi familia, vecinos, amigos y personas que se cruzan en mi camino? ¿Qué hacemos para tomar el camino correcto?
Ayer por la noche, algunos hombres de mi comunidad cristiana nos vimos en el sótano de uno de ellos. El motivo fue rendirnos cuenta acerca de como estamos viviendo la fe. Acabamos reconociendo nuestras miserias y comprometiéndonos a buscar a Dios juntos. Nos dimos cuenta que solo su gracia nos sostiene y que en definitiva, necesitamos un ajuste profundo en nuestro corazón. En realidad, estamos perdidos sin la gracia y misericordia de Dios. Crecer en su amor, en su gracia y en su perdón es lo único que trae liberación en nosotros y que nos permite influenciar a los que nos rodean con un aire diferente.
Por si esto fuera poco, el capítulo 38 nos habla de los hijos de Judá, algunos de ellos sufrieron la muerte por la manera en la que vivieron desagradando a Dios. Y para rematar la historia, una de las nuera de Judá se hace pasar por prostituta y acaba acostándose con el mismo Judá. Judá sin saber lo que había hecho, se entera de que su nuera está embarazada a causa de la fornicación, y pide que sea quemada por su conducta, hasta que descubre que fue con él mismo que engendró.
Estas historias desagradables, nos muestran la realidad de que hemos nacido en familias disfuncionales, que ya vienen arrastrando modelos de conductas que han sido traspasadas por generaciones. ¿Qué conductas disfuncionales estoy yo traspasando a los que me rodean?
Mientras escribo estas lineas, estoy escuchando de fondo la conversación de mi mujer con una vecina, curiosamente están hablando acerca de aquellos comportamientos de sus padres que le han afectado y el deseo de no traspasarlos a los hijos.
Los crudos relatos de la Biblia, son la cruda realidad de que vivimos en un mundo roto.
Reconozco que no me gusta leer que Dios acabó con la vida de dos hijos de Judá por causa de la maldad que hicieron, pero también reconozco que esa es la consecuencia de la manera en la que vivimos hoy. Si no hemos muerto, es por la misericordia del Señor, y por su deseo de restaurarnos a través de su gracia inmerecida. Estos relatos oscuros, al menos me hacen pensar en lo serio que es el pecado, entendiendo este, no como una lista religiosa de lo que no hay que hacer, sino más bien como una actitud en la que vivimos sin tener en cuenta a Dios.
¿Cómo afecta mis acciones y actitudes a mi familia, vecinos, amigos y personas que se cruzan en mi camino? ¿Qué hacemos para tomar el camino correcto?
Ayer por la noche, algunos hombres de mi comunidad cristiana nos vimos en el sótano de uno de ellos. El motivo fue rendirnos cuenta acerca de como estamos viviendo la fe. Acabamos reconociendo nuestras miserias y comprometiéndonos a buscar a Dios juntos. Nos dimos cuenta que solo su gracia nos sostiene y que en definitiva, necesitamos un ajuste profundo en nuestro corazón. En realidad, estamos perdidos sin la gracia y misericordia de Dios. Crecer en su amor, en su gracia y en su perdón es lo único que trae liberación en nosotros y que nos permite influenciar a los que nos rodean con un aire diferente.
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