Llego al final de mis reflexiones ante el Libro de Génesis, que ha supuesto dos meses de lectura y escucha de audio en el que he meditado y orado ante aquello que el Espíritu Santo resaltaba para enfrentar mi andar en el Camino. Los últimos capítulos, del 46 al 50 nos narra el encuentro de Jacob con su hijo José, las bendiciones de este sobre sus nietos e hijos, y la muerte de Jacob y también de José.
Me imagino lo relevante de esta historia para que un hebreo pudiera explicar a sus hijos como acabaron en Egipto.
A lo largo de todo el libro, y ahora también en sus capítulos finales, se resalta la importancia de la bendición en vida hacía aquellos que nos rodean. Lo cual me lleva a pensar en las muchas formas en la que puedo bendecir a mi familia, vecinos y compañeros.
Sin embargo, las palabras que me han resaltado en esta última reflexión son las siguiente:
"Y José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir; más Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob" (50:24)
Pensaba en la realidad materialista y egoísta en Occidente, donde lo único que nos importa es lo que puede afectar directamente a nuestra vida. Pensaba en como dejamos de preocuparnos del cuidado del planeta debido a que pensamos que en nuestros días es posible que nos libremos de lo peor de la contaminación. Pensaba en como nos desentendemos de los oprimidos en otras partes del mundo, pensando que es problema de ellos y no nuestro. En como la mayor de la preocupación con respecto a los refugiados, es como podría afectar negativamente mi realidad actual.
Sin embargo, a lo largo de las Escrituras, soy desafiado constantemente a una visión eterna de lo que pasa a mi alrededor: la realidad de las promesas de Dios para mi descendencia como en el caso de José y también la realidad de que lo bueno, lo justo, lo amable, la misericordia, la compasión y el amor no acabará en la tumba, sino que resucitará, y permanecerá. Todo ello me lleva a ver que toda acción en beneficio de otros, es un anticipo de lo que permanecerá, es un trozo de cielo, una realidad de que es cierto lo que Jesús afirmó: "el Reino de los Cielos se ha acercado y está entre vosotros"
Con esta perspectiva del Cielo, aprendo a ver que Dios sigue llevando a cabo sus promesas en este mundo y que finalmente las cumplirá, aun cuando yo llegue al final de mis días. Es por eso que la manera en la que vivo y en la que invito a mis hijas a vivir, debe mantener la esperanza de que al final: "Dios nos visitará".
Vivir con perspectiva eterna no es abrazar el evangelicalismo rancio que ve este mundo como un lugar en el que no merece la pena invertir o esperar nada bueno, sino solo salvar nuestro pellejo en el presente porque un día viviremos en otro lugar. Vivir con perspectiva eterna tiene que ver con que Dios cumplirá sus promesas con respecto a este mundo roto, y con que la separación entre el cielo y tierra de los primeros capítulos del Génesis se ve trastocado ante la realidad de una invasión inminente: "El Reino se ha acercado".
Si, vivimos en lo que algunos teólogos han denominado: "el ya pero tovavía no", ya Jesús nos manifiesta su perdón y paz sobrenatural, pero todavía no vemos todos los beneficios de su Reinado. Sin embargo, la muerte se quedará con toda la maldad, y la resurrección volverá a la vida la justicia y el amor eterno.
Vivir con perspectiva eterna es dedicar mi vida a colaborar con Dios en traer el Cielo a la Tierra, porque la perspectiva eterna, no es un cielo lleno de nubecitas blancas donde flotamos con arpas, sino la restauración de un mundo roto, la recuperación del paraiso perdido, la esperanza de que la Nueva Jerusalén baja a la tierra. Un Reino que no es de este mundo, pero que es para este mundo, un Reino que se establecerá y que hoy nos invade y nos vislumbra lo que un día permanecerá. Esta perspectiva me da razones para vivir de una determinada manera, y para no ver la muerte como el final, porque Dios al final cumplirá su promesa.
Escribo estas palabras en un sábado santo, donde la cristiandad anuncia que Cristo está en la tumba. Fue el momento en que las esperanzas se perdieron, donde algunos pensaron: "todo acabó". Pero la perspectiva eterna, nos dice que mañana llega la resurrección. ¡Aleluya!
Me imagino lo relevante de esta historia para que un hebreo pudiera explicar a sus hijos como acabaron en Egipto.
A lo largo de todo el libro, y ahora también en sus capítulos finales, se resalta la importancia de la bendición en vida hacía aquellos que nos rodean. Lo cual me lleva a pensar en las muchas formas en la que puedo bendecir a mi familia, vecinos y compañeros.
Sin embargo, las palabras que me han resaltado en esta última reflexión son las siguiente:
"Y José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir; más Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob" (50:24)
Pensaba en la realidad materialista y egoísta en Occidente, donde lo único que nos importa es lo que puede afectar directamente a nuestra vida. Pensaba en como dejamos de preocuparnos del cuidado del planeta debido a que pensamos que en nuestros días es posible que nos libremos de lo peor de la contaminación. Pensaba en como nos desentendemos de los oprimidos en otras partes del mundo, pensando que es problema de ellos y no nuestro. En como la mayor de la preocupación con respecto a los refugiados, es como podría afectar negativamente mi realidad actual.
Sin embargo, a lo largo de las Escrituras, soy desafiado constantemente a una visión eterna de lo que pasa a mi alrededor: la realidad de las promesas de Dios para mi descendencia como en el caso de José y también la realidad de que lo bueno, lo justo, lo amable, la misericordia, la compasión y el amor no acabará en la tumba, sino que resucitará, y permanecerá. Todo ello me lleva a ver que toda acción en beneficio de otros, es un anticipo de lo que permanecerá, es un trozo de cielo, una realidad de que es cierto lo que Jesús afirmó: "el Reino de los Cielos se ha acercado y está entre vosotros"
Con esta perspectiva del Cielo, aprendo a ver que Dios sigue llevando a cabo sus promesas en este mundo y que finalmente las cumplirá, aun cuando yo llegue al final de mis días. Es por eso que la manera en la que vivo y en la que invito a mis hijas a vivir, debe mantener la esperanza de que al final: "Dios nos visitará".
Vivir con perspectiva eterna no es abrazar el evangelicalismo rancio que ve este mundo como un lugar en el que no merece la pena invertir o esperar nada bueno, sino solo salvar nuestro pellejo en el presente porque un día viviremos en otro lugar. Vivir con perspectiva eterna tiene que ver con que Dios cumplirá sus promesas con respecto a este mundo roto, y con que la separación entre el cielo y tierra de los primeros capítulos del Génesis se ve trastocado ante la realidad de una invasión inminente: "El Reino se ha acercado".
Si, vivimos en lo que algunos teólogos han denominado: "el ya pero tovavía no", ya Jesús nos manifiesta su perdón y paz sobrenatural, pero todavía no vemos todos los beneficios de su Reinado. Sin embargo, la muerte se quedará con toda la maldad, y la resurrección volverá a la vida la justicia y el amor eterno.
Vivir con perspectiva eterna es dedicar mi vida a colaborar con Dios en traer el Cielo a la Tierra, porque la perspectiva eterna, no es un cielo lleno de nubecitas blancas donde flotamos con arpas, sino la restauración de un mundo roto, la recuperación del paraiso perdido, la esperanza de que la Nueva Jerusalén baja a la tierra. Un Reino que no es de este mundo, pero que es para este mundo, un Reino que se establecerá y que hoy nos invade y nos vislumbra lo que un día permanecerá. Esta perspectiva me da razones para vivir de una determinada manera, y para no ver la muerte como el final, porque Dios al final cumplirá su promesa.
Escribo estas palabras en un sábado santo, donde la cristiandad anuncia que Cristo está en la tumba. Fue el momento en que las esperanzas se perdieron, donde algunos pensaron: "todo acabó". Pero la perspectiva eterna, nos dice que mañana llega la resurrección. ¡Aleluya!
LEIDO.
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