1ª Corintios 9:19-23 fue uno de mis pasajes favoritos durante mi adolescencia, cuando vestía de heavy metal y escuchaba rock duro. Me encantaba parafrasear estos versículos incluyendo "me he hecho heavy metal para alcanzar a alguno", sin embargo, esto nunca fue muy bien visto por mi familia y las personas más mayores en la comunidad cristiana. La verdad es que mi proceso de maduración me permitió y aun hoy me permite pasar por experiencias y situaciones interesantes.
Si bien mi ropa de heavy metal no pasó desapercibida para los abuelos de la comunidad cristiana, y eso es un gran objetivo conseguido para un adolescente rebelde, si hay otra cosa que con frecuencia nos pasa desapercibido aunque es evidente para otros. Me refiero a la cultura eclesiológica y religiosa que a lo largo de los años hemos creado y mostramos al mundo. Esta cultura, por legítima que sea, acaba siendo una mochila que llevamos encima, y que a menudo nos es imposible separar del evangelio, aunque no forma parte del mismo. Las implicaciones se relaciona, entre otras cosas, con un uso de conceptos y del lenguaje que aunque tenga sentido en nuestra subcultura religiosa, puede haber perdido su sentido allí donde las palabras y cosmovisiones han evolucionado y/o cambiado.
Mi amigo Jaume Llenas puso estos días una frase muy interesante en las redes sociales: "Entendamos que las barreras de comunicación, ya sean en el lenguaje o en el concepto, son barreras al evangelio."
La receta de Pablo para ello se relaciona con la encarnación. La encarnación tiene que ver con que Dios viene a nuestra realidad, a nuestro entorno, el Dios invisible se vuelve entendible y relevante, viene a la dimensión donde nos movemos y entendemos. Es una receta que combate las burbujas religiosas donde acabamos encerrándonos con forma de ovni extraño en medio de las ciudades. Es la receta para formar parte del tejido social que estamos llamado a influenciar con la gracia que hemos recibido, así como Jesús lo hizo.
La receta de Pablo es un desafío para nuestra manera de entender la misión y la evangelización de la iglesia en nuestros días:
"Con los judíos me conduzco como judío, para ganar a los judíos. Con los que están sujetos a la ley, yo, que no estoy sujeto a la ley, actúo como si lo estuviera, a fin de ganarlos. Igualmente, para ganar a los que están sin ley, yo, que no estoy sin ley de Dios ya que mi ley es Cristo, me comporto con ellos como si estuviera sin ley. Con los poco formados en la fe, procedo como si yo también lo fuera, a ver si así los gano. A todos traté de adaptarme totalmente para conseguir, cueste lo que cueste, salvar a algunos. Todo sea por amor al mensaje evangélico, de cuyos bienes espero participar." (9:2-23)
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