Una de las cosas que me encantan y ayuda mucho, es la práctica del running. Me encanta salir al aire libre y entrenar. En ocasiones me he sentido motivado a participar en alguna competición, y eso me ha llevado a tener que ejercitarme en diferentes técnicas: tiradas largas para ganar resistencia, cambios de ritmo para correr más rápido y aun cuidarme en la alimentación y el tiempo de descanso. Si el entrenamiento fue adecuado, el resultado se vio en bajar mi tiempo en recorrer una distancia concreta. El capítulo 9 de 1ª Corintios acaba con el ejemplo de atletas (9:24-27). Pablo dice:
"Bien sabéis que de todos los que participan en una competición atlética, solo uno recibe el premio. ¡Corred como para ganar! Y ya veis de cuántas cosas se privan los que se entrenan con vistas a una prueba deportiva. Ellos lo hacen para conseguir una corona que se marchita; nosotros, en cambio, aspiramos a un trofeo imperecedero. En cuanto a mí, no corro a ciegas, ni lucho como quien da golpes al aire. Si golpeo mi cuerpo con rigor y lo someto a disciplina, es porque yo, que he proclamado a otros el mensaje, no quiero quedar descalificado." (9:24-27)
Me he criado en una cultura cristiana que ha tratado de corregir la herejía de tratar de salvarnos en base a nuestro propio esfuerzo, sin embargo, al hacerlo, a veces hemos caído en la herejía de pensar que la gracia significa estar de brazos cruzados. Es por ello, que en mi entorno religioso, muchos han llegado a pensar que la transformación en la vida cristiana no implica esfuerzo, ya que no hemos sabido separar esfuerzo de mérito personal. Y también ha abundado la idea de que la transformación se llevará solamente a cabo de la transmisión de información.
Si bien no somos salvos a través de nuestro esfuerzo personal y si bien, la información es un elemento importante en nuestro discipulado. La verdad es que la gracia implica el poder para vivir como Jesús vivió. Sin embargo, es absurdo vivir como Jesús vivió sin imitarle. De hecho la fe en Cristo implica creer que el sabía la mejor manera de dedicar nuestro tiempo y esfuerzo, y en base a esa fe, es que respondemos andando su Camino y poniendo en práctica el Sermón del Monte.
Correr un maratón sin entrenar, es tan absurdo como querer ser como Jesús sin vivir como el vivió. Claro, esto último requiere práctica, requiere ir a lugares apartados para orar, requiere dar de nuestro tiempo y energía a los necesitados, requiere... entrenamiento.
Lamento que a veces nuestra cultura cristiana, pueda dar lugar a cristianos muy informados y poco o nada entrenados. Es decir, ccon una mente conocedora de las promesas de Dios, pero un cuerpo incapaz de responder a la tentación o al estilo de vida de misericordía que necesita nuestro mundo roto. Pablo nos anima a ejercer músculos espirituales. Por la gracia de Dios y a través de la fe, es posible.
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