
Es fácil para nosotros quedarnos con el hecho de que un día decidimos servir a Dios, pero si nos volvemos filosóficos, podemos afirmar que el pasado no existe, y el futuro tampoco, por ello lo único que tengo para rendir a Dios es el presente. La conversión es un volvernos a Dios, un rendirnos a Él y tiene que ver con servirle en medio de todo lo que hacemos. Es por ello que se hace relevante preguntarme hoy: "¿está rendida mi vida familiar a Dios?", "¿y mi trabajo?", "¿y mi vecindario?", "¿y mi descanso, mi ocio y sexualidad?"
La conversión no es solo un evento, es un proceso; es en realidad una actitud de rendición que debe acompañarme ante las nuevas realidades que enfrento como ser vivo y dinámico que soy.
¿Hay alguna nueva realidad en mi vida que no está rendida a él?. Se trata de a quien sirvo hoy, por ello las palabras de Josué son tan relevante para mi: "escogeos hoy a quien sirváis" (24:15)
¿Qué prácticas espirituales me pueden ayudar a convertir la rendición en una actitud constante frente a verla solamente como un evento del pasado?
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