En el capítulo 7 de 2ª de Corintios Pablo hace referencias a las emociones. Por un lado, comenta lo siguiente:
"Cuando llegué a Macedonia tampoco pude disfrutar del más mínimo sosiego; las tribulaciones me acosaban por doquier: por fuera los conflictos, por dentro el miedo." (7:5)
No nos gusta cuando sentimos miedo, pero parece que la visita de Tito ayudó a enfrentar la situación en la que se encontraba el apóstol (7:7). Pablo comprobó los tremendos beneficios de la comunión, y la importancia de contar con hermanos en momentos de dificultad.
Por otro lado Pablo escribe de las emociones de los Corintios a la hora de recibir una carta anterior. Parece que aquella carta produjo tristeza en la comunidad, sin embargo esa tristeza fue provechosa:
"Y es que si la tristeza está en conformidad con la voluntad de Dios, produce un saludable cambio de actitud del que no hay que lamentarse; en cambio, la tristeza producida por el mundo ocasiona la muerte." (7:10)
El argumento de Pablo es que la tristeza puede ser parte del proceso de Dios trabajando con nosotros, y también puede ser el fruto de vivir sin tener en cuenta a Dios. En el primer caso, es evidente que la emoción es un medio para un fin necesario y bueno, en el segundo caso, esta no será de ayuda a no ser que nos lleve a mirar a Dios.
No podemos olvidar que hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios, y que las emociones son un invento divino. Es cierto, a veces sentimos cosas que no queremos, que nos paralizan y atormentan, sin embargo, eso no significa que la emoción en si sea mala o buena.
Cuando mi coche está bajo de aceite o gasolina, hay una luz que me avisa, sin este aviso yo no repostaría o haría el cambio necesario, y el no hacerlo implicaría destrozar el motor y quedarme sin coche.
Las emociones son como esa luz roja, que nos avisan de que debemos hacer cambios, nos paralizan, y eso no nos gusta, pero debemos entender que si seguimos con el ritmo que llevamos moriríamos.
Unas emociones conforme a la voluntad de Dios es algo posible. No tienen que ver con sentir solamente alegría y gozo, sino más bien con entender que detrás de cada emoción hay una necesidad que debemos llevar ante Dios para que nos ayude a satisfacerla.
A veces esa emoción nos avisa de que tenemos necesidad de cambiar actitudes, de cambiar estilos de vida, de desprendernos de pesos innecesarios... pero ¿Somos capaces de ver a Dios guiándonos en medio de nuestras emociones? Ante ellas debemos decir: ¿Señor, porque me siento así? ¿Qué me estás diciendo? ¿Qué debo hacer?
Familiarizarnos con nuestros sentimientos nos dará madurez emocional y no podemos olvidar que sin madurez emocional, nunca obtendremos madurez espiritual.
¿Qué papel juega las emociones en el crecimiento espiritual de mi comunidad cristiana? ¿Cómo estamos enseñando a ver a Dios en medio de nuestras emociones?
"Cuando llegué a Macedonia tampoco pude disfrutar del más mínimo sosiego; las tribulaciones me acosaban por doquier: por fuera los conflictos, por dentro el miedo." (7:5)
No nos gusta cuando sentimos miedo, pero parece que la visita de Tito ayudó a enfrentar la situación en la que se encontraba el apóstol (7:7). Pablo comprobó los tremendos beneficios de la comunión, y la importancia de contar con hermanos en momentos de dificultad.
Por otro lado Pablo escribe de las emociones de los Corintios a la hora de recibir una carta anterior. Parece que aquella carta produjo tristeza en la comunidad, sin embargo esa tristeza fue provechosa:
"Y es que si la tristeza está en conformidad con la voluntad de Dios, produce un saludable cambio de actitud del que no hay que lamentarse; en cambio, la tristeza producida por el mundo ocasiona la muerte." (7:10)
El argumento de Pablo es que la tristeza puede ser parte del proceso de Dios trabajando con nosotros, y también puede ser el fruto de vivir sin tener en cuenta a Dios. En el primer caso, es evidente que la emoción es un medio para un fin necesario y bueno, en el segundo caso, esta no será de ayuda a no ser que nos lleve a mirar a Dios.
No podemos olvidar que hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios, y que las emociones son un invento divino. Es cierto, a veces sentimos cosas que no queremos, que nos paralizan y atormentan, sin embargo, eso no significa que la emoción en si sea mala o buena.
Cuando mi coche está bajo de aceite o gasolina, hay una luz que me avisa, sin este aviso yo no repostaría o haría el cambio necesario, y el no hacerlo implicaría destrozar el motor y quedarme sin coche.
Las emociones son como esa luz roja, que nos avisan de que debemos hacer cambios, nos paralizan, y eso no nos gusta, pero debemos entender que si seguimos con el ritmo que llevamos moriríamos.
Unas emociones conforme a la voluntad de Dios es algo posible. No tienen que ver con sentir solamente alegría y gozo, sino más bien con entender que detrás de cada emoción hay una necesidad que debemos llevar ante Dios para que nos ayude a satisfacerla.
A veces esa emoción nos avisa de que tenemos necesidad de cambiar actitudes, de cambiar estilos de vida, de desprendernos de pesos innecesarios... pero ¿Somos capaces de ver a Dios guiándonos en medio de nuestras emociones? Ante ellas debemos decir: ¿Señor, porque me siento así? ¿Qué me estás diciendo? ¿Qué debo hacer?
Familiarizarnos con nuestros sentimientos nos dará madurez emocional y no podemos olvidar que sin madurez emocional, nunca obtendremos madurez espiritual.
¿Qué papel juega las emociones en el crecimiento espiritual de mi comunidad cristiana? ¿Cómo estamos enseñando a ver a Dios en medio de nuestras emociones?
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