
En el capítulo 8 Pablo hace referencia a los cristianos macedonios, quienes no teniendo mucho, querían participar y colaborar en satisfacer las necesidades de los que tenían menos que ellos. Todo un ejemplo y desafío para nosotros.
Pablo dice:
"Tened esto en cuenta: «Quien siembra con miseria, miseria cosechará; quien siembra a manos llenas, a manos llenas cosechará». Dé cada uno según le dicte su conciencia, pero no a regañadientes o por compromiso, pues Dios ama a quien da con alegría." (9:6-7)
Estoy pensando en este principio, al que muchos han llamado "la ley de la siembra y la ciega", y en su aplicación ante los recursos económicos y también energéticos. ¿A que dedico mi dinero? ¿A qué dedico mi agenda?
Reconozco que es fácil caer en pensar que los recursos económicos y energéticos se agotan, y ante ello, evitar gastarlos en favor de otros, Acumular riquezas o no dedicar de mi tiempo y energía a otros, sin embargo, tiene riesgos nefastos. Puedo pensar en relaciones pobres y basadas en intereses personales, frente al gozo de bendecir y colaborar en el bienestar y desarrollo de otros.
Pablo sin embargo, nos recuerda que la siembra generosa, traerá una cosecha generosa, lo cual me hace pensar que Dios nos multiplicará nuestros recursos y nuestra energía cuando nos disponemos a usarlos conforme a su voluntad y con el fin de bendecir.
Sin embargo, las palabras de Pablo señalan otro punto importante a la hora de dar: "no a regañadientes o por compromiso", lo cual tiene que ver con motivaciones correctas.
Hay dos principios importantes para mi:
- Mi cartera y mi agenda hablan de si colaboro en la restauración de un mundo roto con mis recursos económicos, mi tiempo y mi energía.
- La motivación de mi entrega, debe estar basada en el agradecimiento a lo que Dios me ha dado en su gracia, no en motivaciones egoistas.
Lo que no cabe duda, es que mi entrega al Señor tiene implicaciones muy prácticas.
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