Me adentro en el capítulo nueve del evangelio de Marcos, donde se nos narra la transfiguración de Jesús en un monte alto, siendo testigos Pedro, Santiago y Juan (9:1-13).
Siempre llama mi atención, que al bajar del monte, Jesús y sus discípulos se encuentran con las necesidades de las personas, en este caso lo primero con lo que se encuentran es con un padre solicitando ayuda para su hijo atormentado (9:14-29).
Esto me recuerda que aunque en la vida cristiana a veces disfrutamos el cielo en la tierra, siempre llega el momento de bajar de la montaña, de enfrentar el día a día. El Reino se ha acercado, está entre nosotros, pero todavía no ha sido establecido plenamente. No podemos olvidarlo, y nuestros tiempos de estar en la presencia de Dios juntos, deberían ayudarnos y prepararnos para colaborar en la misión de Dios.
Cuando perdemos de vista la misión, nuestros tiempos de refrigerio pueden tener terribles efectos secundarios. Es fácil querer quedarnos en la montaña y decir como Pedro:
"— ¡Maestro, qué bien estamos aquí! Hagamos tres cabañas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." (9:5b)
Cuando esto ocurre, la montaña puede llegar a convertirse en la "burbuja religiosa". Nos encanta hacer enramadas para perpetuar el momento, nuestras enramadas hoy bien pudieran ser complejas estructuras eclesiales, esas que nos mantienen tan ocupados en mantenimiento, programas eventos y a la vez tan ausentes del mundo necesitado.
En mi comunidad cristiana decidimos llamarle ImPulso al momento de reunión juntos. Le llamamos así para recordarnos dos cosas:
La primera es que este tiempo era importante para tomarnos el pulso, es decir, para evaluar nuestra fe en el contexto de la vida cotidiana.
La segunda es que este tiempo siempre debe impulsarnos a colaborar con Jesús en la restauración de un mundo roto.
Jesús no vino a crear complejas estructuras que mantengan instituciones religiosas, él no está interesado en que sus discípulos se queden en ninguna montaña. Nos invita a bajar con él y ver en que consiste la invasión del Cielo en la Tierra. Su entrenamiento dio como resultado una comunidad en misión dinámica constante.
¿Cual es la montaña de la que Jesús me invita a bajar?
Siempre llama mi atención, que al bajar del monte, Jesús y sus discípulos se encuentran con las necesidades de las personas, en este caso lo primero con lo que se encuentran es con un padre solicitando ayuda para su hijo atormentado (9:14-29).
Esto me recuerda que aunque en la vida cristiana a veces disfrutamos el cielo en la tierra, siempre llega el momento de bajar de la montaña, de enfrentar el día a día. El Reino se ha acercado, está entre nosotros, pero todavía no ha sido establecido plenamente. No podemos olvidarlo, y nuestros tiempos de estar en la presencia de Dios juntos, deberían ayudarnos y prepararnos para colaborar en la misión de Dios.
Cuando perdemos de vista la misión, nuestros tiempos de refrigerio pueden tener terribles efectos secundarios. Es fácil querer quedarnos en la montaña y decir como Pedro:
"— ¡Maestro, qué bien estamos aquí! Hagamos tres cabañas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." (9:5b)
Cuando esto ocurre, la montaña puede llegar a convertirse en la "burbuja religiosa". Nos encanta hacer enramadas para perpetuar el momento, nuestras enramadas hoy bien pudieran ser complejas estructuras eclesiales, esas que nos mantienen tan ocupados en mantenimiento, programas eventos y a la vez tan ausentes del mundo necesitado.
En mi comunidad cristiana decidimos llamarle ImPulso al momento de reunión juntos. Le llamamos así para recordarnos dos cosas:
La primera es que este tiempo era importante para tomarnos el pulso, es decir, para evaluar nuestra fe en el contexto de la vida cotidiana.
La segunda es que este tiempo siempre debe impulsarnos a colaborar con Jesús en la restauración de un mundo roto.
Jesús no vino a crear complejas estructuras que mantengan instituciones religiosas, él no está interesado en que sus discípulos se queden en ninguna montaña. Nos invita a bajar con él y ver en que consiste la invasión del Cielo en la Tierra. Su entrenamiento dio como resultado una comunidad en misión dinámica constante.
¿Cual es la montaña de la que Jesús me invita a bajar?
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