En la porción en la que estoy reflexionando, vemos como muchos necesitados acudieron a Jesús para ser sanados, vemos como Jesús escogió a doce discípulos para que aprendieran a hacer lo que él hacía, y vemos también como había también muchos que pensaban mal acerca de Jesús debido a como actuaba.
Los que tenían una mala opinión de Jesús, no eran solo los religiosos que declaraban que su poder venía del diablo, nos dice este pasaje algo de sus propios parientes:
"Cuando algunos de sus parientes se enteraron, vinieron con la intención de llevárselo a la fuerza, porque decían que estaba loco." (3:21)
Siempre que hagamos algo que vaya contra corriente, corremos el peligro de ser mal interpretados.
Muchas veces los demás pueden tener una mala opinión de nosotros con razón. No me refiero solo a los momentos en los que no actuamos de manera integra y justa, sino también a aquella manera de actuar que no tiene en cuenta la cultura. El apóstol Pablo dijo a la comunidad cristiana en Corintos que si al reunirse hablaban en un lenguaje no entendible para los no cristianos estos pensarían con razón que estaban locos. Hoy en día aun los que no creen en la vigencia del don de lenguas caen en el error que Pablo trató de evitar cuando les dicen a los no cristianos: "El Cordero inmolado ha derramado su sangre carmesí para limpiar tus pecados".
Pero no quiero olvidar en mi reflexión, que hay muchas más ocasiones en que el temor a lo que pensaran de mi me frena a hacer lo que Dios si quiere que haga. Estoy pensando en el temor a demostrar que el Reino de los Cielos se ha acercado tal como Jesús y sus discípulos lo demostraron.
Hace casi un año que junto a hermanos de mi comunidad cristiana nos animamos a acercarnos a las personas no solo de nuestro entorno, sino también en lugares públicos, para decirles que somos seguidores de Jesús un poco loco, que creemos que Dios es real y que está aquí en estos momentos. Les preguntamos, si Jesús estuviera aquí ¿hay algo que le pedirías?. Si hay algo que desean, en una manera natural, tomando sus manos, con nuestros ojos abiertos y con no más de 15 segundos le pedimos a Dios que se muestre a ellos.
Tengo que confesar dos cosas:
La primera es que aterra hacer lo que acabo de explicar. Cada vez que me aventuro a ello me saturo del pensamiento acerca de que podrían pensar de mi, de cuan ridículo puedo parecer ante otros. Además siempre me lleno de mil y unas dudas acerca de si Dios va a responder la oración que haga en caso de que me permitan orar.
La segunda es que cuando he actuado a pesar del miedo, siempre he vuelto de la experiencia viendo la mano de Dios tocando vidas, a veces su toque se ha materializado en lágrimas, en sanidad, o en una sonrisa que agradece tu interés y valentía.
¿El temor a que pensarán podría estar privándome de ver la poderosa y asombrosa mano de Dios actuando alrededor de mi?
Los que tenían una mala opinión de Jesús, no eran solo los religiosos que declaraban que su poder venía del diablo, nos dice este pasaje algo de sus propios parientes:
"Cuando algunos de sus parientes se enteraron, vinieron con la intención de llevárselo a la fuerza, porque decían que estaba loco." (3:21)
Siempre que hagamos algo que vaya contra corriente, corremos el peligro de ser mal interpretados.
Muchas veces los demás pueden tener una mala opinión de nosotros con razón. No me refiero solo a los momentos en los que no actuamos de manera integra y justa, sino también a aquella manera de actuar que no tiene en cuenta la cultura. El apóstol Pablo dijo a la comunidad cristiana en Corintos que si al reunirse hablaban en un lenguaje no entendible para los no cristianos estos pensarían con razón que estaban locos. Hoy en día aun los que no creen en la vigencia del don de lenguas caen en el error que Pablo trató de evitar cuando les dicen a los no cristianos: "El Cordero inmolado ha derramado su sangre carmesí para limpiar tus pecados".
Pero no quiero olvidar en mi reflexión, que hay muchas más ocasiones en que el temor a lo que pensaran de mi me frena a hacer lo que Dios si quiere que haga. Estoy pensando en el temor a demostrar que el Reino de los Cielos se ha acercado tal como Jesús y sus discípulos lo demostraron.
Hace casi un año que junto a hermanos de mi comunidad cristiana nos animamos a acercarnos a las personas no solo de nuestro entorno, sino también en lugares públicos, para decirles que somos seguidores de Jesús un poco loco, que creemos que Dios es real y que está aquí en estos momentos. Les preguntamos, si Jesús estuviera aquí ¿hay algo que le pedirías?. Si hay algo que desean, en una manera natural, tomando sus manos, con nuestros ojos abiertos y con no más de 15 segundos le pedimos a Dios que se muestre a ellos.
Tengo que confesar dos cosas:
La primera es que aterra hacer lo que acabo de explicar. Cada vez que me aventuro a ello me saturo del pensamiento acerca de que podrían pensar de mi, de cuan ridículo puedo parecer ante otros. Además siempre me lleno de mil y unas dudas acerca de si Dios va a responder la oración que haga en caso de que me permitan orar.
La segunda es que cuando he actuado a pesar del miedo, siempre he vuelto de la experiencia viendo la mano de Dios tocando vidas, a veces su toque se ha materializado en lágrimas, en sanidad, o en una sonrisa que agradece tu interés y valentía.
¿El temor a que pensarán podría estar privándome de ver la poderosa y asombrosa mano de Dios actuando alrededor de mi?
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