Cuando Moisés bajó del monte, se encontró al pueblo adorando a un becerro de oro. La demora de Moisés les llevó a buscar cualquier manera de encontrar sentido, dirección y seguridad fuera de Dios. El Señor, plantea a Moisés la posibilidad de destruir al pueblo por su pecado, sin embargo la intercesión de Moisés por los que se han desviado es escuchada. El pecado no quedó sin consecuencias, pero el pueblo tuvo otra oportunidad.
Es fácil para nosotros encontrarnos distante de una historia como esta por el hecho de que nos cuidamos de tener imágenes a las cuales adorar. Sin embargo, el corazón de la idolatría no es la imagen en si misma, esta más bien es un medio, no el único, a través del cual se puede manifestar. Me gusta la definición de Félix Ortiz de idolatría: "buscar un sustituto de Dios para guiar nuestras vidas" (Blog "Mis Pensamientos" 30 Noviembre 2013). Atendiendo a dicha definición, podemos descubrir que no estamos exentos de repetir lo que el pueblo hizo.
¿Qué sustitutos de Dios pueden dirigir nuestras vidas? En mi caso, a veces me encuentro buscando seguridad y dirección en proyectos en medio de la comunidad cristiana, o en medio de las tareas del hogar o responsabilidades laborales. Vivimos en un mundo donde el activismo en diferentes ámbitos, se usa para dar sentido, valor y seguridad a nuestras vidas fuera de Dios. Me he dado cuenta que que el estar inmerso en una cultura religiosa cristiana, no es ninguna garantía de que estemos libres de la idolatría.
Por ejemplo, conozco a jóvenes involucrados en estructuras eclesiales muy complejas y actuales. Uno puede percibir en ellos ánimo por encontrar una comunidad cristiana que les ofrece un lenguaje con el que se identifican y una expresión que disfrutan. Aclaro que no hay nada malo en estas cosas que nombro, de hecho creo que son elementos a considerar y que bien pueden ser motivados por un amor sincero. Sin embargo, cuando les pregunto que pasaría si ya no tuvieran esa música, esas luces, esos escenarios, esas predicaciones etc. uno puede encontrarse con la sorpresa de que las bases de la espiritualidad no están en el lugar correcto. Muchos jóvenes me han confesado que morirían espiritualmente fuera de esos tipos de estructuras.
Se puede hacer la prueba también con otras generaciones y con otras estructuras más tradicionales, y el resultado es el mismo. Lo cual me hace pensar, que aun nuestra espiritualidad, esa de la que nos sentimos orgullosos y que nos gustaría que otros experimentaran, puede estar sustentada por elementos que nos dan sentido, dirección y seguridad fuera de Dios mismo.
El punto es asegurarnos de que es lo que realmente nos está dirigiendo en nuestra vida. Y para ello, viene a mi mente la reflexión de la entrada anterior. Moisés estaba en la montaña, en un tiempo de intimidad con Dios, escuchando sus ideas y siendo inspirado. El pueblo, aquel que en una ocasión había dicho que prefería que Dios no les hablara directamente, dejó de considerar su necesidad de Dios y casi sin darse cuenta, acabaron buscando seguridad en medio de lo que les rodeaba. Dejar de ver a Dios en la montaña y en la vida cotidiana nos tuerce rápidamente.
¿Somos capaces de conectar con Dios en la vida cotidiana? Parece que el pueblo no, necesitaba a Moisés así como hoy muchos decimos necesitar otros elementos. ¿Tomamos a menudo distancia y perspectiva para ver como estamos viviendo y como Dios quiere que vivamos?
Llegado a este punto, quiero aclarar que no tengo problema con los diferentes medios a través de los cuáles buscamos la dirección de Dios, sin embargo, si tengo problema cuando estos medios se convierten en fines en si mismo. Una señal de que eso ha ocurrido, es que no permitimos que los medios sean cuestionados o incluso cambiados aun cuando ya han llegado a su fecha de caducidad. Otra señal, es que somos incapaces de pensar en conectar con Dios fuera de estructuras concretas, que por lo general, aunque legítimas, son frutos de tradiciones o elementos que pueden ser más o menos útiles en contextos, pero los contextos cambian con el tiempo y los medios dejan de ser todo lo útil que fueron.
A mi me ayuda pensar en la iglesia china ante la persecución comunista. Perdieron sus seminarios, perdieron sus capillas, perdieron la libertad de expresarse públicamente y de acceder a recursos materiales, los misioneros fueron expulsados, y entonces, cuando desde el punto de vista humano solo pensaríamos en decadencia y muerte, se produce el milagro. La iglesia crece y se reproduce en dimensiones pandémicas comparables al del libro de los Hechos. Todo ello ocurre sin lo que en occidente consideramos elementos fundamentales para la iglesia. Sospecho que mis hermanos chinos, aprendieron a conectar con lo que realmente es necesario conectar, descubriendo, que no necesitamos más que el Espíritu Santo para encontrar sentido, dirección y seguridad. Quizás fueron librados de la idolatría que hoy nos invade.
¿Es mi comunidad cristiana una ayuda para que conectemos con Dios en esencia y más allá de estructuras concretas? ¿Qué preguntas pueden ser útiles para ayudarnos a ver si nuestro corazón está buscando seguridad, dirección y sentido fuera de Dios?
Es fácil para nosotros encontrarnos distante de una historia como esta por el hecho de que nos cuidamos de tener imágenes a las cuales adorar. Sin embargo, el corazón de la idolatría no es la imagen en si misma, esta más bien es un medio, no el único, a través del cual se puede manifestar. Me gusta la definición de Félix Ortiz de idolatría: "buscar un sustituto de Dios para guiar nuestras vidas" (Blog "Mis Pensamientos" 30 Noviembre 2013). Atendiendo a dicha definición, podemos descubrir que no estamos exentos de repetir lo que el pueblo hizo.
¿Qué sustitutos de Dios pueden dirigir nuestras vidas? En mi caso, a veces me encuentro buscando seguridad y dirección en proyectos en medio de la comunidad cristiana, o en medio de las tareas del hogar o responsabilidades laborales. Vivimos en un mundo donde el activismo en diferentes ámbitos, se usa para dar sentido, valor y seguridad a nuestras vidas fuera de Dios. Me he dado cuenta que que el estar inmerso en una cultura religiosa cristiana, no es ninguna garantía de que estemos libres de la idolatría.
Por ejemplo, conozco a jóvenes involucrados en estructuras eclesiales muy complejas y actuales. Uno puede percibir en ellos ánimo por encontrar una comunidad cristiana que les ofrece un lenguaje con el que se identifican y una expresión que disfrutan. Aclaro que no hay nada malo en estas cosas que nombro, de hecho creo que son elementos a considerar y que bien pueden ser motivados por un amor sincero. Sin embargo, cuando les pregunto que pasaría si ya no tuvieran esa música, esas luces, esos escenarios, esas predicaciones etc. uno puede encontrarse con la sorpresa de que las bases de la espiritualidad no están en el lugar correcto. Muchos jóvenes me han confesado que morirían espiritualmente fuera de esos tipos de estructuras.
Se puede hacer la prueba también con otras generaciones y con otras estructuras más tradicionales, y el resultado es el mismo. Lo cual me hace pensar, que aun nuestra espiritualidad, esa de la que nos sentimos orgullosos y que nos gustaría que otros experimentaran, puede estar sustentada por elementos que nos dan sentido, dirección y seguridad fuera de Dios mismo.
El punto es asegurarnos de que es lo que realmente nos está dirigiendo en nuestra vida. Y para ello, viene a mi mente la reflexión de la entrada anterior. Moisés estaba en la montaña, en un tiempo de intimidad con Dios, escuchando sus ideas y siendo inspirado. El pueblo, aquel que en una ocasión había dicho que prefería que Dios no les hablara directamente, dejó de considerar su necesidad de Dios y casi sin darse cuenta, acabaron buscando seguridad en medio de lo que les rodeaba. Dejar de ver a Dios en la montaña y en la vida cotidiana nos tuerce rápidamente.
¿Somos capaces de conectar con Dios en la vida cotidiana? Parece que el pueblo no, necesitaba a Moisés así como hoy muchos decimos necesitar otros elementos. ¿Tomamos a menudo distancia y perspectiva para ver como estamos viviendo y como Dios quiere que vivamos?
Llegado a este punto, quiero aclarar que no tengo problema con los diferentes medios a través de los cuáles buscamos la dirección de Dios, sin embargo, si tengo problema cuando estos medios se convierten en fines en si mismo. Una señal de que eso ha ocurrido, es que no permitimos que los medios sean cuestionados o incluso cambiados aun cuando ya han llegado a su fecha de caducidad. Otra señal, es que somos incapaces de pensar en conectar con Dios fuera de estructuras concretas, que por lo general, aunque legítimas, son frutos de tradiciones o elementos que pueden ser más o menos útiles en contextos, pero los contextos cambian con el tiempo y los medios dejan de ser todo lo útil que fueron.
A mi me ayuda pensar en la iglesia china ante la persecución comunista. Perdieron sus seminarios, perdieron sus capillas, perdieron la libertad de expresarse públicamente y de acceder a recursos materiales, los misioneros fueron expulsados, y entonces, cuando desde el punto de vista humano solo pensaríamos en decadencia y muerte, se produce el milagro. La iglesia crece y se reproduce en dimensiones pandémicas comparables al del libro de los Hechos. Todo ello ocurre sin lo que en occidente consideramos elementos fundamentales para la iglesia. Sospecho que mis hermanos chinos, aprendieron a conectar con lo que realmente es necesario conectar, descubriendo, que no necesitamos más que el Espíritu Santo para encontrar sentido, dirección y seguridad. Quizás fueron librados de la idolatría que hoy nos invade.
¿Es mi comunidad cristiana una ayuda para que conectemos con Dios en esencia y más allá de estructuras concretas? ¿Qué preguntas pueden ser útiles para ayudarnos a ver si nuestro corazón está buscando seguridad, dirección y sentido fuera de Dios?
Una vez más, Rubén, me siento muy conectado a tus reflexiones. Se me viene a la cabeza de que solo Cristo es suficiente, y observando su vida le vemos en muy distintos contextos siendo Él el mismo en todos ellos. Nosotros somos muy propensos a no "soportar" la presencia de Dios de manera continuada y prolongada, como el pueblo en el desierto, y nos parecemos demasiado al Jonás en desacuerdo con la dirección de Dios, paradójicamente imbuido de un supuesto celo por sus cosas, o al Jonás amargado tras cumplir de mala gana los designios de Adonai. Mira, sin que pueda servir de comparación, por experiencia profesional sé que en los Institutos de Secundaria problemáticos los profesores están más unidos y buscan
ResponderEliminarsoluciones creativas a los problemas, mientras que en los "tranquilos" se anquilosan inercias y surgen envidias y peleas absurdas, y supuestas necesidades reflejadas en permanentes quejas. Cuando lo único que te queda es Dios, pasa lo que en China. Gracias por tus acertados pensamientos.
Gracias Alfonso por enriquecer este espacio y por tus amables palabras
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