Diez plagas azotaron a Egipto con el fin de que faraón finalmente se decidiera a dejar a los extranjeros en libertad para que estos fueran a adorar a su Dios. La narración de estas plagas llena mi cabeza de imágenes de como pudo ser aquella experiencia, sin duda tuvo que ser un tiempo asombroso, donde muchos no pudieron dejar de considerar la realidad del Dios de los hebreos.
Algunos eruditos ven en estas plagas como Dios desafió los dioses más importantes de esta región: Hapi el dios del Nilo es golpeado con la vara. La diosa Nut a través de un cielo de truenos y granizo. El dios Shu con un aire lleno de moscas y mosquitos. La diosa protectora Amonet incapaz de librar a los egipcios de las úlceras. El dios Geb, con una tierra llena de ranas y langostas. El dios Ra con un Sol oculto. La diosa guerrera Anta-Anat ni el dios salvador Anhur pudieron impedir finalmente la muerte de los primogénitos. Osiris, el dios de la muerte no podrá revertir la Pascua relatada en el capítulo doce y Horus, el dios de los faraones no puede hacer nada, así como faraón.
En nuestra propia cultura también tenemos muchos dioses: el dinero, el sexo, el poder, la fama, la violencia, la guerra, el racismo... Algunas de las cosas que he nombrado no son malas en si misma, como el dinero. De hecho el sexo es creación e invención de Dios. Sin embargo, cuando estos elementos toman un lugar que no les corresponde, o son usados de la manera que Dios ha dicho que no lo hagamos, se convierten en dioses que acaban oprimiendo y necesitando ser desafiados.
Hay dos cosas que llaman mi atención en el texto de hoy.
La primera es que las primeras plagas fueron también realizadas por los magos de Egipto (7:11, 22, 8:7). Si bien, los milagros manifiestan claramente el poder de Dios, no podemos ignorar que hay poder también en aquellos que no tienen en cuenta a Dios. Esto me lleva a ver la realidad de que lo que Dios quiere hacer puede ser copiado, y que por tanto nuestra fe no le basta con solo ver el milagro, implica asegurarme de la fuente del mismo. También me lleva a pensar, que aunque en un mundo materialista la acción sobrenatural de Dios debe ser más tenida en cuenta, no podemos olvidarnos que la formación de un carácter maduro como el de Cristo es algo más valioso e importante de anhelar y perseguir. Faraón podía ver milagros, aunque de una fuente maligna, pero su corazón estaba endurecido. Y es más, puedo pensar en los Corintios, a los que Pablo les dice que no les faltaba ningún don, y quienes experimentaban dones sobrenaturales frecuentemente de parte del Espíritu Santo, sin embargo, esto no se correspondía con la madurez que Dios les demandaba, y el propio Pablo les advierte que son niños inmaduros.
Lo segundo es que el texto habla a veces de que faraón endureció su corazón (8:15), y otras veces dice que Dios endureció el corazón de faraón (10:20,27). Ante esto decido no tomar un camino excluyente, es decir, ambas cosas están presentes. El hecho de que hay una inclinación en faraón a endurecer su corazón, es clara en el texto, no estamos hablando de una marioneta a la que Dios usa sin su consentimiento, incluso la percepción es que ya que faraón se niega a responder al llamado de liberar a los cautivos e insiste en resistirse, Dios se lo permite y le da dicha capacidad. Reconozco que hay aquí algo de misterio para mi, y no ignoro las posturas más calvinistas o arminianas al respecto y a lo largo de la historia del cristianismo, "doctores tiene la iglesia". Pero con respecto a mi formación espiritual, no puedo ignorar que hay una ruta que es posible coger aun cuando Dios me está proponiendo otra, así como faraón hizo. Esto me lleva a preguntarme ¿Ante que asuntos que Dios me está mostrando podría estar endureciendo mi corazón? ¿Qué podría hacer con la ayuda de Dios para responder ante lo que Dios me pide?
Sospecho que con estas dos preguntas, he llegado a un punto en este relato donde me toca parar, meditar, reflexionar y orar al respecto. Sospecho también que la posibilidad de madurar está también en juego.
Comentarios
Publicar un comentario