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ESCUCHAR A DIOS (1ª SAMUEL 3)


Los tres primeros capítulos nos narran el nacimiento, consagración y llamamiento de Samuel. Me adentro en el momento en que el Señor lo llama cuando este siendo muy joven se encontraba en el santuario de Silo viviendo con el sacerdote Elí. Dice el texto que:

 "...la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia." (3:3b)

Creo que a lo largo de nuestras vidas, podemos identificar esa frase en nosotros. Hay etapas donde parece que nos encontramos en un desierto espiritual. Leemos la Biblia pero Dios no parece que nos habla a través de ella, y tampoco percibimos que Dios nos esté hablando con claridad.

El desierto espiritual, forma parte del Camino, y también nos ayuda en nuestra formación espiritual. Nos enseña a confiar en Dios más allá de lo que podamos ver con nuestros ojos o sentir. Sospecho que a veces Dios no nos permite percibir su presencia porque está precisamente interesado en que ejercitemos ciertos músculos espirituales que nos permitirán desarrollar una fe más madura.

Pero dicho lo anterior, no podemos ignorar que a veces el desierto espiritual puede ser la consecuencia de andar alejados de Dios. El anhelo de que Dios nos hable y se manifieste debería ser deseado y expresado en oración por nosotros, y en caso de que no lo deseemos y/o expresemos, haríamos bien en evaluar nuestra salud espiritual, porque lo normal en un desierto es que tengamos sed, a no ser que algo esté me muy mal en nuestro organismo. 

Por otro lado, la historia de hoy nos muestra a un Samuel que escucha la voz de Dios y no la reconoce, la confunde con la del sacerdote Eli:

"Jehová llamó a Samuel; y él respondió: Heme aquí. Y corriendo luego a Elí, dijo: Heme aquí; ¿para qué me llamaste? Y Elí le dijo: Yo no he llamado; vuelve y acuéstate. Y él se volvió y se acostó" (3:4-5)

Samuel necesitó instrucciones de su mentor espiritual para reconocer que Dios le estaba hablando y que era necesario disponerse a escucharle y obedecerle:

"Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo oye. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar." (3:9)

Esto me hace pensar en si soy capaz de escuchar la voz de Dios, mucho más cuando Jesús dijo:

"Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen" (Juan 10:27)

Recuerdo cuando decidimos en nuestra comunidad cristiana tratar de ser más sensible a la voz del Espíritu Santo cuando nos reunimos. A veces nos sentábamos y estábamos callados por largo rato, en actitud de oración, esperando, y nada ocurría. Reconozco que esto me frustraba, y aun nos llevó a recuperar el ser más directivos o usar medios útiles como la Lectio Divina. Si bien, Dios usó la directividad en muchas ocasiones, también nos sorprendió un día que decidimos vernos para orar trayendo mucha revelación de manera sorprendente a través de diferentes hermanos presentes. Las cargas en nuestras oraciones, lo que algunos leyeron esa semana en sus Biblia y aun lo que algunos habían soñado o expresado en ese momento, tenía sentido para nosotros, eran como piezas de un mismo puzzle que nos mostraban el camino que debíamos andar. Jesús estaba siendo manifestado a través de cada miembro de su cuerpo y las palabras de Pablo a los Corintios "Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación." (1ª Corintios 14:26) tenían un fresco entendimiento para nosotros.

Tuvimos que aprender, que pasar por el desierto, que ejercitar nuestra fe, pero creo que hemos dado algún pasito más en reconocer la voz de Jesús cuando estando juntos hacemos Lectio Divina,  oramos o practicamos el silencio. En realidad, tenemos que seguir aprendiendo. Sentirnos acompañados como Samuel con Elí, está siendo clave. Pero sospecho que aun podemos ejercitar mejor los músculos espirituales que nos permiten ver a Dios en nuestro prójimos, escuchar su susurro en nuestro interior, ver santificada nuestra imaginación en medio de la meditación bíblica, identificar su impulso cuando vemos al necesitado, o aun cuando viene a nuestra mente una información sobre alguien que no podríamos saber si Dios no nos la revelara...

Dios llamó a Samuel, y el aprendió a reconocer su voz. Cada seguidor de Jesús somos llamados a ser un ministro a tiempo completo y podemos avanzar en escuchar la voz de nuestro pastor Jesús. 

¿Qué ejercicios espirituales pueden disponerme y ayudarme a avanzar en escuchar y discernir la voz de Dios? ¿Cómo podemos ayudarnos en la comunidad cristiana a escuchar la voz de Jesús?


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