En plena campaña militar contra Amón, el autor de 2ª de Samuel señala que David decidió quedarse en casa en vez de ir a la batalla:
"Al año siguiente, en la época en que los reyes salen de campaña, David envió a Joab con sus oficiales y todo Israel para aniquilar a los amonitas y poner cerco a Rabá. David, en cambio, se quedó en Jerusalén." (11:1)
A continuación vemos a David observando a la bella Betsabé y después cayendo en el adulterio.
Ella queda embarazada de David y este, al enterarse, trata de ocultar lo ocurrido trayendo de la guerra a Urias, su marido, para que tenga relaciones sexuales con ella. Sin embargo, este rehusa dormir en su propia casa, teniendo en cuenta el momento que enfrenta el país y sus compañeros. Finalmente David, pide que Urias sea colocado en un lugar en la batalla donde sea fácil que perezca, y finalmente Urias fallece.
El profeta Natán, que seguramente era muy cercano a David, se atreve a denunciar el pecado del rey y sus consecuencias en su presencia, y esto lleva a David al arrepentimiento ante Dios.
La Biblia no solo nos dice que David era un hombre conforme al corazón de Dios con una espiritualidad profunda, también nos dice que tenía debilidades, que cometió importantes errores y entre ellos el adulterio, la mentira y el homicidio.
¿Un hombre de la talla espiritual de David puede llegar a cometer estos pecados sexuales? La realidad es que si, y eso significa que yo mismo puedo estar cerca de cometer también importantes errores. Puedo cometer exactamente los mismos pecados que han hecho que ponga cara de asombro e indignación cuando han salido a la luz en la vida de alguien que es una referencia espiritual para muchos. Creer que estoy demasiado lejos de esa posibilidad, está relacionado con no conocer bien el potencial de la vieja naturaleza en mi, la cual permanece activa constantemente.
En mi caso, este tipo de historias, ya sea en la Biblia o en el entorno que me rodea, me lleva a reflexionar acerca de como llevamos a cabo nuestra formación espiritual. Me doy cuenta que se ha afianzado en occidente una cultura en la que no es popular hablar en la comunidad cristiana de nuestras debilidades, de aquello que nos tienta y de nuestras luchas más profundas.
Queremos dar la imagen de que tenemos nuestras vidas en orden, y no digo que en cierta medida no lo estén, pero lo más probable, aunque no queramos reconocerlo, es que nosotros mismos y los que nos rodean estemos sufriendo una sexualidad afectada por el pecado. Todo ello puede dar lugar a la infidelidad, a la fornicación, al adulterio y a la lascivia. Aun cuando no lleguemos a dar lugar fisicamente a ciertos actos, es muy probable que estos estén presentes en nuestras mentes y que a veces sean alimentados por industrias miserables como la pornografía.
He decidido no asustarme por aquello que podemos llegar a cometer. No estoy tratando de justificarlo, pero conocer nuestra vieja naturaleza, debería llevarnos a dejar de poner caras de asombro cuando algún hermano o hermana en Cristo caen en pecados sexuales. Por cierto, otros pecados, no menos peligrosos y dañinos, no hacen que pongamos ciertas caras.
Por lo que si quiero asombrarme es por los resultados de nuestro modelo de formación espiritual. El que no tengamos espacios para hablar honestamente de nuestras luchas sin ser juzgados, debería inquietarnos hasta el punto de indignarnos.
No hace mucho, un periódico digital sobre temas espirituales dio a conocer las luchas de dos siervos cristianos que experimentaban deseos sexuales hacía personas del mismo sexo. Uno de ellos estaba casado, y el otro había decidido practicar el celibato. Ambos creían que estos impulsos sexuales estaban relacionado con su vieja naturaleza y con haber vivido en un mundo roto de relaciones y afectos imperfectos y habían decidido tomar medidas para no hacer lo que creían que no era la voluntad de Dios. No voy a entrar aquí sobre otras posturas sobre el tema de la homosexualidad en el cristiano, lo que llamó mi atención, es que aquellos que tenían una postura similar a estos hermanos, se dedicaron a comentar el artículo llevándose las manos a la cabeza, diciendo incluso que aquellos siervos no podían ser seguidores de Jesús por reconocer que ciertos pensamientos venían a menudo a sus mentes. En realidad el mensaje que estaban dando era el siguiente: "si luchas con ciertas cosas, es mejor que te lo calles, como yo lo hago". Si, esta doble moral e hipocresía está presente en muchas comunidades cristianas.
Durante el año pasado salieron a la luz pecados sexuales de hermanos en Cristo a los que amo. He decidido no asustarme por ello, pero si asustarme de que en tantos años de discipulado, estas personas no hayan sido entrenados en el camino de la vulnerabilidad y la confesión regular en ambientes donde no se juzgue, sino que se reconozca nuestra ruptura en medio de relaciones de apoyo en las que confiamos que la gracia de Dios nos sostenga. No estoy diciendo que tener este tipo de prácticas nos evite todo peligro, pero al igual que en el deporte, los que fortalecen ciertos músculos, evitarán mejor ciertas lesiones.
¿Qué pensamientos recurrentes tratan de distorsionar la sexualidad sagrada que Dios me ha regalado? ¿Qué personas de confianza conocen mis luchas y yo las de ellos mientras buscamos andar el Camino juntos? ¿Tengo un Natán cerca que estaría dispuesto a enfrentarme con el pecado? ¿He de ser yo el Natán de alguien a quien amo?
Si te interesa aplicaciones prácticas sobre este tema, te aconsejo conocer acerca de los Grupos de Crecimiento pinchando aquí
"Al año siguiente, en la época en que los reyes salen de campaña, David envió a Joab con sus oficiales y todo Israel para aniquilar a los amonitas y poner cerco a Rabá. David, en cambio, se quedó en Jerusalén." (11:1)
A continuación vemos a David observando a la bella Betsabé y después cayendo en el adulterio.
Ella queda embarazada de David y este, al enterarse, trata de ocultar lo ocurrido trayendo de la guerra a Urias, su marido, para que tenga relaciones sexuales con ella. Sin embargo, este rehusa dormir en su propia casa, teniendo en cuenta el momento que enfrenta el país y sus compañeros. Finalmente David, pide que Urias sea colocado en un lugar en la batalla donde sea fácil que perezca, y finalmente Urias fallece.
El profeta Natán, que seguramente era muy cercano a David, se atreve a denunciar el pecado del rey y sus consecuencias en su presencia, y esto lleva a David al arrepentimiento ante Dios.
La Biblia no solo nos dice que David era un hombre conforme al corazón de Dios con una espiritualidad profunda, también nos dice que tenía debilidades, que cometió importantes errores y entre ellos el adulterio, la mentira y el homicidio.
¿Un hombre de la talla espiritual de David puede llegar a cometer estos pecados sexuales? La realidad es que si, y eso significa que yo mismo puedo estar cerca de cometer también importantes errores. Puedo cometer exactamente los mismos pecados que han hecho que ponga cara de asombro e indignación cuando han salido a la luz en la vida de alguien que es una referencia espiritual para muchos. Creer que estoy demasiado lejos de esa posibilidad, está relacionado con no conocer bien el potencial de la vieja naturaleza en mi, la cual permanece activa constantemente.
En mi caso, este tipo de historias, ya sea en la Biblia o en el entorno que me rodea, me lleva a reflexionar acerca de como llevamos a cabo nuestra formación espiritual. Me doy cuenta que se ha afianzado en occidente una cultura en la que no es popular hablar en la comunidad cristiana de nuestras debilidades, de aquello que nos tienta y de nuestras luchas más profundas.
Queremos dar la imagen de que tenemos nuestras vidas en orden, y no digo que en cierta medida no lo estén, pero lo más probable, aunque no queramos reconocerlo, es que nosotros mismos y los que nos rodean estemos sufriendo una sexualidad afectada por el pecado. Todo ello puede dar lugar a la infidelidad, a la fornicación, al adulterio y a la lascivia. Aun cuando no lleguemos a dar lugar fisicamente a ciertos actos, es muy probable que estos estén presentes en nuestras mentes y que a veces sean alimentados por industrias miserables como la pornografía.
He decidido no asustarme por aquello que podemos llegar a cometer. No estoy tratando de justificarlo, pero conocer nuestra vieja naturaleza, debería llevarnos a dejar de poner caras de asombro cuando algún hermano o hermana en Cristo caen en pecados sexuales. Por cierto, otros pecados, no menos peligrosos y dañinos, no hacen que pongamos ciertas caras.
Por lo que si quiero asombrarme es por los resultados de nuestro modelo de formación espiritual. El que no tengamos espacios para hablar honestamente de nuestras luchas sin ser juzgados, debería inquietarnos hasta el punto de indignarnos.
No hace mucho, un periódico digital sobre temas espirituales dio a conocer las luchas de dos siervos cristianos que experimentaban deseos sexuales hacía personas del mismo sexo. Uno de ellos estaba casado, y el otro había decidido practicar el celibato. Ambos creían que estos impulsos sexuales estaban relacionado con su vieja naturaleza y con haber vivido en un mundo roto de relaciones y afectos imperfectos y habían decidido tomar medidas para no hacer lo que creían que no era la voluntad de Dios. No voy a entrar aquí sobre otras posturas sobre el tema de la homosexualidad en el cristiano, lo que llamó mi atención, es que aquellos que tenían una postura similar a estos hermanos, se dedicaron a comentar el artículo llevándose las manos a la cabeza, diciendo incluso que aquellos siervos no podían ser seguidores de Jesús por reconocer que ciertos pensamientos venían a menudo a sus mentes. En realidad el mensaje que estaban dando era el siguiente: "si luchas con ciertas cosas, es mejor que te lo calles, como yo lo hago". Si, esta doble moral e hipocresía está presente en muchas comunidades cristianas.
Durante el año pasado salieron a la luz pecados sexuales de hermanos en Cristo a los que amo. He decidido no asustarme por ello, pero si asustarme de que en tantos años de discipulado, estas personas no hayan sido entrenados en el camino de la vulnerabilidad y la confesión regular en ambientes donde no se juzgue, sino que se reconozca nuestra ruptura en medio de relaciones de apoyo en las que confiamos que la gracia de Dios nos sostenga. No estoy diciendo que tener este tipo de prácticas nos evite todo peligro, pero al igual que en el deporte, los que fortalecen ciertos músculos, evitarán mejor ciertas lesiones.
¿Qué pensamientos recurrentes tratan de distorsionar la sexualidad sagrada que Dios me ha regalado? ¿Qué personas de confianza conocen mis luchas y yo las de ellos mientras buscamos andar el Camino juntos? ¿Tengo un Natán cerca que estaría dispuesto a enfrentarme con el pecado? ¿He de ser yo el Natán de alguien a quien amo?
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