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LUCHA DE PODER (2ª SAMUEL 15-20)

Los capítulos del 15 al 20 nos narra la rebelión de Absalón, el hijo de David, contra su propio padre. Este actúa con astucia y durante años lleva a cabo su trama para ir ganando el favor del pueblo y conseguir su objetivo. Finalmente Absalón muere en batalla, lo cual le duele profundamente a David. Si, murió el enemigo del rey, pero resulta que este es también su hijo. Finalmente David recupera el reino, aunque sigue enfrentando dificultades y rebeliones como la de Sebá, que tampoco pudo culminar su plan.

Pienso en las luchas de poder, en como estas se provocan en medio de la misma familia, como en el caso de David con su hijo. Pienso en las luchas de poder no solo en nuestro panorama político actual, sino también en nuestros hogares, lugares de trabajo, vecindarios y aun en nuestras comunidades cristianas.

He de reconocer que tiendo a querer controlar lo que me rodea, y eso puede involucrarme en buscar el poder e incluso en maniobrar para conseguir posiciones que me lo permitan. Descubro que hay un impulso interior que está muy presente en mi y que sospecho que brota de mi falta de confianza en Dios. Pienso que todo saldrá mejor si yo lo controlo, pero no tengo manera de demostrar que esto es así en mi propia historia de vida. De hecho, ha sido cuando he reconocido que realmente no tengo el control y que necesito de Dios, que he percibido su paz, su libertad y una mejor visión de los acontecimientos que me rodean.

La historia de los reyes en el pueblo judío se inicia con un rechazo al propio gobierno de Dios. En el primer libro de Samuel, el pueblo pide un rey como en el resto de las naciones y Dios le dice al profeta:

"...Atiende cualquier petición que el pueblo te haga, pues no es a ti a quien rechazan, sino a mí, para que yo no reine sobre ellos." (1ª Samuel 8:7)

Es decir, tener un rey como en el resto de las naciones, nunca fue el plan inicial de Dios para su pueblo.

En el nuevo testamento Jesús habla también a sus discípulos del tipo de liderazgo que espera de ellos:

"Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo;" (Mateo 20:25-28)

Tristemente, el liderazgo de nuestras comunidades cristianas, a menudo siguen el modelo de los gobernantes de este mundo en el sentido de ser de carácter piramidal en torno a un título que te ofrece una posición que a la vez otorga ciertos privilegios que a otros no se les permite ejercer. Por más que digamos que se trata de funciones y servicio humilde, la estructura que usamos bien pueden delatar las posibles intenciones de control de nuestro corazón. Tenemos un modelo empresarial de liderazgo, así como el mundo que nos rodea.

¿Cómo sería un liderazgo en base a funciones y autoridad moral versus a uno en base a títulos y autoridad posicional? ¿Cómo uno u otro puede ayudarnos a entender que el verdadero gobierno del pueblo de Dios reside en Dios mismo y no en hombres concretos?

Sin embargo, debemos ser honestos y reconocer que renunciar a títulos, no es garantía de un corazón que confía en Dios y no busca controlar. Puede ser un buen ejercicio para recordarnos que el gobierno que deseamos es el de Dios y no el de hombres, pero atajar mis deseos de controlarlo todo implica reconocer mi tendencia caída constantemente ante Dios y disponerme a obedecer cuando Él me dice que calle, que espere y que permita que use a otros para traer su consejo y sus planes.

El camino de Jesús, es un camino que me evita la lucha de poder. ¿Estoy actualmente en una lucha de poder? si es así, ¿Qué delata esa lucha sobre el estado de mi corazón? ¿Cómo puedo expresar mi verdadera confianza en el gobierno de dios en esta situación?




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