En esta ocasión Jesús cuenta la parábola del fariseo y el recaudador de impuestos a una audiencia con unas características muy concretas:
"A unos que alardeaban de su propia rectitud y despreciaban a todos los demás, Jesús les contó esta parábola" (18:9)
He detectado una enfermedad que pocas veces es reconocida. Quienes la padecen piensan que ellos tienen la verdad absoluta y el resto están equivocados, creen que ellos actúan en rectitud y el resto motivados por deseos injustos y por razones miserables.
El Dr. Keith E. Webb en su obra "El Modelo Coach Para Líderes Cristiano" denomina a esta enfermedad "sabelotodismo" y la define como "Incapacidad para retener y procesar información sin prejuicio".
Un nombre más acorde de esta enfermedad con el relato bíblico sería "fariseismo". Por cierto, en el capítulo dieciocho Jesús cuenta la parábola de un fariseo que ora confesando su propia justicia y un recaudador de impuesto que reconoce sus miserias, y en el capítulo diecinueve Jesús come con un jefe de los recaudadores de impuesto, lo cual provoca murmuraciones muy concretas:
"Al ver esto, todos se pusieron a murmurar diciendo: — Este se aloja en casa de un hombre de mala reputación." (19:7)
El Dr. Keith E. Webb dice que estamos rodeados de personas afectadas por el "sabelotodismo", y el relato bíblico de hoy me muestra que esto no es algo nuevo. Sin embargo, la capacidad de detectar esta enfermedad en otros suele ser señal de que estamos afectados nosotros mismos.
He de reconocer que estoy afectado por esta horrible enfermedad, y que los síntomas más de una vez se hacen visible en mi. Cuando eso ocurre, me creo mejor que otros, pienso que mi visión de las circunstancias es más acertado que la visión del resto y siento que soy más santo y más justo que los que me rodean. Estos síntomas internos tienen un efecto externo muy claro, acabo despreciando la opinión de otros y señalando los fallos de los demás públicamente como una estrategia encubierta para tomar importancia y valor. Además, me vuelvo ciego a mis propias miserias y por lo tanto, acabo desvalorando la gracia que Dios tiene para conmigo.
En estos años, he decidido tomar una medicina, que siempre me ayuda algo a combatir estos síntomas. Esta medicina implica sentirme aludido cuando Jesús habla a los fariseos, saduceos y maestros de la ley. Por lo general, mi inclinación es a identificar a estas personas con sectores religiosos de los que no me siento parte, no obstante, dicha inclinación es también síntoma de mi propia enfermedad.
Esta medicina es amarga y a veces difícil de tomar, ya que hacerlo implica abrir mis ojos a una verdad del texto bíblico que no siempre estoy dispuesto a leer. Por ejemplo Lucas diecinueve siete en realidad está diciendo:
"A Rubén que alardea de su propia rectitud y desprecia a todos los demás, Jesús le contó esta parábola:..."
"A unos que alardeaban de su propia rectitud y despreciaban a todos los demás, Jesús les contó esta parábola" (18:9)
He detectado una enfermedad que pocas veces es reconocida. Quienes la padecen piensan que ellos tienen la verdad absoluta y el resto están equivocados, creen que ellos actúan en rectitud y el resto motivados por deseos injustos y por razones miserables.
El Dr. Keith E. Webb en su obra "El Modelo Coach Para Líderes Cristiano" denomina a esta enfermedad "sabelotodismo" y la define como "Incapacidad para retener y procesar información sin prejuicio".
Un nombre más acorde de esta enfermedad con el relato bíblico sería "fariseismo". Por cierto, en el capítulo dieciocho Jesús cuenta la parábola de un fariseo que ora confesando su propia justicia y un recaudador de impuesto que reconoce sus miserias, y en el capítulo diecinueve Jesús come con un jefe de los recaudadores de impuesto, lo cual provoca murmuraciones muy concretas:
"Al ver esto, todos se pusieron a murmurar diciendo: — Este se aloja en casa de un hombre de mala reputación." (19:7)
El Dr. Keith E. Webb dice que estamos rodeados de personas afectadas por el "sabelotodismo", y el relato bíblico de hoy me muestra que esto no es algo nuevo. Sin embargo, la capacidad de detectar esta enfermedad en otros suele ser señal de que estamos afectados nosotros mismos.
He de reconocer que estoy afectado por esta horrible enfermedad, y que los síntomas más de una vez se hacen visible en mi. Cuando eso ocurre, me creo mejor que otros, pienso que mi visión de las circunstancias es más acertado que la visión del resto y siento que soy más santo y más justo que los que me rodean. Estos síntomas internos tienen un efecto externo muy claro, acabo despreciando la opinión de otros y señalando los fallos de los demás públicamente como una estrategia encubierta para tomar importancia y valor. Además, me vuelvo ciego a mis propias miserias y por lo tanto, acabo desvalorando la gracia que Dios tiene para conmigo.
En estos años, he decidido tomar una medicina, que siempre me ayuda algo a combatir estos síntomas. Esta medicina implica sentirme aludido cuando Jesús habla a los fariseos, saduceos y maestros de la ley. Por lo general, mi inclinación es a identificar a estas personas con sectores religiosos de los que no me siento parte, no obstante, dicha inclinación es también síntoma de mi propia enfermedad.
Esta medicina es amarga y a veces difícil de tomar, ya que hacerlo implica abrir mis ojos a una verdad del texto bíblico que no siempre estoy dispuesto a leer. Por ejemplo Lucas diecinueve siete en realidad está diciendo:
"A Rubén que alardea de su propia rectitud y desprecia a todos los demás, Jesús le contó esta parábola:..."
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