Llego al final del libro de Lucas y me encuentro ante la dramática escena de la muerte y resurrección de Jesús. En todo lo acontecido, me resuena las siguientes palabras del Maestro:
"— Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen." (23:34)
En vez de juicio y maldición para los torturadores, se escucha comprensión y perdón. La cruz tiene que ver todo con misericordia, compasión y perdón, si, el pecado es juzgado, pero las personas son liberadas y reciben una mirada diferente a la que estamos acostumbrados.
Años más tarde, un discípulo de Jesús llamado Esteban es apedreado y entre golpes, pide a Dios compasión para sus verdugos, el mismo Lucas nos lo relata en Hechos 7:60, por lo que la Escritura nos muestra que ¡Es posible ver más allá de las atrocidades de quienes nos rodean! ¡Es posible tener ojos que humanizan a quienes son considerados unos monstruos! Todo ello es el resultado de una fe profunda en el Dios de la gracia, a la que la religión, tristemente no nos tiene acostumbrado. Es más fácil señalar desde el juicio y perder así toda posibilidad de compasión. Ese espíritu religioso inquisidor, está en mi constantemente y he descubierto que es el que me da ojos para primeramente juzgarme a mi mismo. Con razón la regla de oro de "amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos" se hace tan difícil. "Juzgar a los demás como me juzgo a mi mismo" es lo que a menudo experimento. Cuando en mi error y pecado, recibo la gracia de verme desde la compasión, en realidad estoy comprobando la mirada de Jesús, aquella que me liberta de la culpa y me da el poder de la responsabilidad y la transformación.
Nos pasamos la vida juzgandonos a nosotros mismos, a los demás y en realidad todo lo que vemos u oímos. No creo que sea posible vivir sin juzgar, pero sospecho que el verdadero problema es que nuestros juicios en forma de diagnósticos, interpretaciones y valoraciones son presentados ante nosotros mismos y los demás como la verdad absoluta. Separar nuestros juicios de los hechos objetivos y reconocer nuestra limitación para conocer como solo Dios conoce, puede ser una práctica espiritual muy interesante para salir de la zona de confort que la soberbia y la arrogancia nos ofrece.
Los últimos capítulos de Lucas, no solo me muestra a un Jesús que en vez de juzgar a sus torturadores los mira con compasión y perdón, también me dejan ver que fácil es distorsionar la verdad.
Pienso en las mujeres como primeras portavoces de la resurrección. Dice el texto que los apóstoles no las creyeron, sus propios diagnósticos por un momento les alejaron de lo que verdaderamente ocurrió:
"Pero a los apóstoles les pareció todo esto una locura y no las creyeron." (24:11)
Nuestras valoraciones de los hechos que experimentamos, se forman en conexión con nuestras experiencias pasadas, nuestras educación, tradición social etc. De ahí que nuestros juicios acerca de lo que vemos nos dice más de nuestra historia y nuestras mochilas personales y culturales que del hecho en si. Sabemos que las mujeres en esa época poseían muy poco reconocimiento social, por lo que no es extraño que los hombres no dieran crédito a sus palabras. En realidad no sabemos si los apóstoles no le dieron crédito a las mujeres por dicho motivo o por lo sorprendente del hecho de la resurrección o por ambas razones, pero me encanta que en un mundo donde las mujeres reciben tan poco crédito, son ellas las escogidas para ser las primeras en anunciar la gloriosa resurrección de Cristo ¡Dios pone patas arriba nuestro mundo injusto!
Pienso también en los discípulos por el camino de Emaús que no le reconocieron, a pesar de que el Maestro caminaba al lado de ellos.
"Pero tenían los ojos tan ofuscados que no lo reconocieron." (24:6)
Todo esto me lleva a reflexionar: ¿Soy consciente de que mis ojos también están ofuscados por mis propias limitaciones y mis propios pre-juicios?
Las historias Bíblicas me animan a pensar de que Dios va a mostrarse probablemente de la manera y en el momento que no espero. ¿Soy consciente que Dios a menudo rompe nuestros estereotipos sociales, culturales y religiosos para mostrar su gloria? Ser consciente de esto me ayuda a ver la importancia de evitar juntar los hechos objetivos de mis propios pensamientos y expresar esta unión como la verdad o lo razonable.
Todo ello me hace pensar en mi necesidad de reconocer mi miopía a la hora de mirar el mundo, sus hechos y a quienes lo habitan. Separar mis diagnósticos de lo que observo y reconocer que estos últimos no son la verdad absoluta, se convierte para mí en una práctica espiritual interesante para entrar en una zona de honestidad y apertura mental. Creo que necesito ver a Dios más allá de donde espero, más allá de mis expectativas.
Te propongo estar esta semana pendiente de como estás interpretando lo que ves y oyes y que hagas el ejercicio de separar el hecho objetivo (tal como una cámara lo filmaría) de tus propias valoraciones, interpretaciones y diagnósticos. Al hacerlo, hazte responsable de tus propios juicios sin tratarlos como la verdad absoluta, y reconociendo que solo Dios lo sabe todo.
Tras un tiempo con este ejercicio pregúntate ¿Cómo esta práctica me ayuda a depender menos de mi mismo y a depender más de Dios? ¿Me ayuda a estar más abierto a ver a Dios donde antes no lo veía? ¿Cómo esta práctica me puede ayudar a cambiar el juicio por la compasión?
"— Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen." (23:34)
En vez de juicio y maldición para los torturadores, se escucha comprensión y perdón. La cruz tiene que ver todo con misericordia, compasión y perdón, si, el pecado es juzgado, pero las personas son liberadas y reciben una mirada diferente a la que estamos acostumbrados.
Años más tarde, un discípulo de Jesús llamado Esteban es apedreado y entre golpes, pide a Dios compasión para sus verdugos, el mismo Lucas nos lo relata en Hechos 7:60, por lo que la Escritura nos muestra que ¡Es posible ver más allá de las atrocidades de quienes nos rodean! ¡Es posible tener ojos que humanizan a quienes son considerados unos monstruos! Todo ello es el resultado de una fe profunda en el Dios de la gracia, a la que la religión, tristemente no nos tiene acostumbrado. Es más fácil señalar desde el juicio y perder así toda posibilidad de compasión. Ese espíritu religioso inquisidor, está en mi constantemente y he descubierto que es el que me da ojos para primeramente juzgarme a mi mismo. Con razón la regla de oro de "amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos" se hace tan difícil. "Juzgar a los demás como me juzgo a mi mismo" es lo que a menudo experimento. Cuando en mi error y pecado, recibo la gracia de verme desde la compasión, en realidad estoy comprobando la mirada de Jesús, aquella que me liberta de la culpa y me da el poder de la responsabilidad y la transformación.
Nos pasamos la vida juzgandonos a nosotros mismos, a los demás y en realidad todo lo que vemos u oímos. No creo que sea posible vivir sin juzgar, pero sospecho que el verdadero problema es que nuestros juicios en forma de diagnósticos, interpretaciones y valoraciones son presentados ante nosotros mismos y los demás como la verdad absoluta. Separar nuestros juicios de los hechos objetivos y reconocer nuestra limitación para conocer como solo Dios conoce, puede ser una práctica espiritual muy interesante para salir de la zona de confort que la soberbia y la arrogancia nos ofrece.
Los últimos capítulos de Lucas, no solo me muestra a un Jesús que en vez de juzgar a sus torturadores los mira con compasión y perdón, también me dejan ver que fácil es distorsionar la verdad.
Pienso en las mujeres como primeras portavoces de la resurrección. Dice el texto que los apóstoles no las creyeron, sus propios diagnósticos por un momento les alejaron de lo que verdaderamente ocurrió:
"Pero a los apóstoles les pareció todo esto una locura y no las creyeron." (24:11)
Nuestras valoraciones de los hechos que experimentamos, se forman en conexión con nuestras experiencias pasadas, nuestras educación, tradición social etc. De ahí que nuestros juicios acerca de lo que vemos nos dice más de nuestra historia y nuestras mochilas personales y culturales que del hecho en si. Sabemos que las mujeres en esa época poseían muy poco reconocimiento social, por lo que no es extraño que los hombres no dieran crédito a sus palabras. En realidad no sabemos si los apóstoles no le dieron crédito a las mujeres por dicho motivo o por lo sorprendente del hecho de la resurrección o por ambas razones, pero me encanta que en un mundo donde las mujeres reciben tan poco crédito, son ellas las escogidas para ser las primeras en anunciar la gloriosa resurrección de Cristo ¡Dios pone patas arriba nuestro mundo injusto!
Pienso también en los discípulos por el camino de Emaús que no le reconocieron, a pesar de que el Maestro caminaba al lado de ellos.
"Pero tenían los ojos tan ofuscados que no lo reconocieron." (24:6)
Todo esto me lleva a reflexionar: ¿Soy consciente de que mis ojos también están ofuscados por mis propias limitaciones y mis propios pre-juicios?
Las historias Bíblicas me animan a pensar de que Dios va a mostrarse probablemente de la manera y en el momento que no espero. ¿Soy consciente que Dios a menudo rompe nuestros estereotipos sociales, culturales y religiosos para mostrar su gloria? Ser consciente de esto me ayuda a ver la importancia de evitar juntar los hechos objetivos de mis propios pensamientos y expresar esta unión como la verdad o lo razonable.
Todo ello me hace pensar en mi necesidad de reconocer mi miopía a la hora de mirar el mundo, sus hechos y a quienes lo habitan. Separar mis diagnósticos de lo que observo y reconocer que estos últimos no son la verdad absoluta, se convierte para mí en una práctica espiritual interesante para entrar en una zona de honestidad y apertura mental. Creo que necesito ver a Dios más allá de donde espero, más allá de mis expectativas.
Te propongo estar esta semana pendiente de como estás interpretando lo que ves y oyes y que hagas el ejercicio de separar el hecho objetivo (tal como una cámara lo filmaría) de tus propias valoraciones, interpretaciones y diagnósticos. Al hacerlo, hazte responsable de tus propios juicios sin tratarlos como la verdad absoluta, y reconociendo que solo Dios lo sabe todo.
Tras un tiempo con este ejercicio pregúntate ¿Cómo esta práctica me ayuda a depender menos de mi mismo y a depender más de Dios? ¿Me ayuda a estar más abierto a ver a Dios donde antes no lo veía? ¿Cómo esta práctica me puede ayudar a cambiar el juicio por la compasión?
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