En el capítulo dos de Lucas encontramos el nacimiento de Jesús y también un acontecimiento ocurrido durante su infancia, exactamente el momento que sus padres lo perdieron y acabaron encontrándolo en el Templo con los maestros de la ley. Jesús tenía entonces doce años.
Sin embargo, lo que ha llamado mi atención es el hecho de que el anuncio de su nacimiento se hace de manera sobrenatural y gloriosa a unos humildes pastores de la zona:
"En unos campos cercanos había unos pastores que pasaban la noche a la intemperie cuidando sus rebaños. De pronto, se les apareció un ángel del Señor y el resplandor de la gloria de Dios los llenó de luz de modo que quedaron sobrecogidos de temor." (2:8-9)
Que el Creador del Universo se haga ser humano, ya implica algo inesperado para nuestra manera de pensar, donde los poderosos acostumbran a frecuentar los lugares más privilegiados. Por si fuera poco, escoge nacer en el vientre de una mujer humilde en medio de un hogar sencillo. Tras dar María a luz, coloca al Salvador, al Rey de reyes en un pesebre:
"Y María dio a luz a su primogénito; lo envolvió en pañales y lo puso en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón." (2:7)
Todo ello me hace pensar que en el camino de la fe, hemos de estar abiertos a que nuestros esquemas y tradiciones sean trastocados para acceder a revelaciones más gloriosas.
En el capítulo uno vemos como la tradición de que un niño fuera llamado como alguien de su familia, lleva al asombro a muchos, pero así fue determinado por Dios para Juan el Bautista:
"Todos querían que se llamase Zacarías como su padre; pero la madre dijo: — No, su nombre ha de ser Juan. Ellos, entonces, le hicieron notar: — Nadie se llama así en tu familia. Así que se dirigieron al padre y le preguntaron por señas qué nombre quería poner al niño. Zacarías pidió una tablilla de escribir y puso en ella: «Su nombre es Juan», con lo que todos se quedaron asombrados." (1:59-63)
Es cierto que a lo largo de las Escrituras, no paramos de ver prácticas regulares que llegan a ser parte de la tradición de un pueblo. Jesús nació y a los ocho días fue circuncidado (2:21), cuando cumplió los días de la purificación conforme a la Ley de Moisés fue llevado a Jerusalén para presentarlo al Señor y para presentar un par de tórtolas o dos palominos (2:22-24). Además los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la pascua (2:41). Sin embargo, en medio del ritmo del camino, encontramos que Dios se hace muchas veces presente trastocando lo esperado por nosotros.
Si no estamos preparado para ello, podemos perder y aun rechazar lo que realmente Dios está haciendo. Muchos rechazaron al Mesías porque desafiaba sus interpretaciones teológicas y expectativas personales y todo ello a pesar de que eran los mayores estudiosos de las Escrituras y practicantes de las disciplinas espirituales. Pedro fue desafiado en una terraza, la visión de animales inmundos y el mandato divino de que los comiera tenía todos los ingredientes para ser considerado un engaño del diablo, sin embargo, se trataba de ver la realidad de que Dios estaba purificando precisamente lo que el estaba rechazando.
Si nuestros ritmos espirituales y paradigmas teológicos no nos ayudan a adentrarnos en el Reino de Dios más allá de lo esperado, es porque nacen de motivaciones incorrectas y porque están perdiendo de vista que nuestra relación es con un Dios que desborda nuestras limitaciones constantemente.
El punto para mi hoy es: ¿Estoy dispuesto a que mis ritmos, tradiciones y expectativas no limiten la obra de Dios en estos días y con los que me rodean? ¿Cómo pudiera estar Dios moviéndose más allá de lo que yo espero o estoy acostumbrado? ¿Cómo puedo prepararme para no caer en el tradicionalismo ni fundamentalismo religioso? ¿Puede ser que esté amando más los medios que el fin?
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