En nuestra comunidad cristiana hemos tenido un tiempo de meditación especial durante la Cuaresma y la Semana Santa en el cual hemos aparcado por un tiempo la lectura regular de un libro de la Biblia todos juntos. Pasado este tiempo, retomamos nuestro ritmo de lectura y lo hacemos con el libro de Lamentaciones.
Siempre recordaré las palabras sabias de uno de mis mentores, quien me recordaba lo poco entrenados que estamos los cristianos en la práctica de lamentar ante Dios, a pesar de que la Biblia no dejaba de ofrecernos buenos ejemplos de como hacerlo, tanto en la narrativa, los Salmos e incluso en un libro precisamente llamado Lamentaciones. El dijo: "si no te lamentas, te lamentarás".
Lamentaciones nos habla de como Jerusalén fue asolada:
"¡Qué solitaria se encuentra
la ciudad superpoblada!
Ha quedado como viuda
la grande ante las naciones.
La reina de las provincias
se ha convertido en esclava." (1:1)
Las tragedias nos llevan a menudo a crisis de fe, en este caso el poeta ve como un Dios bueno y justo permite prosperar a los que hacen mal:
"Sus enemigos la oprimen,
sus adversarios prosperan,
porque el Señor la ha afligido
por sus copiosos pecados;
sus niños van al destierro
delante del enemigo." (1:5)
Pero sus conflictos y sentimientos no se ocultan, se expresan abiertamente ante Dios. Y me recuerda que el dolor que sentimos puede ser compartido en medio de la comunidad cristiana y ante el Creador. Cuando sufrimos, es fácil pensar que nadie está en nuestra situación, y en un sentido, el dolor es algo muy personal.
"¿No os dice nada a vosotros,
los que vais por el camino?
Mirad bien si hay un dolor
como el dolor que me aflige,
que el Señor me castigó
el día de su furor." (1:12)
Sin embargo, los expertos en las emociones saben bien, que cuando lo que sentimos puede expresarse en un entorno en el que somos escuchados y respetados, en el que no somos juzgados... acabamos experimentando el alivio necesario para soportar los peores sufrimientos. Cuando las emociones, se niegan y se pasan por alto nos sentimos más confundidos.
El reto para mi es, ¿soy capaz de escuchar con atención a los que sufren, sin juzgar sus palabras, sin negar sus emociones y sin entrar en moralizar? ¿Es mi comunidad cristiana un lugar donde somos empáticos con el que sufre y donde se le escucha con respeto? ¿Soy capaz de lamentarme yo mismo ante Dios y ante aquellos que me acompañan espiritualmente?
Siempre recordaré las palabras sabias de uno de mis mentores, quien me recordaba lo poco entrenados que estamos los cristianos en la práctica de lamentar ante Dios, a pesar de que la Biblia no dejaba de ofrecernos buenos ejemplos de como hacerlo, tanto en la narrativa, los Salmos e incluso en un libro precisamente llamado Lamentaciones. El dijo: "si no te lamentas, te lamentarás".
Lamentaciones nos habla de como Jerusalén fue asolada:
"¡Qué solitaria se encuentra
la ciudad superpoblada!
Ha quedado como viuda
la grande ante las naciones.
La reina de las provincias
se ha convertido en esclava." (1:1)
Las tragedias nos llevan a menudo a crisis de fe, en este caso el poeta ve como un Dios bueno y justo permite prosperar a los que hacen mal:
"Sus enemigos la oprimen,
sus adversarios prosperan,
porque el Señor la ha afligido
por sus copiosos pecados;
sus niños van al destierro
delante del enemigo." (1:5)
Pero sus conflictos y sentimientos no se ocultan, se expresan abiertamente ante Dios. Y me recuerda que el dolor que sentimos puede ser compartido en medio de la comunidad cristiana y ante el Creador. Cuando sufrimos, es fácil pensar que nadie está en nuestra situación, y en un sentido, el dolor es algo muy personal.
"¿No os dice nada a vosotros,
los que vais por el camino?
Mirad bien si hay un dolor
como el dolor que me aflige,
que el Señor me castigó
el día de su furor." (1:12)
Sin embargo, los expertos en las emociones saben bien, que cuando lo que sentimos puede expresarse en un entorno en el que somos escuchados y respetados, en el que no somos juzgados... acabamos experimentando el alivio necesario para soportar los peores sufrimientos. Cuando las emociones, se niegan y se pasan por alto nos sentimos más confundidos.
El reto para mi es, ¿soy capaz de escuchar con atención a los que sufren, sin juzgar sus palabras, sin negar sus emociones y sin entrar en moralizar? ¿Es mi comunidad cristiana un lugar donde somos empáticos con el que sufre y donde se le escucha con respeto? ¿Soy capaz de lamentarme yo mismo ante Dios y ante aquellos que me acompañan espiritualmente?
Gracias Rubén por tu reflexión. No soy persona dada a exteriorizar mis lamentaciones, que evidentemente las tengo. Debo de practicar más esta virtud como método para trabajar la aceptación ante Dios de la realidad.
ResponderEliminarDesde un punto de vista del sufrimiento humano y el enfrentamiento ante Dios por lo que parece un dolor injusto, recomiendo a S. Stuart Park, especialmente en sus obras "In Memoriam" y "Desde el torbellino". Son muy reveladoras y edificantes.
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