El capítulo tres de Lamentaciones empieza con una expresión agotadora del dolor, donde el poeta trata el sufrimiento como una obra directa de Dios. Dice entre otras cosas que el Señor:
"Me ha comido carne y piel
y me ha quebrado los huesos.
Me ha levantado un asedio
de veneno y sufrimiento.
Me ha hecho vivir en tinieblas
como a los muertos antiguos." (3:4-6)
Ante la horrible descripción de dolor y sufrimiento el poeta llega a decir:
"Pienso que estoy sin fuerza,
que se ha agotado del todo
mi esperanza en el Señor." (3:18)
Y justo llegado a este punto de derramamiento del alma, parece que se abre una ventana, y un pequeño rallo de luz atraviesa la profunda oscuridad y cambia el tono de esta densa obra:
"Pero algo viene a mi mente
que me llena de esperanza:
que tu amor, Señor, no cesa,
ni tu compasión se agota;" (3:21-22)
A partir de ahí, el texto se transforma en una doxología, se trata de una alabanza que nos habla de esperanza, de la misericordia del Señor y su compasión, de su bondad para los que esperan en Él:
"que tu amor, Señor, no cesa,
ni tu compasión se agota;
¡se renuevan cada día
por tu gran fidelidad!
Tú eres mi herencia, Señor,
por eso confío en ti.
Es bueno el Señor con quien
confía en él y lo busca.
Es bueno esperar callado
la salvación del Señor." (3:22-26)
El libro de Lamentaciones es un antídoto perfecto para la alabanza empalagosa a la que nos invita la religiosidad moderna. Esa que cree que Dios se alegra cuando evitamos la queja ante Él. Lamentaciones rompe con la cultura eclesiológica que te empuja a sonreir cuando te apetece llorar y la que responde "estoy bendecido" cuando en realidad te sientes abandonado de la mano de Dios. Aniquila el horrible tópico de que "no puede estar triste un corazón que tiene a Cristo" y nos libra de la maldita cárcel de la apariencia.
Sospecho que el capítulo tres de lamentaciones quizás nos está mostrando que solo después de una expresión honesta del dolor es que podremos levantar una alabanza relevante y profunda.
¿Es mi comunidad cristiana un espacio de honestidad o de apariencias religiosas?
"Me ha comido carne y piel
y me ha quebrado los huesos.
Me ha levantado un asedio
de veneno y sufrimiento.
Me ha hecho vivir en tinieblas
como a los muertos antiguos." (3:4-6)
Ante la horrible descripción de dolor y sufrimiento el poeta llega a decir:
"Pienso que estoy sin fuerza,
que se ha agotado del todo
mi esperanza en el Señor." (3:18)
Y justo llegado a este punto de derramamiento del alma, parece que se abre una ventana, y un pequeño rallo de luz atraviesa la profunda oscuridad y cambia el tono de esta densa obra:
"Pero algo viene a mi mente
que me llena de esperanza:
que tu amor, Señor, no cesa,
ni tu compasión se agota;" (3:21-22)
A partir de ahí, el texto se transforma en una doxología, se trata de una alabanza que nos habla de esperanza, de la misericordia del Señor y su compasión, de su bondad para los que esperan en Él:
"que tu amor, Señor, no cesa,
ni tu compasión se agota;
¡se renuevan cada día
por tu gran fidelidad!
Tú eres mi herencia, Señor,
por eso confío en ti.
Es bueno el Señor con quien
confía en él y lo busca.
Es bueno esperar callado
la salvación del Señor." (3:22-26)
El libro de Lamentaciones es un antídoto perfecto para la alabanza empalagosa a la que nos invita la religiosidad moderna. Esa que cree que Dios se alegra cuando evitamos la queja ante Él. Lamentaciones rompe con la cultura eclesiológica que te empuja a sonreir cuando te apetece llorar y la que responde "estoy bendecido" cuando en realidad te sientes abandonado de la mano de Dios. Aniquila el horrible tópico de que "no puede estar triste un corazón que tiene a Cristo" y nos libra de la maldita cárcel de la apariencia.
Sospecho que el capítulo tres de lamentaciones quizás nos está mostrando que solo después de una expresión honesta del dolor es que podremos levantar una alabanza relevante y profunda.
¿Es mi comunidad cristiana un espacio de honestidad o de apariencias religiosas?
«Mi alma está triste», se lamentaba Jesús, quien lloró por un Lázaro al que luego habría de resucitar y por una Jerusalén que no era capaz de ver lo que era para su paz. Hay que reflexionar sobre el GOZO, sobre su verdadero significado. Forma parte del fruto del Espíritu y se nos dice que siempre hemos de estar gozosos.Es obvio que no debe significar "alegría" en su manifestación externa, más bien parece algo más profundo. Yo lo veo en lamento de Jeremías que comentas, ese saber que Dios está también a las malas, y entre lágrimas. Si no, no se entiende el «regocijaos siempre» con «llorar con los que lloran» y mandamientos similares. El verdadero arrepentimiento también produce ese gozo íntimo entre lágrimas.
ResponderEliminarGracias, Rubén, por tus reflexiones. Son muy edificantes.
Gracias a ti José Alfonso por considerarlas y aportar tan buenos comentarios
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