"Un plan que consiste en que los paganos comparten la misma herencia, son miembros del mismo cuerpo y participan de la misma promesa que ha hecho Cristo Jesús por medio de su mensaje evangélico," (3:6)
Pablo sigue escribiendo desde el contexto en el cual muros culturales han sido derribados, y pueblos separados han sido unidos. El ministerio que le ha sido concedido al apóstol es precisamente el de ver a estos pueblos unidos.
De ahí que su oración por los Efesios sea:
"Que Cristo habite, por medio de la fe, en el centro de vuestra vida y que el amor os sirva de cimiento y de raíz. Seréis así capaces de entender, en unión con todos los creyentes, cuán largo y ancho, cuán alto y profundo es el amor de Cristo; un amor que desborda toda ciencia humana y os colma de la plenitud misma de Dios. (3:17-19)
Un mundo roto como el nuestro, necesita desesperadamente este amor restaurador e infinito.
El texto de hoy me hace pensar en como nuestra formación espiritual pasa por perdernos en esa largura, anchura, altura y profundidad denominada "el amor de Cristo". A veces tratamos de contener ese amor en nuestras mentes, emociones o en nuestras palabras y actos, ni digamos en nuestras estructuras religiosas particulares, pero en realidad es imposible. Se trata de un amor que desborda toda ciencia humana.
La encarnación del Dios que se hace humano es la mejor manera de concentrar toda esa enormidad cósmica, al menos de manera útil, ya que el misterio sigue siendo un elemento inevitable en la espiritualidad cristiana. En Jesús, podemos ver como ese amor es algo que se puede ver, tocar, oler, sentir... y en un sentido, la plenitud de Cristo en nosotros, nos lleva a seguir siendo una extensión de ese amor. No sin razón su iglesia es denominada "el Cuerpo de Cristo" con el fin de seguir el ministerio de Jesús en la tierra.
Ayer un hermano en Cristo me pidió que orara por su amigo que está trabajando de misionero en la República Centroafricana. Por lo visto ha habido un nuevo rebrote de violencia contra la población musulmana, precisamente por parte del grupo anti-balaka, que según me aclaraba mi amigo, son animistas de los cuáles gran parte se han convertido al cristianismo. Los anti-balakas, de mayoría "cristiana", fueron a las mezquitas a atacar y disparar a los musulmanes y este misionero cristiano fue para ponerse de escudo humano con el fin de proteger a sus amigos musulmanes. Aun así, el imán de la mezquita murió, y el le pasó una bala que acabó matando a otra persona que tenía a su lado.
Pienso en como en el mundo donde vivimos, "cristianismo" no siempre es sinónimo de ser de Cristo, y como al final, el verdadero fruto que nos hace reconocer el árbol, acaba siendo ese amor, que está dispuesto a vivir como el Maestro nos enseñó:
"Nadie tiene un amor mayor que éste: que uno dé su vida por sus amigos." (Juan 15:13)
La lectura de hoy me lleva a reconocer la necesidad de ser lleno del amor de Cristo ese que desborda toda ciencia humana y que acabó salvándome y desafiandome a perder mi vida para ganarla. Toda una locura, pero sin la cual estamos perdidos.
"Espíritu Santo, lléname de tu gran amor, hazme rebosar. Abre mis ojos para reconocer cuando tu amor viene a mi vida fluyendo desde la abundancia de otros, y dame el privilegio de ser un canal de tu fluir amoroso hacía otros. Necesitamos ese amor que unió a los paganos de Éfeso con el judío de Pablo, necesitamos ese amor que derriba nuestros muros y acaba con el odio, la violencia y el terror. No estamos seguros si no es en tu amor. Amor de Dios, fluye hasta nosotros, en nosotros y desde nosotros, Amén"
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