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¿IMITAR A DIOS? (5:1-20)

Desde el capítulo cuatro, Pablo no deja de aterrizar su teología con propuestas prácticas. Este es el estilo de sus cartas, las grandes verdades teológicas acerca de Dios y la iglesia tienen el fin de integrarnos en una nueva Vida, no solo el de aportarnos información intelectual.

Pero si hay algo que llama mi atención al empezar el capítulo cinco son las palabras:

"Sed, pues, imitadores de Dios..." (5:1a)

Estas palabras suenan extrañas para aquellos que hemos sido formados espiritualmente bajo un modelo educativo occidental, tan influenciado por la cultura griega. Para nosotros, la base de nuestra formación, es básicamente el conocimiento intelectual, pero para los discípulos del Nuevo Testamento, la imitación es la mejor práctica para aprender en que consiste la vida de Cristo.

La totalidad del ministerio de Cristo con sus discípulos, consintió en dicha práctica. Y Pablo parece que lo entendió bien cuando dijo: "Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo." (1ª Cor. 11:1)

La práctica consiste en simular aquello que a veces va en contra de nuestra naturaleza caída. Algunos pueden pensar que esto es hipocresía, o que al menos, no tiene ningún efecto transformador. Pero en realidad se trata de un asunto de fe. Tiene que ver con nuestra respuesta a Jesús como el mejor Maestro para la vida. Solo cuando aceptamos que Jesús es el hombre más inteligente y sabio que ha existido, trataremos de vivir como Él nos enseñó, trataremos de andar como el anduvo, y trataremos de responder como el respondió. Si no lo hacemos es porque nuestra fe está en otro lugar, aun cuando nuestras palabras traten de afirmar lo contrario.

Por supuesto, nuestro esfuerzo personal nada puede hacer para cambiar las inclinaciones de nuestro corazón, pero nuestra confianza está en que Jesús mismo nos inyectará su propia vida, cuando nosotros respondemos con la fe práctica que le toma en serio como Maestro. La gracia de Dios que nos transforma, nunca significó estar de brazos cruzados, porque además, la fe bíblica no es solo aceptar una idea a nivel intelectual (tal como a veces se mal entiende en un cristianismo tan occidentalizado), sino que se trata de una fe activa, que nos lanza a vivir de una determinada manera, aun cuando esta manera sea extraña en el mundo, y al principio, sea extraña aun para nosotros mismos.

Lo sorprendente e impensable es que somos invitados a imitar a Dios mismo, lo cual es todo un asunto de fe que requiere lanzarnos al terreno donde la gracia nos transforma.

¿Qué elementos del carácter de Dios no han sido formados aun en mi? ¿Qué significaría para mi ser imitador de Dios de una manera práctica en esos aspectos?



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