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JESÚS Y LAS POSICIONES DE AUTORIDAD (EFESIOS 1:15-23)

Pablo da gracias a Dios por la fe y el amor de sus hermanos Efesios (1:15-16) y pide que el Padre les otorgue sabiduría, entendimiento y luz para saber todo lo que nos otorga en Cristo (1:17-19). El lenguaje que usa el apóstol es el típico que se usaba con el César, sin embargo, el señorío es otorgado a Cristo, a través de expresiones que nos recuerda al Salmo 110:

“Siéntate a mi derecha,
hasta que haga de tus rivales
el estrado de tus pies”.
El Señor te entrega desde Sión
un cetro poderoso.
¡Domina en medio de tus enemigos!" (Salmo 110:1-2)

Pablo lo expresa de la siguiente manera:

"Todo lo ha puesto Dios bajo el dominio de Cristo, constituyéndolo cabeza suprema de la Iglesia que es el cuerpo de Cristo, y, como tal, plenitud del que llena totalmente el universo." (1:22-23)

En la iglesia de Jesucristo, no hay más supremacía que la de Cristo mismo. Para los primeros cristianos, todos los poderes políticos de este mundo pasaban a un segundo plano. Cuando los Romanos señalaban al César como máximo poder, los seguidores de Jesús respondían "Jesús es Señor" aun cuando dicha declaración fuera motivo de persecución. Lo interesante es que aunque el lenguaje es el del imperio, para los Cristianos el Señor que es máxima autoridad es solo "el Amor", quien es Dios mismo y que ha sido manifestado en carne a través de Cristo:

"Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él." (1ª Juan 4:7-9)

Entender este desafío, también nos afecta como comunidad cristiana de manera interna, pues también derrumba la tendencia de la cristiandad de contar con liderazgos jerárquicos y monopolizadores, que tienen privilegios con respecto al resto de la comunidad (a veces al más puro estilo del César). Dicha práctica no forma parte de la narrativa del Nuevo Testamento, donde todo el cuerpo, cuando se reúne de forma regular, recibe de la cabeza, es decir Cristo, la revelación de su gloria... "Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación." 1ª Cor. 14:26)

Los rangos y privilegios sociales y religiosos son una gran desgracia si no son utilizados al estilo de Cristo. Es decir, para potenciar a quienes no los tienen y para ponerlos al servicio y beneficio de la comunidad. Recordemos que aquel por el cual todas las cosas fueron creadas se hace carne y lava los pies de sus discípulos. Por ello no nos debería extrañar que en el Nuevo Testamento nunca supone dominación ninguna de las diferentes funciones en el cuerpo, incluida la de supervisar por parte de los más maduros y aun cuando quienes supervisan son reconocidos como ancianos (algo que implica rango y cierto privilegio).  Y es así hasta el punto de no no ver a los ancianos tomando decisiones por el resto de la comunidad o monopolizando reuniones. Aun es muy curioso que las cartas apostólicas que tienen la intención de contrarrestar las tendencias más heréticas, siempre se dirigen a toda la comunidad como responsables de las acciones a tomar y no a los ancianos.

Todo ello está también en armonía con las enseñanzas del Maestro para sus discípulos:

"Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo;" (Mateo 20:25-27)

Las funciones, en el Reino de Dios, van desligadas de posiciones y títulos de autoridad fuera de Cristo mismo:

"Pero vosotros no dejéis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos." (Mateo 23:8)

Aplicar estas enseñanzas al estilo Nuevo Testamentario, implican para la iglesia de hoy ser un movimiento contracorriente. Sin embargo, cuando la iglesia decide tomar los modelos religiosos, políticos y empresariales que le rodean como sugerencias para su organización, acabamos descafeinando la realidad de la supremacía de Cristo, quien se revela a cada discípulo suyo en base a la presencia del Espíritu Santo que hace morar en cada uno de los miembros de su Cuerpo, independientemente de los años que estos miembros tengan como cristianos.

La autoridad del liderzgo cristianos, es una autoridad moral, y en base a ella, puede haber o no un reconocimiento por parte del resto de la comunidad, así como ocurrió en algunas de las comunidades que Pablo empezó años después de que fueran fundadas y posiblemente ante la necesidad de referencia sólidas en medio de amenazas como la de los judaizantes. Sin embargo, Pablo no trató a los ancianos de las comunidades como presidentes, sus cartas apostólicas muestran que ellos eran tratados como iguales con el resto con respecto a privilegios, independientemente de las funciones típicas que realizaban como referencias maduras en medio de la vida eclesiológica.

"Todo lo ha puesto Dios bajo el dominio de Cristo, constituyéndolo cabeza suprema de la Iglesia" tiene unas implicaciones prácticas a la luz del resto de la narrativa Nuevo Testamentaria, que van principalmente contra nuestra tendencia humana a tomar posiciones de autoridad sobre otros.

Todo ello me hace pensar que en el mundo donde vivimos la iglesia puede actuar en dos terrenos desde los principios del Reino:

1) En el terreno fuera de la iglesia, el modelo organizacional implica con frecuencia posiciones de privilegio frente al resto. En tales posiciones, los creyentes somos llamados a operar no en base a títulos y posiciones, sino en base al modelo de Cristo, sirviendo a los demás con humildad. Esto, para un subdirector de un Centro de Internamiento, como es mi caso, implica grandes desafíos de ir contracorriente.

2) En el terreno eclesiológico, la iglesia no necesita tomar prestado los modelos de este mundo. Esto, en medio de una eclesiología tan infectada por la herencia de Constantino y la influencia empresarial moderna, también implica importantes desafíos.

Qué Dios abra los ojos de nuestro entendimiento para ver la supremacía de Cristo, y nos lleve a un sometimiento total a Él, de tal modo, que todos los demás poderes queden empequeñecidos y en medio de la comunidad del Reino, aun desaparecidos. Que todo rango y privilegio que ostentemos sea rendido al Amor que es Cristo, y de esta manera sea puesto al servicio de potenciar a quienes nos rodean, desde el estilo que el Maestro nos enseñó. 




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