El apóstol continúa aterrizando la práctica de la "imitatio Dei" en los terrenos cotidianos.
"Sed pues imitadores de Dios, como hijos amados" (5:1)
Y ya ha mostrado que eso tiene repercusiones muy concretas en la manera en la que tratamos al prójimo, en aquello en lo que nos involucramos en la vida cotidiana, y en el estilo de relación familiar que nos caracteriza.
Ahora Pablo entra en la particularidad de dos asuntos más que formaban parte de la realidad social de su época: las relaciones en la familia, y la relación entre siervos y amos.
De estas dos particularidad, la relación entre amos y siervos nunca debería tomarse como una justificación de la esclavitud. Si bien es cierto que muchas personas desde el punto de vista del siglo XXI pueden echar de menos en las Escrituras un rechazo más explícito a dicha estructura, yo no despreciaría el importante avance que supone el pensamiento de Pablo ante las relaciones entre amos y siervos, pues con su propuesta se está proponiendo una manera de despojar a dicha relación de su capacidad opresiva.
Lo que llama mi atención hoy es que la fórmula de Pablo sigue siendo:
Para madres y padres: "...como lo haría el Señor" (6:4b)
Para los que están en esclavitud: "...como esclavos de Cristo, que tratan de cumplir con esmero la voluntad de Dios." (6:6b)
Y si recordamos en el capítulo anterior dijo:
A las casadas: "...respeten a sus maridos, como si se tratara del Señor." (5:21b)
A los casados: "...amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia..." (5:25)
Es decir, la fórmula de Pablo no se entiende sin una vida que tiene al Señor en mente en medio de todo lo que hacemos.
La manera en la que el Señor nos trata y en la que se supone que nosotros tratamos a quien es Amor y Vida, se convierte en la manera en la que hemos de tratar a nuestras parejas y resto de familia nuclear, a aquellas personas con cargo de supervisión en el trabajo o a las que nosotros supervisamos, en definitiva, a cualquier ser humano.
El texto de hoy, en mi caso, me lleva a poner atención específicamente en mi labor como hijo, como padre, como empleado y como jefe.
Honrar a nuestras madres y padres no significa que hemos de estar de acuerdo siempre con sus respuestas y que en determinados casos, no debamos poner limites ante acciones que no respeten nuestra responsabilidad como adultos. Pero si significa reconocer que son el medio que Dios ha usado para darme el regalo de la vida y haber llegado vivo y con recursos hasta el día de hoy. Es mi responsabilidad que se sientan atendidos y también protegidos en medio de la vulnerabilidad y limitación que trae el envejecimiento. Significa agradecerles y reconocer todo lo bueno que Dios me ha dado a través de sus atenciones y cuidados.
Avanzar en mi labor como padre, para mi significa proveer a mis hijas de un ambiente en el que se sienten seguras y amadas, sin el cual, como dicen los expertos, el verdadero crecimiento y maduración no se llevará a cabo. Significa ser paciente y respetuoso con sus etapas madurativas, tal como Dios es paciente y respetuoso conmigo.
Ser un buen trabajador, en mi caso, significa dejar de tratar de agradar a mi jefe para empezar a agradar a Dios en todo lo que hago en el ámbito laboral. Toda un reto de cambio de enfoque
Así mismo, ser un buen jefe, significa evitar que me sirvan y servir yo a quienes superviso, así como Cristo nos enseñó cuando se agachó a lavar los pies de sus discípulos.
La "imitatio Dei" es la práctica de vivir al estilo de Dios. Es mi respuesta de fe, cuando creo que Dios sabe perfectamente como debe funcionar las cosas y yo me dispongo a obedecerle aun cuando se que será imposible llevarlo a cabo a no ser que el poder del Espíritu Santo actúe en mi.
Reconozco que en esta práctica de la "imitatio Dei", es fácil caer en el moralismo si no me dispongo a colocar mi atención en la luz que el Espíritu Santo trae a cada aspecto de mi vida junto a la compasión de Su mirada. Me refiero a esa luz que me hace consciente de lo que hago y también de mis motivaciones. Dios me permite colocarme en un lugar de mayor consciencia y me invita a ver cada aspecto de mi vida, aun aquellos que no se corresponden con lo esperado de un seguidor de Cristo. Lo interesante es que cuando soy capaz de ver la realidad de mi estilo de vida, sin omitir los puntos oscuros y aun tan inmaduros en mí, percibo que Dios no me condena, sino que me mira con compasión y me abraza. Solo ese abrazo de compasión parece hacer madurar las partes más infantiles de mi y deshacer la oscuridad. Sospecho que sin esa experiencia de gracia, la "imitatio Dei" puede llegar a ser peligrosa para mí y para otras personas a las que acompaño.
¿Qué prácticas me ayudan a ser un mejor hija o hijo y una mejor madre o padre?
¿Qué prácticas harán que mi fe tenga efectos en mi ámbito laboral?
¿Qué significa para mi caer en el "moralismo"?
¿Qué práctica me ayuda mejor a librarme de esta herejía?
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