
En el primer capítulo se nos sitúa en un periodo de hambre que lleva a la viuda Noemí a decidir volver a Judá. Ella vive con sus nueras, ambas también viudas, a las cuáles recomienda que no le acompañen. Sin embargo llama mi atención las diferentes respuestas de las nueras de Noemí cuando esta les invita a tomar un nuevo camino sin ella:
"Y ellas alzaron otra vez su voz y lloraron; y Orfa besó a su suegra, mas Rut se quedó con ella." (1:14)
Ambas lloraron, pero una ofreció a Noemí un beso y otra un voto de fidelidad para toda la vida:
"Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios." (1:16)
El texto de hoy me invita a pensar en que puedo responder ofreciendo algo bueno, pero sin embargo, a veces lo bueno es enemigo de lo mejor, así como dijo Voltaire.
Las lágrimas de Orfa junto con su beso de despedida fueron buenos, pero la decisión de Rut de no abandonar a su suegra fue lo mejor.
Orar por mis vecinos en casa puede ser bueno, ofrecerles oración directa ante circunstancias adversas evidentes puede ser mejor.
Dar algo de comida a un necesitado es bueno, tomar el tiempo para conocerle y hacerme su amigo puede ser mejor.
Derramar lágrimas por los que han sufrido el terrorismo estos días es bueno, disponerme a donar sangre para que no les falte a los heridos puede ser mejor.
Poner límites a mi hija cuando reacciona ofendiendo a otros es bueno, dedicar una noche para cenar con ella y que tenga toda mi atención es mejor.
El libro de Rut no muestra milagros asombrosos, ni circunstancias sorprendentes, pero si nos deja ver como Dios interviene en el contexto cotidiano mediante las mejores respuestas.
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