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LA IRA DE DIOS Y EL JUICIO (EZEQUIEL 12-24)

Desde el capítulo doce al capítulo veinticuatro, nos encontramos con una serie de alegorías que nos habla duramente sobre la condición de Israel y el juicio sobre ella:

Israel como una vid inútil:

"»Esto dice el Señor Soberano: los habitantes de Jerusalén son como vides que crecen entre los árboles del bosque. Dado que son inútiles, los arrojé al fuego para que se quemen." (15:6)

Israel como una esposa infiel:

”Pero pensaste que eras dueña de tu fama y tu belleza. Entonces te entregaste como prostituta a todo hombre que pasaba. Tu belleza estaba a la disposición del que la pidiera." (16:15)

Israel como un león furioso capturado:

"La tierra y sus habitantes temblaban de miedo
cuando lo oían rugir.
Luego lo atacaron los ejércitos de las naciones,
lo rodearon por todas partes.
Arrojaron una red sobre él
y lo atraparon en una fosa." (19:7b-8)

Israel como dos hermanas promiscuas, refiriéndose a Samaria y Jerusalén:

"«Hijo de hombre, había una vez dos hermanas que eran hijas de la misma madre. Ambas se hicieron prostitutas en Egipto. Incluso cuando eran jovencitas, dejaban que los hombres manosearan sus senos." (23:2-3)

En los capítulos catorce, dieciocho y veinte, Ezequiel parece un abogado que está estudiando el caso de Jerusalén, sin embargo, sus conclusiones son claras. Israel no ha cumplido el pacto, y aunque las personas consideradas más justas sobre la tierra estuvieran entre ellos, el juicio continuaría:

"Aunque Noé, Daniel y Job estuvieran allí, su justicia los salvaría solo a ellos y no a ningún otro, dice el Señor Soberano." (14:14)

Uno de los paradigmas que la Biblia usa con frecuencia es el paradigma jurídico, las leyes y las consecuencias del incumplimiento de las mismas es algo que los pueblos y culturas entienden. Desde este paradigma podemos llegar a entender cuando somos infractores y por tanto merecedores de que todo el peso de la ley caiga sobre nosotros. En el caso de Israel, la realidad de una ley incumplida en medio de ellos, no era solo un paradigma, era una realidad en medio de su organización social, política y jurídica.

El paradigma jurídico no es el único que la Biblia usa para explicar nuestra condición, también usa otros paradigmas como el del noviazgo o el matrimonio.

La función de un paradigma es ayudarnos a entender la realidad desde un punto de vista a través de un ejemplo. No cabe duda, que Ezequiel tenía la difícil tarea de hacer entender a un pueblo endurecido que su manera de vivir estaba teniendo consecuencias terribles. En un sentido, la historia de Israel es un paradigma de nuestra propia historia. Todos hemos experimentado las consecuencias de no vivir bajo los parámetros de Dios, otra cosa es que estemos conscientes de que los horrores que vemos en el mundo están relacionado con esto.

Independientemente del paradigma que mejor entendamos, el mensaje es el mismo, y tiene que ver con la elección y la responsabilidad. Si escogemos un camino de destrucción, no podemos esperar la bendición, por el contrario, necesitaremos darnos cuenta de nuestro error y rectificar lo antes posible.

Tengo el privilegio de ver este pasaje desde la perspectiva tras la cruz, donde podemos afirmar que Jesús ha padecido en nuestro lugar. En un sentido, la cruz absorbió toda nuestra culpa y toda consecuencia de nuestro pecado, como profetizó Isaías:

"Pero fue traspasado a causa de nuestra rebeldía, fue atormentado a causa de nuestras maldades; el castigo que sufrió nos trajo la paz, por sus heridas alcanzamos la salud." (Isaías 53:5)

Si preferimos usar el término bíblico de la "ira de Dios" para explicar la sustitución de Cristo por nosotros, podemos plantearnos que esta ya fue derramada con el fin de que no nos alcanzara. Es por ello, que ante las consecuencias de tomar caminos de destrucción, lo que Dios nos ofrece es reconocer nuestra maldad y confiar en la obra de Cristo. El mismo Dios santo y justo, ha decidido hacerse ser humano, padecer injustamente lo que merecemos y dejar así claro que no quiere nuestra destrucción, sino restaurarnos desde su perdón y su amor infinito.

El tampoco quería la destrucción que estaba padeciendo el pueblo de Israel y así lo trasmitió el profeta:

"No quiero que mueras, dice el Señor Soberano. ¡Cambia de rumbo y vive!" (18:32)

Creo que como iglesia, tenemos responsabilidad profética, en el sentido de prevenir con amor de  aquellos caminos que nos llevan a la destrucción. Sin embargo, al hacerlo, podemos perder de vista lo completa que fue la obra de Dios a través de la encarnación, quizás debemos preguntarnos ¿acaso la ira de Dios no fue totalmente derramada sobre si mismo? Digo esto, porque a veces es posible que tomemos como principio la predicación del arrepentimiento bajo el fundamento del miedo al infierno en vez de como consecuencia de la bondad y gracia de Dios, hablamos como si la ira de Dios no la percibamos satisfecha o como si su bondad no fuera útil para guiarnos al arrepentimiento:

"¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?" (Romanos 2:4)

Por supuesto que hay un camino de destrucción que no debemos de ignorar y que nos toca señalar, pero en Jesús se nos ofrece una senda de amor, bondad y gracia que es lo suficientemente poderosa para llevarnos al arrepentimiento. La gracia significa que Dios no nos da lo que merecemos sino lo que necesitamos.

¿Cómo podría una revelación de la bondad de Dios llevarnos al arrepentimiento más de lo que podría hacerlo el juicio y el castigo de Dios? ¿Cómo ambos conceptos se complementan a la hora de entender el evangelio? ¿Cómo percibo a Dios cuando tomo el camino equivocado? ¿De qué manera Jesús, quien nos mostró al Padre (Juan 14:9), modificar mi imagen acerca de Dios?





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