
"Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los pastores a los rebaños? Coméis la grosura, y os vestís de la lana; la engordada degolláis, mas no apacentáis a las ovejas." (34:2b-3)
Dios mismos va a atender a las ovejas débiles y heridas que han sido descuidadas y hará justicia en medio de la injusticia presente:
"Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada; vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil; mas a la engordada y a la fuerte destruiré; las apacentaré con justicia." (34:16)
Es aquí donde se le da al pueblo la promesa de un nuevo David a través del cual vendrán periodos de justicia y restauración:
"Yo Jehová les seré por Dios, y mi siervo David príncipe en medio de ellos. Yo Jehová he hablado." (34:24)
La historia de Israel no solo es la historia de un pueblo que debe ser liberado de los opresores, sino también la historia de un pueblo que debe ser liberado del opresor que llevan dentro. Es por ello, que Dios se propone atajar el problema de raíz, y de ahí la necesidad de que el pueblo reciba un nuevo corazón y un nuevo espíritu:
"Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne." (36:26)
El profeta muestra la imagen de un valle lleno de huesos secos y sin vida, así se representa las consecuencias de vivir sin tener en cuenta a Dios:
"La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera." (37:1-2)
Sin embargo, esta imagen no es solo para mostrar las graves consecuencias de una vida sin Dios, sino también para manifestar la gran obra de restauración que Dios se dispone hacer a través de su palabra vivificante:
"Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis." (37:4-5)
La porción de hoy pone ante mi dos principios claves en la vida cristiana:
Primero. Así como Dios demanda de los responsables de Israel cuidado y protección, en la comunidad cristiana los más maduros deben velar y proveer por los más inmaduros y los que están en dificultades. ¿Soy consciente de quienes son los que están pasando dificultad en medio de mi comunidad cristiana? ¿Qué puedo hacer por ellos?
Segundo. Nuestro verdadero problema se relaciona con un corazón que nos empuja a vivir lejos de Dios y que nos introduce en un mundo de desolación y muerte. Solo Dios puede cambiar nuestro corazón y darnos vida cuando estamos expuestos ante su Palabra y su soplo. Saber esto ¿a que me empuja? ¿Cómo afecta esta realidad al hecho de acompañar a otros en la fe?
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