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EL DON DE PROFECÍA HOY (HECHOS 21)

Lo primero que llama mi atención en Hechos 21 es el ambiente de comunión que se respira, donde Pablo y sus acompañantes son hospedados, recibidos y despedidos entre lágrimas en su visita a la comunidad Cristiana de la zona. Me resalta la escena de personas de diferente edad y género arrodilladas en la playa orando y despidiéndose y los abundantes mensajes que recibían de personas maduras de las comunidades.

"Pero, pasados aquellos días, nos dispusimos a seguir nuestra ruta. Todos ellos, con sus mujeres y sus hijos, nos acompañaron hasta las afueras de la ciudad. Allí, puestos de rodillas en la playa, oramos." (21:5)

No falta en este capítulo ver a la comunidad destacar en dones que usaban para bendecir: En Tiro aconsejaban a Pablo que no fuera a Jerusalén. En Tiro quienes seguían a Jesús le dan un mensaje a Pablo. En Cesarea Felipe, el evangelista tenía hijas que profetizaban.

"Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén." (21:4)

"Tenía Felipe cuatro hijas solteras que poseían el don de profecía." (21:9)

Un profeta de Judea llamado Agabo también le da a Pablo un mensaje:

"Llevábamos ya varios días en Cesarea, cuando llegó de Judea un profeta llamado Agabo. Vino a vernos, tomó el cinturón de Pablo, se ató con él los pies y las manos y dijo: — Esto dice el Espíritu Santo: “Así atarán los judíos en Jerusalén al dueño de este cinturón. Después lo entregarán en manos de extranjeros”." (21:10-11)

Es interesante señalar que esta predicción hecha por Ágabo manifiesta ciertas inexactitudes, ante el relato de su cumplimiento, que Lucas no oculta. Muestra el autor de Hechos que no fueron los judíos quienes entregaron a Pablo a los gentiles (como en el caso de Jesús), sino que los soldados rescataron a Pablo de los judíos que querían matarle:

"Estaban dispuestos a matarlo, cuando llegó al comandante de la guarnición la noticia de que toda Jerusalén estaba alborotada. Al momento movilizó un grupo de soldados y oficiales y corrió a cargar contra los agitadores. A la vista del comandante y sus soldados, la gente dejó de golpear a Pablo." (21:31-32)

Ágabo señala que los judíos atarían y entregarían a Pablo, pero no fue exactamente así. Por otro lado, no queda duda de que la interpretación de la profecía por parte de la iglesia era que Dios avisaba al apóstol para que no fuera a Jerusalén:

"Al oír esto, tanto los creyentes de la localidad como nosotros rogamos a Pablo que no fuera a Jerusalén." (21:12)

Sin embargo, Pablo ve el asunto de otra manera:

"Pero él respondió:— ¿Por qué me desaniman con su llanto? Estoy dispuesto no sólo a dejarme encadenar, sino a morir en Jerusalén por la causa de Jesús, el Señor. Y, como no había manera de disuadirlo, dejamos de insistir, diciendo resignados: — ¡Que se haga la voluntad del Señor!" (21:13-14)

Además, en el verso 4, ya en Tiro le dijeron a pablo "por el Espíritu" que no subiera a Jerusalén, sin embargo Pablo no tomó en cuenta tal mensaje.

"Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén." (21:4)

En el Antiguo Testamento la sensación es que la profecía se esperaba que fuera infalible por parte de personas con una función especial y única. La Palabra de Dios dada por dichos profetas no era juzgada, solo en caso de no cumplirse había un rechazo total a tales profetas, hasta el punto de que tenían que ser eliminados del pueblo. Después están las palabras de los apóstoles y demás escritores registradas en las Escrituras, que también se ha considerado en la historia de la iglesia dentro de "la palabra profética más segura":

"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada," (2ª Pedro 1:19-20)

Sin embargo, en el Nuevo Testamento, fuera del ministerio de los doce y los escritores de la Biblia, solo nos queda discernir y juzgar lo que se trata de decir bajo la guía del Espíritu, y no hace falta decir, que esto se aplica ante cualquier sermón o cualquier otra manifestación de interpretar las mismas Escrituras sagradas para aplicarla a nuestra vida. Es decir, no debemos tratar como infalibles a quienes no lo somos, y no lo somos por mucho que nos preparemos para entenderla, enseñarla y aplicarla.

En el nuevo pacto cualquier persona cristiana falible puede traer una palabra profética, de ahí que Pablo pida a la iglesia de Corinto que sobre todo profeticen y que anhelen los mejores dones. El objetivo de la profecía en el nuevo pacto es edificar, exhortar y consolar:

"Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación." (1ª Cor. 14:3)

Y revelar lo profundo del corazón de las personas que oyen la profecía:

"Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es juzgado; lo oculto de su corazón se hace manifiesto; y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros." (1ª Cor, 14:24-25)

Sin embargo, en el nuevo pacto nuestras palabras nunca tendrán el rango de las palabras de los profetas del Antiguo Testamento, ni de los apóstoles, ni de los escritores de las Escrituras en general, de ahí que es lógico esperar que toda profecía fuera de lo que he nombrado sea juzgada:

"Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen." (1ª Cor. 14:29)

Tener esto en cuenta, me lleva a ser prudente a la hora de trasmitir lo que creo que el Espíritu Santo me está diciendo. En mi caso, me gusta ayudar a que otras personas juzguen, tal como Pablo manda, y acompaño mis posibles profecías e interpretaciones con frases como estas: "¿tiene sentido para ti?" o "creo que Dios puede estar mostrando..." o aun "no estoy seguro si esto es de Dios o mío..."

En el relato de Hechos vemos a la iglesia y a Pablo juzgando de manera diferente la profecía de Ágabo, cosa que se hace necesario. La iglesia creía que Dios está diciendo que el apóstol no vaya a Jerusalén, y Pablo que debe ir a pesar de que encontrará oposición.

Sin embargo, si la profecía de Ágabo tenía inexactitudes con respecto a ser "amarrado" y "entregado" ¿Por qué dijo "Esto dice el Espíritu Santo"?

El teólogo Wayne Grudem en su recomendable obra "La Profecía En El Nuevo Testamento y Hoy" da tres posibles razones, inclinándose el mismo por la segunda:

a) Agabo consideraba que la profecía contaba con la divina autoridad en sus exactas palabras y que sus pequeñas imprecisiones no son suficientes para anular esa suposición, puesto que estaba en lo correcto en su mayor parte.

b) "Esto dice el Espíritu Santo" no se debe entender como que las palabras mismas de la profecía eran del Espíritu Santo, sino solamente que el contenido general había sido revelado por el Espíritu; siendo así, Hechos 21:10-11 se encuadraría más en el esquema de profecía tal como la enseña Pablo en la carta de 1ª de Corintios.

c) Ágabo intentó imitar a los profetas del Antiguo Testamento, o no conociendo la naturaleza de su don profético, utilizó de manera incorrecta una frase introductoria que, como profeta de menor autoridad, no era apropiada para él.

Mas allá de nuestras interpretaciones ante lo relatado, lo que no debemos dejar de ver es que Hechos 21 nos habla de dones activos entre el pueblo que ministraban a todas las personas, aun a un apóstol como Pablo. Y así como es difícil aprender a andar en bicicleta sin caerte, es complicado más allá de la experiencia de los escritores bíblicos, tratar de mostrar la Palabra de Dios a otras personas sin cometer errores. Sin embargo, esa posibilidad, no llevó a quienes seguían a Jesús a tomar riesgos y tratar de usar sus dones para bendecir y ayudar a otras personas.

¿Están nuestras comunidades llenas de personas activas que usan sus dones hacía los demás, o de personas pasivas que consumen los dones de unas pocas? ¿Nuestra manera de responder a posibles errores puede afectar a la hora de tomar riesgos y ejercitar ciertos dones? ¿Nuestro ministerio permite que los dones de otras personas sean desencadenados o más bien tiende a sentar y callar a otras personas? ¿De qué manera entender que lo que decimos de parte de Dios a otras personas debe ser juzgado me lleva a comunicarlo con humildad? ¿Cómo puede estar activo el ministerio profético en medio de mi comunidad sin que sea una amenaza para desviarnos de lo que realmente Dios está mostrando?



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