Hechos 2 nos narra el momento en el que el Espíritu Santo fue derramado sobre quienes le seguían y cómo estas personas empezaron a hablar en diferentes idiomas a la multitud.
"Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen." (2:4)
También nos muestra a Pedro predicando y relacionando lo ocurrido con la profecía de Joel:
"Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:
Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;
Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días
Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán." (2:16-18)
Pedro también proclama la resurrección de Jesús:
"al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella." (2:24)
E invita a cambiar en un giro de 180 grados la manera de vivir (la palabra conversión, traducida por arrepentimiento en algunas versiones es lo que significa):
"Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo." (2:38)
El capítulo finaliza con una descripción de cómo vivían la primera comunidad cristiana en Jerusalén.
"Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos." (2:43-47)
El cuadro que Lucas nos pinta nos permite ver desde un principio que el derramamiento del Espíritu Santo lo primero que hace es sacar a un grupo compuestos por mujeres y hombres todas ellas discipulos de Jesús, del lugar donde estaban reunidas y como estas personas son capacitadas para compartir las maravillas de Dios y la resurrección al mundo.
Además nos pinta una comunidad que se caracteriza por lo siguiente:
- disposición por juntarse a escuchar las enseñanzas apostólicas, partir el pan y orar (v. 42)
- ministerio apostólico respaldado por hechos (v. 43)
- compartían para no tener necesidad y practicaban el consenso (v. 44, 45)
- vivían la espiritualidad en lugares públicos y en casas con sencillez (v. 46)
- experimentaban el crecimiento que les daba el Señor (v. 47)
Me parece interesante preguntarnos, ¿Cuál de esas características deberían estar más presente en medio de nuestras comunidades cristianas?
A menudo la cristiandad se caracteriza por una eclesiología que más que desatar un ministerio apostólico y evangelista, es decir, un ministerio que amplia la extensión de las buenas noticias en el medio con palabras y hechos, nos aísla en una burbuja.
Algunas razones a menudo se puede relacionar con complejas estructuras, que más que permitirnos una vida de sencillez e involucración social, nos sumergen en una burbuja. A la vez, mantener estas complejas estructuras, a menudo puede significar tener miembros de la comunidad en desempleo y con dificultades económicas sin ser atendidos, debido a que los edificios, programas y salarios profesionales tienen prioridad. O tener miembros pasivos, ya que las decisiones no se llevan a cabo por consenso sino por un liderazgo piramidal y profesional que monopoliza el ministerio considerado más importante. Pero esto no deja de ser una generalización.
"Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen." (2:4)
También nos muestra a Pedro predicando y relacionando lo ocurrido con la profecía de Joel:
"Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:
Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;
Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días
Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán." (2:16-18)
Pedro también proclama la resurrección de Jesús:
"al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella." (2:24)
E invita a cambiar en un giro de 180 grados la manera de vivir (la palabra conversión, traducida por arrepentimiento en algunas versiones es lo que significa):
"Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo." (2:38)
El capítulo finaliza con una descripción de cómo vivían la primera comunidad cristiana en Jerusalén.
"Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos." (2:43-47)
El cuadro que Lucas nos pinta nos permite ver desde un principio que el derramamiento del Espíritu Santo lo primero que hace es sacar a un grupo compuestos por mujeres y hombres todas ellas discipulos de Jesús, del lugar donde estaban reunidas y como estas personas son capacitadas para compartir las maravillas de Dios y la resurrección al mundo.
Además nos pinta una comunidad que se caracteriza por lo siguiente:
- disposición por juntarse a escuchar las enseñanzas apostólicas, partir el pan y orar (v. 42)
- ministerio apostólico respaldado por hechos (v. 43)
- compartían para no tener necesidad y practicaban el consenso (v. 44, 45)
- vivían la espiritualidad en lugares públicos y en casas con sencillez (v. 46)
- experimentaban el crecimiento que les daba el Señor (v. 47)
Me parece interesante preguntarnos, ¿Cuál de esas características deberían estar más presente en medio de nuestras comunidades cristianas?
A menudo la cristiandad se caracteriza por una eclesiología que más que desatar un ministerio apostólico y evangelista, es decir, un ministerio que amplia la extensión de las buenas noticias en el medio con palabras y hechos, nos aísla en una burbuja.
Algunas razones a menudo se puede relacionar con complejas estructuras, que más que permitirnos una vida de sencillez e involucración social, nos sumergen en una burbuja. A la vez, mantener estas complejas estructuras, a menudo puede significar tener miembros de la comunidad en desempleo y con dificultades económicas sin ser atendidos, debido a que los edificios, programas y salarios profesionales tienen prioridad. O tener miembros pasivos, ya que las decisiones no se llevan a cabo por consenso sino por un liderazgo piramidal y profesional que monopoliza el ministerio considerado más importante. Pero esto no deja de ser una generalización.
Podemos prescindir de estructuras complejas, y aun así, no caracterizarnos por el estilo de vida de la iglesia tras pentecostés. De ahí, que este capítulo me lleva a a poner mi mirada en la poderosa persona que es el motor de tanto movimiento, creatividad y nueva vida: el Espíritu Santo.
Quizás podría ayudarnos como comunidad el evaluar y examinar nuestra relación con una vida guiada por el Espíritu Santo a la luz de este pasaje.
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