En el capítulo 22 Pablo consigue hablar a la multitud que está queriendo quitarle del medio. El cuenta su testimonio; a lo que se dedicaba, como Jesús se le apareció y le habló y como le fue encomendado el ir a las naciones.
En medio de este discurso, me destaca el siguiente verso, que es una referencia a lo que Ananías le dijo a Pablo tras encontrarse con Jesús:
"Porque debes ser su testigo ante todos de cuanto has oído y presenciado" (22:15)
Este verso me hace pensar en el valor de la experiencia con Dios, que me permite ser testigo, que cuenta lo que ha ocurrido.
Me temo, que hoy más que testificar, a veces nos quedamos con aprender y enseñar teología. Las personas teólogas nos acercan al texto bíblico y nos ayudan a estudiar la mejor manera de interpretarlo y aplicarlo. No me cabe duda del valor que tiene la enseñanza y la teología en nuestras vidas y comunidades de fe. Sin embargo, es posible aprender teología y aun ser personas teólogas sin ser personas testigos, es decir, conocer textos y posibles interpretaciones del mismo, sin haber experimentado la realidad del amor y poder de Dios en mi vida y en la de otras personas.
Para aprender y enseñar teología, a veces es solamente necesario dominar cierta información y técnicas hermenéuticas. Sin embargo, es imposible ser una persona testigo sin haber tenido un encuentro con Jesús.
Si no soy capaz de identificar encuentros con Jesús o siento que no los he experimentado aun, se me ocurre algo, decir como aquel ciego en el camino: "Jesús, hijo de David, ten misericordia de mi, pecador"
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