
"Les encargaron hacer la siguiente pregunta a los profetas y a los sacerdotes del templo del Señor de los Ejércitos Celestiales: «¿Debemos continuar de luto y ayuno cada verano en el aniversario de la destrucción del templo, como lo hemos estado haciendo durante muchos años?»." (7:3)
En un sentido, detrás de esta pregunta parece que se encuentra la inquietud por saber si en verdad el reino de Dios va a ser instaurado por fin en medio de ellos y el tiempo de lamentación por fin acabó.
Zacarías en principio, más que responder la pregunta, les muestra la responsabilidad que tiene el pueblo para ver el reino en medio de ellos:
"«El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: juzguen con imparcialidad y muestren compasión y bondad el uno por el otro. No opriman a las viudas ni a los huérfanos ni a los extranjeros ni a los pobres. Tampoco tramen el mal unos contra otros." (7:9-10)
En un sentido, a la pregunta de "¿Se instaurará el reino en este tiempo?", el profeta responde con otra pregunta: "¿Estáis dispuestos a vivir de manera diferente a como vivieron vuestros antepasados?"
"»Sus antepasados se negaron a escuchar este mensaje. Volvieron la espalda tercamente y se taparon los oídos para no oír. Endurecieron su corazón como la piedra para no oír las instrucciones ni los mensajes que el Señor de los Ejércitos Celestiales les había enviado por su Espíritu por medio de los antiguos profetas. Por eso el Señor de los Ejércitos Celestiales se enojó tanto con ellos." (7:11-12)
No cabe duda en la porción de hoy, del deseo de Dios de bendecir al pueblo y traer un tiempo diferente, Zacarías lo deja ver con claridad:
"»El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: pueden estar seguros de que rescataré a mi pueblo del oriente y del occidente. Yo los haré regresar a casa para que vivan seguros en Jerusalén. Ellos serán mi pueblo, y como su Dios los trataré con fidelidad y justicia." (8:7-8)
Sin embargo, el profeta nos da un antídoto ante la herejía del antinomianismo, la cual puede llegar a estar muy presente en algunos movimientos cristianos de hoy. El antinomianismo cree que en la vida de fe, nos toca estar de brazos cruzados, cree en una gracia donde lo que hagamos o dejemos de hacer nada importa. Sin embargo Zacarías les recuerda que la vida con Dios hay un colaborar con su voluntad, una rendición que no es solo una aceptación de información intelectual, sino una manera de vivir y responder diferente:
"Pero ustedes deben hacer lo siguiente: digan la verdad unos a otros. En sus tribunales, pronuncien veredictos que sean justos y que conduzcan a la paz. No tramen el mal unos contra otros. Dejen de amar el decir mentiras y jurar que son verdad. Yo odio todas esas cosas, dice el Señor»." (8:16-17)
Si, Dios quiere restaurar a su pueblo, y lo va a hacer, pero la realidad del reino no se experimentará si decidimos seguir andando en los caminos que nos llevaron hasta la desolación. El arrepentimiento es un andar en otro sentido, es un pensar, actuar y responder de manera diferente.
Deseamos que la paz de Dios nos acompañe, y Dios desea darnos su paz, sin embargo, como Adán y Eva, seguimos siendo seres con capacidad de decidir como vamos a vivir. El mensaje de los profetas muestra a menudo las bendiciones y promesas de Dios condicionadas a nuestra respuesta.
Esto me hace pensar en mis deseos de restauración en diferentes áreas de mi vida. Dios me ha mostrado la necesidad de caminar en tales áreas de una nueva manera, me ha mostrado mi necesidad de hacer ajustes importantes. No cabe duda que tal visión de su deseo y voluntad es una manifestación de su gracia, pero esa gracia no solo actúa en mi en el papel de la transmisión de información correcta, también actúa en el papel de capacitarnos para vivir de la manera correcta.
Además, esa gracia nunca significó para las personas de fe, estar de brazos cruzados, sino más bien permite que el esfuerzo, tome también su lugar correcto dentro del bendito proceso de ser más como Jesús. Esto no es difícil de entender cuando somos consciente que nuestro Camino es un camino de vida real y práctica, es el Camino de Cristo viviendo en nosotros y a través de nosotros, donde toda obra buena que realizamos es manifestación del poder y la gracia divina, y por tanto, todo mérito es de Cristo mismo. Es su vida en nosotros que moviliza nuestra voluntad y coloca el esfuerzo en el lugar correcto.
"Señor, tu me vas mostrando como he de vivir, y tu me ofreces el poder para vivir conforme a tu voluntad. Mi esfuerzo personal por si solo no tiene capacidad para la transformación de mi corazón, sin embargo, tu invitación es a una vida de fe activa, que implica no sembrar para la carne, sino para el Espíritu. Ayúdame a permanecer rendido a ti, no quiero volver a tomar las riendas de mi vida, lléname de tu Espíritu Santo. Gracias por llenarme Señor, me dispongo a vivir en la compasión y la bondad a hablar verdad y buscar el bien de mi prójimo".
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