Me adentro en uno de los grandes mensajes de esta carta, este comienza afirmando que Dios es luz:
"Este es el mensaje que hemos oído de Jesucristo y se lo estamos anunciando a ustedes: Dios es luz y no hay oscuridad en él." (1:5)
La luz disipa las tinieblas así como Dios disipa la maldad. La luz es un elemento necesario para la vida, por lo que es una metáfora formidable para referirnos a Dios, quien es el creador y sustentador de todo y quien nos provee una vida abundante.
Sin embargo, la luz deja ver lo que está desordenado y sucio, y en ese sentido puede llegar a ser muy incómoda, sobre todo si saca a relucir aquello de nosotros que no nos gusta y avergüenza, no es de extrañar que ante la luz, muchas veces prefieramos la oscuridad. No obstante, para ordenar lo desordenado y limpiar lo sucio, la luz es imprescindible. Recibir luz, por tanto, tiene mucho que ver con la consciencia, nos ayuda a ver lo que no estábamos viendo y a sentir lo que no estábamos sientiendo.
Junto al mensaje de que Dios es luz, esta carta también nos deja un mensaje radical acerca de como saber si estamos en una relación correcta con Dios:
"Si decimos que estamos bien con Dios pero seguimos viviendo en la oscuridad, estamos mintiendo, pues no seguimos la verdad. Pero si continuamos viviendo en la luz como Dios vive en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, continúa purificándonos de todo pecado." (1:6-7)
En nuestro entorno occidental, el conocer a Dios a veces se confunde con tener información bíblica o participar en una subcultura religiosa, sin embargo, ninguno de estos elementos garantizan que tenemos una relación correcta con Dios. La carta de 1ª de Juan nos da un elemento más seguro para evaluar si tenemos o no una relación con Dios, y dicho elemento es vivir en la luz así como Dios vive en la luz. Conexión, puede ser otra palabra que nos ayude a entender como vivir en la luz: una persona conectada con Dios, con él mismo, con su prójimo y con la naturaleza, es una persona capaz de actuar de manera amorosa ¿acaso no es la desconexión la que nos lleva acciones dañinas para nosotros mismos, para los demás y para el entorno?
Parece que andar en la luz no significa aquí ausencia total de pecado, sino más bien estar en un proceso donde la luz de Dios alumbra nuestra maldad y así vamos tomando consciencia de como somos perdonados y liberados de todo aquello que nos hace menos humanos. De hecho, quien afirma que no tiene pecado, parece que no está teniendo en cuenta el mensaje de Dios:
"Si afirmamos que no tenemos pecado, lo único que hacemos es engañarnos a nosotros mismos y no vivimos en la verdad; pero si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Si afirmamos que no hemos pecado, llamamos a Dios mentiroso y demostramos que no hay lugar para su palabra en nuestro corazón." (1:8-10)
Por tanto, la luz de Dios nos hace conscientes de todo aquello que no anda bien en nosotros y necesita ser cambiado y nos lleva a la confesión, lo cual es un acto muy práctico y básico en la vida espiritual. La confesión implica al menos tres cosas:
1) Estar de acuerdo con Dios en que hay en nosotros cosas concretas que no van bien y debemos dejar
2) Reconocer que Dios a través de la obra de Jesús en la cruz, nos ha perdonado y limpiado y por lo tanto la culpa ha sido quitada.
3) Arrepentirnos, lo cual tiene que ver con dejar de hacer lo que hacíamos y/o hacer lo que no estábamos haciendo.
La carta es muy práctica en ayudarnos a evaluar nuestra relación y conocimiento de Dios, si decimos que conocemos a Dios, pero no vivimos conforme a su voluntad, quizás es mejor que reconozcamos que tenemos conocimiento teológico (quizás tenemos ortodoxia), o que participamos en algunas actividades religiosas (tenemos cultura religiosa) pero que en realidad no lo conocemos en el sentido bíblico (nos falta ortopraxis, encarnación de la vida de Dios):
"Podemos estar seguros de que conocemos a Dios si obedecemos sus mandamientos. Si alguien afirma: «Yo conozco a Dios», pero no obedece los mandamientos de Dios, es un mentiroso y no vive en la verdad;" (2:3-4)
¿A qué mandamiento se refiere? a amar a los demás de la misma manera que Dios nos ha amado:
"El que dice que vive en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. El que ama a su hermano vive en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga caer en el pecado." (2:9-10)
Probablemente algunos al leer el verso anterior pensaríamos, "yo no odio a nadie". El odio es un sentimiento de antipatía y aversión hacía otra persona. ¿Has sentido alguna vez que no eres bienvenido? ¿Qué alguien preferiría que salieras de escena o que las cosas no te vayan bien? A veces es más fácil detectar esto de parte de otros que darnos cuenta de que ese sentimiento puede estar en nosotros más veces de las que lo reconocemos. Sin embargo, aunque quizás es cierto que no deseamos o buscamos el mal de alguien, tampoco deseamos o buscamos su bien. En la Biblia, el amor ágape no tiene que ver con dar lo que otros merecen o se han ganado, y el amor ágape es la esencia del amor del que habla Juan.
Podemos afirmar a la luz de este escrito, que una señal de que estamos en la luz, de que realmente conocemos a Dios, es que buscamos de manera activa el bien de otros aun cuando no lo merezcan, de la misma manera que Dios nos amó aun cuando estábamos en nuestros delitos y pecados.
¿Está la Luz mostrándote hoy algo que debe ser confesado? ¿A quien debes amar hoy con el amor ágape con el que Dios te ama?
"Este es el mensaje que hemos oído de Jesucristo y se lo estamos anunciando a ustedes: Dios es luz y no hay oscuridad en él." (1:5)
La luz disipa las tinieblas así como Dios disipa la maldad. La luz es un elemento necesario para la vida, por lo que es una metáfora formidable para referirnos a Dios, quien es el creador y sustentador de todo y quien nos provee una vida abundante.
Sin embargo, la luz deja ver lo que está desordenado y sucio, y en ese sentido puede llegar a ser muy incómoda, sobre todo si saca a relucir aquello de nosotros que no nos gusta y avergüenza, no es de extrañar que ante la luz, muchas veces prefieramos la oscuridad. No obstante, para ordenar lo desordenado y limpiar lo sucio, la luz es imprescindible. Recibir luz, por tanto, tiene mucho que ver con la consciencia, nos ayuda a ver lo que no estábamos viendo y a sentir lo que no estábamos sientiendo.
Junto al mensaje de que Dios es luz, esta carta también nos deja un mensaje radical acerca de como saber si estamos en una relación correcta con Dios:
"Si decimos que estamos bien con Dios pero seguimos viviendo en la oscuridad, estamos mintiendo, pues no seguimos la verdad. Pero si continuamos viviendo en la luz como Dios vive en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, continúa purificándonos de todo pecado." (1:6-7)
En nuestro entorno occidental, el conocer a Dios a veces se confunde con tener información bíblica o participar en una subcultura religiosa, sin embargo, ninguno de estos elementos garantizan que tenemos una relación correcta con Dios. La carta de 1ª de Juan nos da un elemento más seguro para evaluar si tenemos o no una relación con Dios, y dicho elemento es vivir en la luz así como Dios vive en la luz. Conexión, puede ser otra palabra que nos ayude a entender como vivir en la luz: una persona conectada con Dios, con él mismo, con su prójimo y con la naturaleza, es una persona capaz de actuar de manera amorosa ¿acaso no es la desconexión la que nos lleva acciones dañinas para nosotros mismos, para los demás y para el entorno?
Parece que andar en la luz no significa aquí ausencia total de pecado, sino más bien estar en un proceso donde la luz de Dios alumbra nuestra maldad y así vamos tomando consciencia de como somos perdonados y liberados de todo aquello que nos hace menos humanos. De hecho, quien afirma que no tiene pecado, parece que no está teniendo en cuenta el mensaje de Dios:
"Si afirmamos que no tenemos pecado, lo único que hacemos es engañarnos a nosotros mismos y no vivimos en la verdad; pero si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Si afirmamos que no hemos pecado, llamamos a Dios mentiroso y demostramos que no hay lugar para su palabra en nuestro corazón." (1:8-10)
Por tanto, la luz de Dios nos hace conscientes de todo aquello que no anda bien en nosotros y necesita ser cambiado y nos lleva a la confesión, lo cual es un acto muy práctico y básico en la vida espiritual. La confesión implica al menos tres cosas:
1) Estar de acuerdo con Dios en que hay en nosotros cosas concretas que no van bien y debemos dejar
2) Reconocer que Dios a través de la obra de Jesús en la cruz, nos ha perdonado y limpiado y por lo tanto la culpa ha sido quitada.
3) Arrepentirnos, lo cual tiene que ver con dejar de hacer lo que hacíamos y/o hacer lo que no estábamos haciendo.
La carta es muy práctica en ayudarnos a evaluar nuestra relación y conocimiento de Dios, si decimos que conocemos a Dios, pero no vivimos conforme a su voluntad, quizás es mejor que reconozcamos que tenemos conocimiento teológico (quizás tenemos ortodoxia), o que participamos en algunas actividades religiosas (tenemos cultura religiosa) pero que en realidad no lo conocemos en el sentido bíblico (nos falta ortopraxis, encarnación de la vida de Dios):
"Podemos estar seguros de que conocemos a Dios si obedecemos sus mandamientos. Si alguien afirma: «Yo conozco a Dios», pero no obedece los mandamientos de Dios, es un mentiroso y no vive en la verdad;" (2:3-4)
¿A qué mandamiento se refiere? a amar a los demás de la misma manera que Dios nos ha amado:
"El que dice que vive en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. El que ama a su hermano vive en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga caer en el pecado." (2:9-10)
Probablemente algunos al leer el verso anterior pensaríamos, "yo no odio a nadie". El odio es un sentimiento de antipatía y aversión hacía otra persona. ¿Has sentido alguna vez que no eres bienvenido? ¿Qué alguien preferiría que salieras de escena o que las cosas no te vayan bien? A veces es más fácil detectar esto de parte de otros que darnos cuenta de que ese sentimiento puede estar en nosotros más veces de las que lo reconocemos. Sin embargo, aunque quizás es cierto que no deseamos o buscamos el mal de alguien, tampoco deseamos o buscamos su bien. En la Biblia, el amor ágape no tiene que ver con dar lo que otros merecen o se han ganado, y el amor ágape es la esencia del amor del que habla Juan.
Podemos afirmar a la luz de este escrito, que una señal de que estamos en la luz, de que realmente conocemos a Dios, es que buscamos de manera activa el bien de otros aun cuando no lo merezcan, de la misma manera que Dios nos amó aun cuando estábamos en nuestros delitos y pecados.
¿Está la Luz mostrándote hoy algo que debe ser confesado? ¿A quien debes amar hoy con el amor ágape con el que Dios te ama?
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