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¿ESTOY EN LA VERDAD? (1ª JUAN 5:18-21)

Concluyo la primera carta de Juan con un mensaje muy oportuno para un mundo donde cada uno de manera contradictoria declaramos poseer la verdad, al menos nuestra verdad, y donde esta acaba siendo solo un aspecto relativo. Juan nos muestra quien es el verdadero y como estar en la verdad:

"Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Éste es el verdadero Dios, y la vida eterna." (5:20)

Las palabras de este verso bien puede llevarnos a preguntarnos ¿Quién es el verdadero, Dios o su Hijo Jesucristo?

Parece que Juan a lo largo de este escrito, nos ha querido dejar claro el testimonio de que no puede conocer bien a Dios fuera de Jesús. Tanto Juan como el resto de los apóstoles y testigos oculares, al conocer a Jesús, descubrieron que Dios es amor, un amor que ha implicado encarnación, entregar la propia vida, aun cuando estábamos perdidos, para librarnos de la culpa y darnos una vida eterna que consiste en vivir en su amor, amando a otros.

Recordemos que los primeros receptores de esta carta acababan de ver como personas de sus comunidades les dejaban. Se iban declarando que Jesús no es el Mesías y no ha venido en carne. Sin embargo, es ese Jesús que rechazaban quien nos ha mostrado como es Dios de manera que se ha podido ver, escuchar, tocar y oler. Es Jesús quien nos enseña en que consiste la vida de Dios y como se vive en nuestra dimensión actual. Perder a Jesús de vista, solo nos lleva a crearnos un dios a nuestra propia imagen, de ahí que las últimas palabras de esta carta sean:

"Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén." (5:21)

Cuando leemos las Escrituras sin tener en cuenta como Jesús las entendió y vivió, fracasamos como los fariseos y saduceos y acabamos en sistemas religiosos opresores. Cuando huimos de los sistemas religiosos opresores y no tenemos en cuenta a Jesús, acabamos en otros sistemas no religiosos que con el tiempo mantienen el mismo problema de raíz, aun cuando acabamos no creyendo en nada sino en nosotros mismos, el problema se hace más evidente, pues en realidad el egoismo y las miserias están en cada uno de nosotros. Pero cuando dejamos que el amor de Dios nos sane y libere, acabamos siendo libres del temor. Acabamos demostrando que estamos en la luz al amar a otros a la manera de Jesús y viviendo como él nos enseñó.

No nos engañemos, por muy buena doctrina que prediquemos, por muy buenos estudios bíblicos a los que nos expongamos, por muchos artículos o libros de espiritualidad que tengamos o leamos, por muchas predicaciones que escuchemos de los que afirman tener la sana doctrina, si no amamos a nuestros hermanos al estilo de Jesús, es decir, buscando su bien activamente e intencionalmente, no conocemos a Dios. La carta de Juan nos enseña que nuestra espiritualidad se debe medir en la manera en la que amamos, todo lo demás son medidas inútiles si la medida del amor activo e intencional no sale aprobada. Se puede decir más alto, pero no más claro de como Juan lo ha dicho.

¿De qué manera puedo individualmente y en mi comunidad cristiana evaluar el nivel de espiritualidad? ¿Es el amor a mis hermanos el elemento más evidente en nuestra comunidad cristiana? ¿Qué reacciones y pensamientos delatan mi necesidad de ser transformado por el amor de Dios?





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