
Amós ve un enjambre de langosta que arrasa los campos, después un gran fuego, y ante ello clama pidiendo que Dios tenga misericordia. Dios le dice que esto no va a acontecer, pero entonces le muestra una visión del templo en Bethel donde se adora falsos dioses y le dice que va a ser destruido:
"»Los altares paganos de Isaac serán destruidos,
y arruinados los santuarios de Israel;
me levantaré con espada
contra el palacio de Jeroboán»."
(7:9)
Tras esta visión, hay otra donde Amós ve un canasto de fruta madura y Dios le dice que como la fruta cae al suelo al madurar, así Israel caerá y será golpeada.
En medio de las terribles consecuencias de una vida injusta e inmoral, este libro acaba con un rayo de esperanza:
"En aquel día levantaré
la choza caída de David.
Repararé sus grietas,
restauraré sus ruinas
y la reconstruiré tal como era en días pasados,
para que ellos posean el remanente de Edom
y todas las naciones que llevan mi nombre
—afirma el Señor,
que hará estas cosas—.
»Vienen días —afirma el Señor—,
»en los cuales el que ara alcanzará al segador
y el que pisa las uvas, al sembrador.
Los montes destilarán vino dulce,
el cual correrá por todas las colinas.
Restauraré a mi pueblo Israel;
ellos reconstruirán las ciudades arruinadas
y vivirán en ellas.
Plantarán viñedos y beberán su vino;
cultivarán huertos y comerán sus frutos.
Plantaré a Israel en su propia tierra,
para que nunca más sea arrancado
de la tierra que yo le di»,
dice el Señor tu Dios."
(9:11-15)
Amós trata acerca de un Dios justo y recto que no puede mirar a otro lado ante la maldad, pero que a la vez, desea la restauración de aquellos que participan en dicha maldad. Dios se ha propuesto cambiar a su pueblo escogido, pero también a todas las naciones. El que las cosas no nos salgan bien cuando andamos fuera de su voluntad, es un llamado urgente al arrepentimiento, a regresar a la adoración del Dios verdadero, que como Amós nos ha mostrado, no consiste en una serie de rituales sin más, sino en una relación correcta, misericordiosa y justa con nuestro prójimo. Si nuestra adoración no desemboca en actos de misericordia hacía los que nos rodean, entonces no es la adoración a la que Dios nos invita.
¿De que maneras puedo ver las consecuencias de no vivir al estilo de Jesús? ¿Siento que hay una llamada al arrepentimiento para mi? ¿Cómo debe verse mi adoración a Dios para que esta sea de su agrado?
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