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LA RAZONABLE IRA Y LA LOCURA DE LA GRACIA (JONÁS 1)

Empiezo la historia de Jonás tras haberla leída completamente. Hoy me adentro mucho más despacio en los detalles de la misma. Al ser un libro corto me puedo permitir leerlo varias veces y hacer uso de la lectio continua y lectio divina para tratarlo. Estas herramientas son solo medios, el fin es escuchar a Dios, conocerle más y obedecerle.

En el primer capítulo Dios pide a Jonás que vaya a predicar a Nínive y este huye literalmente a occidente, concretamente a Tarsis, la actual Cádiz. ¿Cómo un profeta de Dios se atreve a tal acción?

"La palabra del Señor vino a Jonás hijo de Amitay: «Anda, ve a la gran ciudad de Nínive y proclama contra ella que su maldad ha llegado hasta mi presencia». Jonás se fue, pero en dirección a Tarsis, para huir del Señor." (1:1-3A)

2ª Reyes 15 y 18 habla de las acciones de los Asirios contra los judios, Nínive está en Asiria. Se nos dice que los asirios invadieron la tierra, es decir, tomaron un lugar por la fuerza con todo lo que ello implica. También se nos dice que deportaron a la gente, es decir, la llevaron contra su voluntad como esclavos a otro territorio fuera de su hogar. También se nos dice que los Asirios sitiaron la ciudad de Samaria, sitiar una ciudad es cuando la rodeas y la aísla para que no tenga acceso a elementos básicos para la vida. La escasez de recurso crea miseria, hambre y aun la muerte de muchos.

¿Tenía motivos Jonás para no querer ir a Nínive? El caso es que no parece que era el temor de estar entre los ninivitas lo que produjo la huida del profeta, en el capítulo 4 veremos como este confiesa que huyó porque conocía de la misericordia de Dios (4:3). Jonás no deseaba el bien para esta gente, y tenía motivos razonables para ello.

Cuando trata de huir, una tempestad alcanza la embarcación y en medio del temor de los marineros por naufragar, acaban descubriendo que un tripulante que dice ser un hebreo que teme a Jehová, Dios de los cielos, que hizo el mar y la tierra huía de la presencia de su Dios, y deciden creer que esta es la razón de dicha tempestad.

"—Soy hebreo y temo al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme —les respondió.
Al oír esto, los marineros se aterraron aún más y, como sabían que Jonás huía del Señor, pues él mismo se lo había contado, le dijeron: —¡Qué es lo que has hecho!" (1:9-10)

Tenemos por tanto a un hombre que conocía de la misericordia de Dios y que temía a Dios, pero no lo suficiente como para querer el bien de los habitantes de Nínive y obedecer a este Dios cuando desea mostrar misericordia para con sus enemigos.

¿Qué puede llevarnos a no querer servir a Dios cuando se trata de bendecir a los que nos hacen mal? Cuando la gente se porta mal con nosotros o con la gente a la que amamos, hieren nuestro corazón. Esta herida puede llegar a supurar enojo continuo, amargura, odio... en esas condiciones, uno entiende el concepto de misericordia de manera muy superficial, así como Jonás.

Sin embargo, cuando somos consciente de nuestras miserias, de nuestra propia perdición y enfermedad, y en vez de recibir lo esperado, somos asaltados por la misericordia y el amor incondicional, descubrimos el poder de la gracia. Esta gracia es como un bálsamo sanador, que nos puede librar del rencor, del odio, de la amargura... y aun nos puede llevar a desear trabajar para el bien de nuestros enemigos.

La historia de Jonás me recuerda que es posible conocer a Dios superficialmente, sin permitir cambios profundos en mi corazón. También nos enseña que el no poder amar a los que nos hacen daño es una señal de nuestras heridas, de nuestra enfermedad necesitada de gracia y el motivo de porque evitamos mucho de lo que Dios desea. Y lo más asombroso, es que conocer a Dios de verdad está relacionado con amar a quienes nos hacen daño y aun a nuestros enemigos.

Me doy cuenta por tanto que una de las barreras más grande para conocer a Dios es mi corazón herido, pues mi tendencia es escaparme, esconderme, en vez de ayudar a quienes me han herido. Necesito abrirme más a la gracia, esa que me sana y me lleva a hacer la locura de amar "a pesar de".

¿A quien o quienes me cuesta hacerles bien? ¿Cómo estoy huyendo de lo que Dios me pide que haga para bendecirles? ¿Soy consciente de que ir contra la voluntad de Dios de amar, no me llevará a un lugar de paz sino de tormenta? ¿Qué puedo hacer ante Dios si encuentro que en mi corazón hay ira, rencor y odio?



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