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¿TE ALCANZA LA PROFECÍA? (SOFONÍAS 1-3)

¿Cómo deberíamos tomarnos las palabras proféticas de las Escrituras? ¿Tiendes a ver las advertencias de los profetas para otros y no para ti mismo? Con la siguiente reflexión, no solo quiero examinar la estructura de Sofonías, que puede ser modelo de otros escritos proféticos similares, sino también deseo compartir como este género literario ha llegado a tener mucho sentido para mi propia vida cotidiana.

El libro profético de Sofonías comienza con una imagen del juicio de Dios ante un mundo lleno de maldad e injusticia. Se supone que Judá e Israel deberían marcar una diferencia, sin embargo, la manera en la que viven es similar al resto de las naciones.

"Acontecerá además en aquel tiempo,
que inspeccionaré a Jerusalén linterna en mano
y castigaré a los desaprensivos
que dentro de su corazón se dicen:
“El Señor no actúa, ni para mal ni para bien”."
 (1:1-12)

Tras una terrible descripción de las consecuencias que trae vivir alejados de Dios, el profeta hace una invitación al arrepentimiento. Arrepentirnos tiene que ver con dar un giro de 180 grados con respecto al camino de vida en el que nos encontramos. Implica reconocer que nuestra manera de actuar no es correcta y decidir así cambiar nuestras actitudes, nuestras motivaciones y nuestras acciones. El arrepentimiento es la única respuesta acertada ante la advertencia profética de que el "día del Señor vendrá", frase con la que los profetas bíblicos expresan que la injusticia y la maldad no prevalecerán. 

"Busquen al Señor ustedes,
todos los humildes de la tierra,
los que cumplen sus preceptos;
practiquen la justicia
y busquen la humildad;
tal vez esto los proteja
el día de la ira del Señor."
(2:3)

No podemos perder de vista que los escritos proféticos en la Biblia pretenden advertir. La advertencia es clave para evitar lo peor. Es como el médico que le dice al fumador que si sigue con su perjudicial hábito su sistema respiratorio sufrirá gravemente. A veces, no somos conscientes de las consecuencias de nuestras actitudes y acciones, hasta que como dice el refrán "le vemos las orejas al lobo". El ministerio profético pone luz a consecuencias que no siempre vemos en el presente, o nos recuerda que si no hacemos algo, habrá un agravamiento de la crisis que hemos empezamos a sentir. 

Gran parte del contenido de Sofonías describe de manera trágica las consecuencias de vivir en injusticia y maldad y el escritor advierte no solo al pueblo de Dios, sino al resto de las naciones: los pueblos del este, del oeste, del norte y del sur, ninguno quedará impune ante el estilo de vida que prevalece en el momento y sospecho que tampoco nosotros:

"El Señor extenderá su mano
hacia los países del norte
y Asiria será destruida.
Hará de Nínive un lugar devastado,
la convertirá en árido desierto;" 
(2:13)

Sin embargo, el escrito no nos deja solo con las trágicas imágenes de destrucción. El deseo del Señor no es destruir, sino restaurar. Sin embargo, la restauración necesita la deconstrucción de todo aquello que está realmente en mal estado. 

Ante este libro, pienso en las palabras del terapeuta que atiende a mi matrimonio en medio de una importante crisis, este nos habla de destruir para construir. En medio de esta crisis familiar, la estructura de comportamiento habitual en nuestro hogar fue sacudida y destruida en poco tiempo, lo cual nos trajo una imagen de desolación. Sin embargo, con el tiempo y en medio del dolor, empezamos a sentir que aquello que está muriendo no solo nos trae liberación, sino la oportunidad de una nueva construcción, mucho más hermosa y fuerte. Es en este tipo de procesos, donde mejor valoro los escritos proféticos, y donde mejor entiendo lo que significa la destrucción de las estructuras de maldad en nuestras vidas, la advertencia a un arrepentimiento sincero y la esperanza de un mejor futuro como finalidad última.

La advertencia profética es válida para nuestros hogares, nuestras comunidades cristianas, nuestra sociedad y todo nuestro mundo. Confieso que me preocupa mucho la corriente en ciertos movimientos cristianos de ver el ministerio profético para todos menos para uno mismo y sospecho que necesitamos que Dios abra nuestros ojos, para que nuestros puntos ciegos sean alumbrados y nos demos cuenta que tenemos la urgente necesidad de ver la destrucción de la maldad e injusticia que aun poseemos, la necesidad de arrepentirnos de toda actitud y acción que oprime a otros y a la vez a nosotros mismos y la necesidad de abrazar la esperanza de que el Señor cumplirá finalmente su propósito de liberarnos y restaurarnos. 

"Aquel día se dirá a Jerusalén:
“¡No temas, ciudad de Sión,
que no desfallezcan tus manos!”.
El Señor, tu Dios, está contigo;
él es poderoso y salva.
Se regocija por ti con alegría,
su amor te renovará,
salta de júbilo por ti.
Alejaré de ti la desgracia,
el oprobio que pesaba sobre ti.
En aquel tiempo actuaré
contra todos tus opresores;
socorreré a los inválidos,
reuniré a los dispersos;
les daré fama y renombre
donde hoy son objeto de oprobio." 
(3:16-19)



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