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LEYES QUE NO TRANSFORMAN (LEVÍTICO 18-20)

Tras la explicación en el capítulo 16 y 17 de como llevar a cabo la fiesta de la expiación, Levítico nos sigue ofreciendo instrucciones acerca de como el pueblo de Dios debía mantenerse puro. Las leyes de pureza vista en los capítulos del 11 al 15 ayudaban a los hebreos a tener en cuenta la santidad de Dios en medio de la vida cotidiana. Como señalamos, estar impuro, no era necesariamente algo malo, de hecho era inevitable en medio de los procesos naturales, lo que no debía el pueblo de Dios, es acercarse a Dios en estado de impureza, lo cual les llevaba a participar en una serie de rituales que les permitía tener en cuenta a Dios en medio de cada área de la vida cotidiana: el trabajo, la sexualidad, las enfermedades etc.

En la porción de Levítico en la que nos adentramos hoy, los Israelitas son llamados a vivir de una manera diferente a como vivían los Egipcios y los Cananeos.

"No haréis como se hace en Egipto donde habitasteis; ni haréis como se hace en Canaán adonde yo os conduzco; ni seguiréis sus costumbres." (18:3)

De ahí que nos adentramos en una serie de leyes que van a introducir una manera diferente de vivir, que va a ser muy revolucionaria en la época y que va a afectar, al menos a la integridad sexual, la ayuda a los pobres y la justicia social.

En Egipto y Canaán existían prácticas sexuales permitidas, muchas de ellas de carácter religioso, que incluían actos homosexuales y heterosexuales de incesto y aun con animales. El pueblo de Dios está llamado a vivir una sexualidad diferente:

"No permitirás que ninguno de tus hijos sea sacrificado a Moloc, profanando así el nombre de tu Dios. Yo soy el Señor. No te acostarás con un hombre como se hace con una mujer; es una cosa aborrecible. No tendrás relaciones carnales con ningún animal contaminándote con él, ni tampoco las tendrá mujer alguna con él; es una perversión." (18: 21-23)

En Egipto, los israelitas fueron oprimidos trabajando sin descanso, sin embargo, ellos debían tratar al extranjero de manera diferente a como habían sido tratados:

"Cuando un extranjero resida en vuestra tierra con vosotros, no lo oprimáis; deberá ser considerado como un nacido en el país y lo amarás como a ti mismo, porque también vosotros fuisteis extranjeros en el país de Egipto. Yo soy el Señor, vuestro Dios." (19:33)

Ellos debían tener en cuenta a los pobres en medio de la comunidad:

"Tampoco harás rebusco de tu viña ni recogerás los frutos caídos de tu huerto; los dejarás para el pobre y para el extranjero. Yo soy el Señor, vuestro Dios." (19:10)

En medio de la vida social, los Israelitas son llamados a vivir justamente, sin hacer favoritismos:

"No procederás injustamente en los juicios, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al poderoso; juzgarás con justicia a tu prójimo." (19:15)

Para ello, se hace esencial tratar con motivaciones incorrectas como el odio y el rencor:

"No guardarás odio a tu hermano en tu corazón; reprenderás a tu prójimo y así no participarás de su pecado. No serás rencoroso ni vengativo con tus compatriotas, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor." (19:17-18)

El capítulo 20 viene a ser un código penal de la época, el cual debía ser aplicado con el fin de evitar aquellos comportamientos que llevaban al pueblo a ser semejante a las naciones corruptas e impuras. Entre los castigos, la pena de muerte está muy presente, lo cual nos trasmite la gravedad de actuar de maneras que permitan que la corrupción y la maldad se expanda.

"Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, los dos adúlteros serán castigados con la muerte." (20:10)

¿Cómo nos enfrentamos a estas leyes y castigos como cristianos en el día de hoy?

Es muy triste cuando el lector contemporáneo ignora el contexto histórico del momento y usa estos pasajes para defender, por ejemplo, la pena de muerte en nuestros días. Y ni digamos de aquellos países, que en el día de hoy mantienen la agresión y la muerte para quienes practican la homosexualidad o cualquier otra conducta sexual no permitida. No acercarnos a Levítico con las gafas que nos ofrece Jesús y su mensaje, nos puede llevar a conclusiones nefastas en nuestra lectura.

Por otro lado, el nuevo testamento nos recuerda que la ley, por útil y necesaria que fuera en las sociedades más primitivas o hoy en día en las consideradas más avanzadas, no tiene poder para transformar el corazón. La ley nos muestra el camino que debiéramos transitar, pero no nos da el poder para hacerlo, además, aun andando conforme a la ley, no estamos garantizando que exista un cambio profundo del corazón, tan solo conseguimos un "blanqueado superficial", dejando el interior sucio. Esto nos permite entender a Jesús cuando se dirigía a aquellos que se especializaban en cumplir con la ley hebrea:

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia." (Mateo 23:27)

Las leyes en Levítico me recuerdan mi llamado a vivir una vida diferente a como la viven los corruptos e injustos ¿acaso no anhelo una vida en armonía con el AMOR en mayúscula? Sin embargo, tratar de vivir en justicia y rectitud, sin un corazón recto y justo, tan solo dará de mi acciones legalistas que me acabarán esclavizando.

Las buenas noticias, es que lo que la ley no puede lograr, Jesús si lo ha logrado:

"Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz." (Romanos 8:3-6)

La vida en el Reino me permite un contacto con Dios diario que trae transformación: los pensamientos que acaban en actos de justicia, son naturales y no el fruto del esfuerzo con el que tratamos de salvarnos a nosotros mismos "Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu".

La porción de hoy nos muestra a un pueblo que es llamado a vivir de una manera diferente a como lo hacían las naciones corruptas, sin embargo, a lo largo de nuestra lectura en el Nuevo Testamento, descubrimos que el pueblo que fue rescatado del Faraón, tenía que ser liberado de un faraon que llevaban en su interior, por lo que sus leyes fueron incapaces de transformar lo profundo del corazón.

Nosotros, al igual que Israel, somos llamados a vivir de una manera diferente en medio de todas las áreas de nuestras vidas. Somos llamados a actuar con integridad y rectitud en medio de nuestros hogares, lugares de trabajo, de estudio, vecindarios y allí donde disfrutamos del ocio y el placer. En realidad, nuestro llamado es a rendir todas las áreas de nuestra vida a Dios. Para ello, las reglas y normas de poco nos servirán si no hay una rendición honesta ante el dador de la Vida, donde nuestras limitaciones y contradicciones sean reconocidas y no encubiertas. La gran historia bíblica nos enseña que nuestras actuaciones rectas y justas de poco sirven si son solo el fruto de nuestro esfuerzo por cumplir con normas y leyes externas, Dios nos propone una transformación interna, para que nuestras acciones broten desde lo que llegamos a ser en nuestro interior a través de una relación de gracia y amor con Él.

¿Cómo vamos a vivir en medio de un mundo que no tiene en cuenta a Dios? ¿Qué prácticas me ayudan a una vida de sometimiento y rendición ante Él? ¿Qué leyes o normas ponen al descubierto mis contradicciones y necesidad de ser transformado?





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