Llego al final del libro de Levítico y me encuentro con un llamado a Israel a ser un pueblo fiel. En la porción de hoy se nombran las bendiciones que encontramos en el camino de la obediencia y las nefastas consecuencias del camino de la desobediencia.
"Si viven según mis leyes, guardan mis mandamientos y los ponen en práctica, yo les daré la lluvia a su tiempo, la tierra dará sus productos y los árboles del campo darán su fruto." (26:3-4)
"Pero si no me obedecen ni viven de acuerdo a mis mandamientos, si desprecian mis decretos y detestan mis estatutos, si quebrantan mi alianza y no ponen en práctica todos mis mandamientos, yo haré lo siguiente con ustedes: haré que los visite el terror, la tisis y la fiebre, que consumirán sus ojos y atormentarán su vida. Sembrarán en balde, porque sus enemigos comerán la cosecha." (26:14-16)
Reconozco que el lenguaje de Levítico corresponde a una cultura extraña para mi. Los Israelitas en el tiempo de Moisés consideraban las consecuencias de una vida apartada de Dios como "castigo divino". La visión de un Dios que se enoja hasta el punto de ofrecer enfermedades y muertes colectivas, no suponía para ellos ningún problema. El Pentateuco me enseña como Dios se comunica con los seres humanos en medio de contextos específicos, hablando el lenguaje que entendemos y llevándonos desde ahí, hasta niveles más profundos de espiritualidad. No entender el contexto histórico puede llevarnos a perder de vista los principios eternos que contiene esta gran historia de Dios interactuando con el ser humano.
Reconozco que el mundo que me rodea expresa las consecuencias de vivir en armonía con Dios o en desarmonía con él. Experimento que cuando vivo sin tener en cuenta a Dios me involucro en el lenguaje violento que hiere al prójimo y que acaba hiriéndome a mi mismo, en las acciones que me llevan a no tratar lo profundo de mi corazón y seguir en el camino que me sumerge en la disfuncionalidad, en los actos que no respetan el medio ambiente y que acaban pasando factura tan horribles como la muerte de los más vulnerables por contaminación.
Quizás el mensaje central de Levítico de estos capítulos finales, necesitan cierta traducción a nuestra cultura y realidad, pero el principio sigue siendo tan vivo y necesario como entonces: la manera en la que vivimos puede contribuir a la vida y a la edificación o a la muerte y a la destrucción.
La vida del discípulo de Jesús implica seguir al Maestro que sabe que clase de vida está en armonía con el Creador de la misma. Dios sigue en estos días diciendo "Yo seré su Dios" y nosotros seguimos teniendo la oportunidad de responder "Nosotros seremos tu pueblo".
¿Qué significa para nosotros hoy el camino de la obediencia? ¿Qué está diciéndome el Señor que debo hacer en estos días? ¿Qué cosas tengo claras que Dios no quiere que haga? ¿Qué consecuencias he vivido ante mi desobediencia? ¿De qué manera las experiencias agradables y desagradables a lo largo de mi vida han contribuido a mi crecimiento espiritual y a estar hoy más cerca de Dios y su vida?
"Si viven según mis leyes, guardan mis mandamientos y los ponen en práctica, yo les daré la lluvia a su tiempo, la tierra dará sus productos y los árboles del campo darán su fruto." (26:3-4)
"Pero si no me obedecen ni viven de acuerdo a mis mandamientos, si desprecian mis decretos y detestan mis estatutos, si quebrantan mi alianza y no ponen en práctica todos mis mandamientos, yo haré lo siguiente con ustedes: haré que los visite el terror, la tisis y la fiebre, que consumirán sus ojos y atormentarán su vida. Sembrarán en balde, porque sus enemigos comerán la cosecha." (26:14-16)
Reconozco que el lenguaje de Levítico corresponde a una cultura extraña para mi. Los Israelitas en el tiempo de Moisés consideraban las consecuencias de una vida apartada de Dios como "castigo divino". La visión de un Dios que se enoja hasta el punto de ofrecer enfermedades y muertes colectivas, no suponía para ellos ningún problema. El Pentateuco me enseña como Dios se comunica con los seres humanos en medio de contextos específicos, hablando el lenguaje que entendemos y llevándonos desde ahí, hasta niveles más profundos de espiritualidad. No entender el contexto histórico puede llevarnos a perder de vista los principios eternos que contiene esta gran historia de Dios interactuando con el ser humano.
Reconozco que el mundo que me rodea expresa las consecuencias de vivir en armonía con Dios o en desarmonía con él. Experimento que cuando vivo sin tener en cuenta a Dios me involucro en el lenguaje violento que hiere al prójimo y que acaba hiriéndome a mi mismo, en las acciones que me llevan a no tratar lo profundo de mi corazón y seguir en el camino que me sumerge en la disfuncionalidad, en los actos que no respetan el medio ambiente y que acaban pasando factura tan horribles como la muerte de los más vulnerables por contaminación.
Quizás el mensaje central de Levítico de estos capítulos finales, necesitan cierta traducción a nuestra cultura y realidad, pero el principio sigue siendo tan vivo y necesario como entonces: la manera en la que vivimos puede contribuir a la vida y a la edificación o a la muerte y a la destrucción.
La vida del discípulo de Jesús implica seguir al Maestro que sabe que clase de vida está en armonía con el Creador de la misma. Dios sigue en estos días diciendo "Yo seré su Dios" y nosotros seguimos teniendo la oportunidad de responder "Nosotros seremos tu pueblo".
¿Qué significa para nosotros hoy el camino de la obediencia? ¿Qué está diciéndome el Señor que debo hacer en estos días? ¿Qué cosas tengo claras que Dios no quiere que haga? ¿Qué consecuencias he vivido ante mi desobediencia? ¿De qué manera las experiencias agradables y desagradables a lo largo de mi vida han contribuido a mi crecimiento espiritual y a estar hoy más cerca de Dios y su vida?
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