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FUNDAMENTO PARA LA SABIDURÍA (PROVERBIOS 1)



Empiezo el libro de Proverbios. El primer capítulo es una buena introducción y como tal nos habla del objetivo de este libro:


"para adquirir la educación adecuada:
justicia, derecho y honradez;
para enseñar agudeza a los ignorantes,
conocimiento y discreción a los jóvenes;
—el sabio atiende y aprende más,
el inteligente adquiere maestría—;
para entender proverbios y refranes,
los dichos y enigmas de los sabios.
principio de la sabiduría y el objetivo de la misma."
(1:3-6)

También nos señala el principio que rige la obtención de dicha sabiduría:

"Respetar al Señor, es el principio del saber,
pero los necios desprecian la sabiduría y la educación." 
(1:7)

Otras versiones dicen "El principio de la sabiduría, es el temor del Señor". 

Este concepto de respetar y/o temer al Señor es una cuestión que tiene que ver con mi centro de operaciones, con donde mantengo la mirada a la hora de vivir. Lo que temo o lo que respeto es una referencia a lo que determina lo que pienso y a como actúo. 

En este caso, el consejo de "temer al Señor" es a que sea Dios el centro de mi vida como requisito de la verdadera sabiduría. Se supone que Dios como Creador del Universo, es quien mejor está capacitado para guiarme a vivir en armonía con el resto de la creación. Vivir sin tener en cuenta sus propósitos eternos es despreciar el camino de armonía cósmica disponible para cada ser humano.  

La tendencia de nuestra vieja naturaleza es a vivir sin Dios; decidir nosotros lo que es adecuado y no independientemente de lo que Dios ha determinado. Por tenerle en cuenta, me refiero a alinearnos con su voluntad. Por cierto, sabemos que hay seres humanos que dicen que no creen en Dios, pero viven en aspectos de sus vidas en armonía con lo que Dios ha establecido, así como quienes creyendo en Dios no lo hacen. Me pregunto cual de estos dos modelos está realmente más cerca del conocimiento de Dios y aun de una relación con él.

Sin embargo, en mi caso, el capítulo que abordo hoy me anima a la "Práctica de la Presencia de Dios", es decir, a recuperar la relación perdida en el Edén, volviendo a pasear por el mundo de la mano del Creador, escuchando su voz y su consejo y obedeciendo sus designios para el mundo que él ha creado.

Esta voz de Dios puede ser escuchada en los consejos de nuestra madre y nuestro padre:

"Hijo mío, atiende a la educación paterna
y no olvides la enseñanza materna"
(1:8)

O en los lugares donde se levanta el discursos de los experimentados y maduros:

"La sabiduría pregona por las calles,
alza su voz en las plazas; 
grita por encima del tumulto,
ante las puertas de la ciudad anuncia su pregón"
(1:20-21)

Sin embargo, la posibilidad de ignorar la sabiduría y seguir la necedad es algo posible y a considerar con seriedad. Escuchar la sabiduría no debe reducirse al mero hecho de ser receptor de buenos mensajes, sino a participar o no participar en prácticas en base a que al hacerlo me permita experimentar armonía con la VIDA. En mi trabjao en un centro de internamiento para menores infractores, los versos 10 y 11 son constantemente escuchado en boca de padres, educadores y equipos técnicos, y sabios son aquellos menores y jóvenes que lo consideran cuando salen de su internamiento: 

"Hijo mío, no consientas
cuando los malvados intenten seducirte.
Tal vez te digan: “Acompáñanos
a poner trampas mortales
asaltando a inocentes por diversión"
(1:10-11)

Concluyo por tanto, que respetar y/o temer al Señor, no tiene que ver con aceptar una serie de dogmas en mi intelecto (por útil y necesario que esto pueda ser) sino alinearme con un estilo de vida práctico que me aporta beneficio a mi mismo, a mi prójimo y al resto de la creación; una forma de vida en armonía con el universo que parte de la voluntad misma del Creador. 

¿Tengo un ritmo de oración que me permite recordar que la armonía en mi vida depende de Dios? ¿Estoy consciente de la presencia de Dios en mis acciones e interacciones cotidianas? ¿Qué me está diciendo Dios que haga o deje de hacer en el momento presente?


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