
"El Señor me creó, al principio de mi actividad,
antes de sus obras primeras;
desde el comienzo del tiempo, fui fundada,
antes de los orígenes de la tierra."
(8:22-23)
"Felices aquellos que me escuchan
velando a mis puertas cada día,
vigilando los dinteles de mi entrada"
(8:34)
"(Respetar al Señor es odiar el mal).
Aborrezco la soberbia y la arrogancia,
el mal proceder y la mentira."
(8:13)
Vivo en un entorno donde abunda la corrupción en medio de los líderes, donde es tolerable en el vecindario y en el entorno laboral hablar mal del tercero, una sociedad donde tratamos de subir la autoestima a base de señalar los errores de otros y es fácil adoptar un tono arrogante con tu prójimo. Todas estas cosas no es que solo me rodeen, es que brotan desde mi mismo corazón, tiene que ver también con el efecto de lo que el Nuevo Testamento llama vieja naturaleza.
El temor de Jehová o el respeto al Señor (como dice la versión que estoy usando), tiene que ver con hacer algo ante estos impulsos y tentaciones que brotan desde mi corazón y que frecuentan mi entorno. Tiene que ver con responder de manera adecuada a los mismos.
Si bien, lo que no hay que hacer, no es claro y concreto con lo que se espera de mí, si es muy útil para saber que sendas descartar en mi camino. También lo es para discernir si estas declaraciones están definiendo mis acciones hoy. En esta ocasión, se pone ante mí sendas que debo evitar o de las que debo salir, si estoy buscando una vida de armonía con Dios, conmigo, con mi prójimo y con el resto de la creación.
Frecuentemente uso en la noche la oración "Examíname oh Dios", en dicha disposición a ser examinado, el verso 13 de Proverbios 8 puede ser una lupa perfecta para examinar mis actitudes y acciones en el día y comprobar de que manera la soberbia, la arrogancia, el mal proceder y la mentira puede estar sutil o explícitamente en mis acciones.
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