En el capítulo diez el pueblo reanuda su viaje y en el capítulo once y doce nos encontramos con quejas en medio de las dificultades. La primera queja está relacionada con el alimento y la segunda con decisiones de Moisés poco aceptadas socialmente:
"¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, así como de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos! Pero ahora nuestras gargantas están secas, pues sólo disponemos de este maná." (11:5-6)
"Entonces María y Aarón criticaron a Moisés porque se había casado con una mujer cusita..." (12:1a)
Nuestras quejas pueden ser buenas aliadas si somos capaces de encontrar el verdadero origen de las mismas. Una espiritualidad profunda siempre nos invitará a no quedarnos en la superficie, por el contrario nos alentará a viajar bajo la guía del Espíritu Santo a lo profundo del corazón, atravesando capas interesantes pero que en verdad esconden realidades ocultas.
Nuestras quejas, juicios y opiniones en un principio parecen motivadas por elementos externos, pero en realidad, lo externo tan solo es un estímulo. Nuestras necesidades más profundas suelen ser quienes determinan nuestras emociones, y nuestras quejas y juicios a menudo son una estrategia poco adecuada para satisfacer la legítima necesidad que sentimos.
Pongo un ejemplo:
Si mi necesidad profunda al levantarme es de conexión y de ser escuchado, el que mi pareja me diga que ese día se lo va a tomar para estar con sus amigas, puede generar en mí sentimientos de tristeza y frustración que a menudo pueden expresarse con juicios como este: "ella no me quiere lo suficiente", "no le importo" etc.
Si mi necesidad profunda al levantarme es de espacio y soledad para estar conmigo mismo, el que mi pareja me diga que ese día se lo va a tomar para estar con sus amigas, puede generar en mí sentimientos de alegría y satisfacción que a menudo pueden expresarse con frases como estas: "pásalo muy bien cariño", "yo también voy a disfrutar este día" etc.
En ambos casos, el acto externo es el mismo, ella se va con sus amigas, pero las emociones y pensamientos varían en mí, determinadas en realidad por mi propia necesidad.
Las quejas y los juicios en realidad nos están avisando de que hay necesidades que no están siendo satisfechas en nosotros y en otros. Estas necesidades son legítimas, Dios las pone en nuestro interior y mueven la vida, pero la cuestión es si somos conscientes de que es nuestra responsabilidad conocer la necesidad que se oculta debajo de muchas capas y satisfacerlas de una manera que contribuya al bienestar de todos.
Al ver la primera queja en el capítulo once de Números, podemos pensar que la necesidad del pueblo era el hambre, pero no es así, Dios siempre proveyó con el maná y nada les faltó, y aun cuando recibieron carne en abundancia para comer, al siguiente capítulo la crítica continúa, pero esta vez dirigida hacía Moisés.
Nuestras necesidades legítimas pueden ser de aceptación, autonomía, claridad, empatía... entre muchas otras... las necesidades no son malas ni buenas, son un motor para la vida, lo que debemos de cuidarnos es de hacernos cargo de ellas de una manera en la que contribuyamos a amar a Dios y amar al prójimo. La crítica y el juicio a menudo son maneras erradas de tratar de satisfacer necesidades legítimas.
La espiritualidad profunda debe ayudarnos a saber leer adecuadamente cuando brota de nosotros un lenguaje que acusa a los demás como los culpables de lo que me pasa o pasa en el mundo. Si aprendemos con la ayuda del Espíritu Santo a practicar la oración de examen, me refiero a esa que clama "Señor, escudriña mi corazón y ve si hay en mi camino de perversidad", es posible que poco a poco y con el tiempo, aprendamos a atravesar esas capas que nos ocultan de las legítimas necesidades que Dios permite en nuestras vidas, así como maneras creativas de satisfacerlas sin hacerlas depender de los demás, y alejándonos por tanto de actitudes manipulativas con los que viven con nosotros.
El pueblo de Israel, al igual que cada uno de nosotros, debemos aprender lo que se oculta bajo nuestras críticas y juicios. Se trata de conocer lo que hay en lo profundo de nuestro corazón, y desde allí, descubrir lo que Teresa de Ávila entendió y nos trasmitió:
"Qué nada me falte, que nada me turbe, quien a Dios tiene, nada le falta, solo Dios basta"
¿Qué prácticas me pueden ayudar a convertir mis quejas y juicios en una oportunidad para que el Espíritu Santo escudriñe lo profundo de mi corazón? ¿Cómo me guía el Espíritu Santo a hacerme cargo de mis necesidades de una manera en la que contribuyo no solo a mi bienestar sino al de los demás?
"¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, así como de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos! Pero ahora nuestras gargantas están secas, pues sólo disponemos de este maná." (11:5-6)
"Entonces María y Aarón criticaron a Moisés porque se había casado con una mujer cusita..." (12:1a)
Nuestras quejas pueden ser buenas aliadas si somos capaces de encontrar el verdadero origen de las mismas. Una espiritualidad profunda siempre nos invitará a no quedarnos en la superficie, por el contrario nos alentará a viajar bajo la guía del Espíritu Santo a lo profundo del corazón, atravesando capas interesantes pero que en verdad esconden realidades ocultas.
Nuestras quejas, juicios y opiniones en un principio parecen motivadas por elementos externos, pero en realidad, lo externo tan solo es un estímulo. Nuestras necesidades más profundas suelen ser quienes determinan nuestras emociones, y nuestras quejas y juicios a menudo son una estrategia poco adecuada para satisfacer la legítima necesidad que sentimos.
Pongo un ejemplo:
Si mi necesidad profunda al levantarme es de conexión y de ser escuchado, el que mi pareja me diga que ese día se lo va a tomar para estar con sus amigas, puede generar en mí sentimientos de tristeza y frustración que a menudo pueden expresarse con juicios como este: "ella no me quiere lo suficiente", "no le importo" etc.
Si mi necesidad profunda al levantarme es de espacio y soledad para estar conmigo mismo, el que mi pareja me diga que ese día se lo va a tomar para estar con sus amigas, puede generar en mí sentimientos de alegría y satisfacción que a menudo pueden expresarse con frases como estas: "pásalo muy bien cariño", "yo también voy a disfrutar este día" etc.
En ambos casos, el acto externo es el mismo, ella se va con sus amigas, pero las emociones y pensamientos varían en mí, determinadas en realidad por mi propia necesidad.
Las quejas y los juicios en realidad nos están avisando de que hay necesidades que no están siendo satisfechas en nosotros y en otros. Estas necesidades son legítimas, Dios las pone en nuestro interior y mueven la vida, pero la cuestión es si somos conscientes de que es nuestra responsabilidad conocer la necesidad que se oculta debajo de muchas capas y satisfacerlas de una manera que contribuya al bienestar de todos.
Al ver la primera queja en el capítulo once de Números, podemos pensar que la necesidad del pueblo era el hambre, pero no es así, Dios siempre proveyó con el maná y nada les faltó, y aun cuando recibieron carne en abundancia para comer, al siguiente capítulo la crítica continúa, pero esta vez dirigida hacía Moisés.
Nuestras necesidades legítimas pueden ser de aceptación, autonomía, claridad, empatía... entre muchas otras... las necesidades no son malas ni buenas, son un motor para la vida, lo que debemos de cuidarnos es de hacernos cargo de ellas de una manera en la que contribuyamos a amar a Dios y amar al prójimo. La crítica y el juicio a menudo son maneras erradas de tratar de satisfacer necesidades legítimas.
La espiritualidad profunda debe ayudarnos a saber leer adecuadamente cuando brota de nosotros un lenguaje que acusa a los demás como los culpables de lo que me pasa o pasa en el mundo. Si aprendemos con la ayuda del Espíritu Santo a practicar la oración de examen, me refiero a esa que clama "Señor, escudriña mi corazón y ve si hay en mi camino de perversidad", es posible que poco a poco y con el tiempo, aprendamos a atravesar esas capas que nos ocultan de las legítimas necesidades que Dios permite en nuestras vidas, así como maneras creativas de satisfacerlas sin hacerlas depender de los demás, y alejándonos por tanto de actitudes manipulativas con los que viven con nosotros.
El pueblo de Israel, al igual que cada uno de nosotros, debemos aprender lo que se oculta bajo nuestras críticas y juicios. Se trata de conocer lo que hay en lo profundo de nuestro corazón, y desde allí, descubrir lo que Teresa de Ávila entendió y nos trasmitió:
"Qué nada me falte, que nada me turbe, quien a Dios tiene, nada le falta, solo Dios basta"
¿Qué prácticas me pueden ayudar a convertir mis quejas y juicios en una oportunidad para que el Espíritu Santo escudriñe lo profundo de mi corazón? ¿Cómo me guía el Espíritu Santo a hacerme cargo de mis necesidades de una manera en la que contribuyo no solo a mi bienestar sino al de los demás?
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