Números nos relata un segundo censo, donde volvemos a ver el valor bélico que tienen los hombres en una sociedad patriarcal y guerrera que trata de sobrevivir en un desierto hostil:
"— Haced un censo de toda la comunidad israelita, registrando por casas patriarcales a todos los mayores de veinte años que sean aptos para el servicio militar en Israel." (26:2)
El censo, se aprovecha también para hacer un reparto justo de la tierra, por lo que se tiene en cuenta el número de censados para que la herencia sea proporcional al mismo:
"— Entre estos se repartirá la tierra en heredad, de acuerdo con el número de los registrados. A los clanes más numerosos darás mayor heredad; a los menos numerosos, una heredad menor. A cada clan se le dará una heredad en conformidad con las personas que tenga registradas." (26:53-54)
En esta sociedad, a los hijos varones se les atribuía la capacidad para mantener el nombre de sus padres y la herencia de los mismos, las mujeres no contaban en dichos censos ni se les atribuía dicha capacidad, es por ello que este tipo de costumbres daba lugar a situaciones tan injustas como que una familia que solo tenga hijas se quedara sin propiedad y sin capacidad para mantener vivo el nombre de sus antepasados.
En medio de estas circunstancias injustas, el texto, que no olvidemos que responde a un contexto radicalmente patriarcal, nos destaca a las hijas de Selofjad, que se llamaban Majlá, Noá, Joglá, Milcá y Tirsá, las cuáles no se quedaron conforme con la situación y fueron a los líderes del pueblo a reclamar justicia:
"y se presentaron ante Moisés, ante el sacerdote Eleazar, ante los jefes y ante la comunidad en pleno, a la entrada de la Tienda del encuentro, diciendo: — Nuestro padre murió en el desierto. Él no formó parte de los secuaces de Coré, que se amotinaron contra el Señor, sino que murió por su propio pecado sin dejar hijos varones. ¡Que no se pierda el nombre de nuestro padre entre su clan por no haber tenido un hijo varón! ¡Danos, pues, una propiedad entre los parientes de nuestro padre!" (27:2-4)
Moisés lleva el caso de estas mujeres ante Dios y recibe la siguiente respuesta:
"Moisés presentó el caso ante el Señor que le contestó: — El requerimiento de las hijas de Selofjad es justo: les darás una propiedad en posesión hereditaria entre los parientes de su padre, transfiriéndoles la posesión hereditaria de su padre." (27:5-7)
¿Qué hubiera pasado si estas mujeres no hubieran reclamado la propiedad? Creo que lo más probable en el contexto, es que se hubieran quedado sin ella.
Estas mujeres me hacen pensar en tantas otras, a lo largo de la historia y en el presente, que decidieron y deciden reclamar sus derechos en un mundo roto en el que el pecado ha llevado al hombre a tomar un lugar injusto, estropeando el diseño original que Dios pensó y el pecado obstruyó:
"tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti." (Génesis 3:16b)
Gracias a mujeres como estas a lo largo de la historia, mis hijas hoy pueden votar, ir a la universidad, usar pantalones, ser juezas, médicas, legisladoras, pastoras, abogadas, empresarias, pueden poseer propiedades y si sus parejas les golpea pueden denunciarles y que se considere un delito... podría seguir y seguir, y podríamos también examinar cuantas injusticias aun permanecen de manera espantosa en tantas partes de nuestro mundo y cuantas injusticias aun quedan por conquistar en las sociedades que consideramos más avanzadas en este terreno.
Hoy el mensaje es claro para mi, estas mujeres representan el llamado divino a que como personas, sin importar el sexo, no nos quedemos calladas ante tanta injusticias a nuestro alrededor. No debemos callar, sino con valentía denunciar, sabiendo que Dios, al igual que hizo en esta historia, sigue trabajando para que el mundo sea como el pensó y el pecado impidió.
¿Cuáles son las situaciones injustas que hoy siguen sufriendo las mujeres en nuestro entorno? ¿Estamos consciente y mirando hacía otro lado como individuos y como comunidad cristiana?
"— Haced un censo de toda la comunidad israelita, registrando por casas patriarcales a todos los mayores de veinte años que sean aptos para el servicio militar en Israel." (26:2)
El censo, se aprovecha también para hacer un reparto justo de la tierra, por lo que se tiene en cuenta el número de censados para que la herencia sea proporcional al mismo:
"— Entre estos se repartirá la tierra en heredad, de acuerdo con el número de los registrados. A los clanes más numerosos darás mayor heredad; a los menos numerosos, una heredad menor. A cada clan se le dará una heredad en conformidad con las personas que tenga registradas." (26:53-54)
En esta sociedad, a los hijos varones se les atribuía la capacidad para mantener el nombre de sus padres y la herencia de los mismos, las mujeres no contaban en dichos censos ni se les atribuía dicha capacidad, es por ello que este tipo de costumbres daba lugar a situaciones tan injustas como que una familia que solo tenga hijas se quedara sin propiedad y sin capacidad para mantener vivo el nombre de sus antepasados.
En medio de estas circunstancias injustas, el texto, que no olvidemos que responde a un contexto radicalmente patriarcal, nos destaca a las hijas de Selofjad, que se llamaban Majlá, Noá, Joglá, Milcá y Tirsá, las cuáles no se quedaron conforme con la situación y fueron a los líderes del pueblo a reclamar justicia:
"y se presentaron ante Moisés, ante el sacerdote Eleazar, ante los jefes y ante la comunidad en pleno, a la entrada de la Tienda del encuentro, diciendo: — Nuestro padre murió en el desierto. Él no formó parte de los secuaces de Coré, que se amotinaron contra el Señor, sino que murió por su propio pecado sin dejar hijos varones. ¡Que no se pierda el nombre de nuestro padre entre su clan por no haber tenido un hijo varón! ¡Danos, pues, una propiedad entre los parientes de nuestro padre!" (27:2-4)
Moisés lleva el caso de estas mujeres ante Dios y recibe la siguiente respuesta:
"Moisés presentó el caso ante el Señor que le contestó: — El requerimiento de las hijas de Selofjad es justo: les darás una propiedad en posesión hereditaria entre los parientes de su padre, transfiriéndoles la posesión hereditaria de su padre." (27:5-7)
¿Qué hubiera pasado si estas mujeres no hubieran reclamado la propiedad? Creo que lo más probable en el contexto, es que se hubieran quedado sin ella.
Estas mujeres me hacen pensar en tantas otras, a lo largo de la historia y en el presente, que decidieron y deciden reclamar sus derechos en un mundo roto en el que el pecado ha llevado al hombre a tomar un lugar injusto, estropeando el diseño original que Dios pensó y el pecado obstruyó:
"tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti." (Génesis 3:16b)
Gracias a mujeres como estas a lo largo de la historia, mis hijas hoy pueden votar, ir a la universidad, usar pantalones, ser juezas, médicas, legisladoras, pastoras, abogadas, empresarias, pueden poseer propiedades y si sus parejas les golpea pueden denunciarles y que se considere un delito... podría seguir y seguir, y podríamos también examinar cuantas injusticias aun permanecen de manera espantosa en tantas partes de nuestro mundo y cuantas injusticias aun quedan por conquistar en las sociedades que consideramos más avanzadas en este terreno.
Hoy el mensaje es claro para mi, estas mujeres representan el llamado divino a que como personas, sin importar el sexo, no nos quedemos calladas ante tanta injusticias a nuestro alrededor. No debemos callar, sino con valentía denunciar, sabiendo que Dios, al igual que hizo en esta historia, sigue trabajando para que el mundo sea como el pensó y el pecado impidió.
¿Cuáles son las situaciones injustas que hoy siguen sufriendo las mujeres en nuestro entorno? ¿Estamos consciente y mirando hacía otro lado como individuos y como comunidad cristiana?
Comentarios
Publicar un comentario