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QUERER ATRAPAR EL HUMO (ECLESIASTÉS 3-5)

 

En los capítulos del tres al cinco, Cohélet sigue desarrollando su discurso y mostrando que la vida es "Hevel". Como vimos, "Hevel" es la palabra que traducimos por "Vanidad" sin embargo, su sentido más exacto sería el de vapor o humo. 

Observamos el tiempo y descubrimos que hay momentos para actividades y enfoques muy diferentes: 

"Todas las cosas bajo el sol tienen un tiempo y un momento: Hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir; un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado. Hay un tiempo para matar y un tiempo para curar; un tiempo para destruir y un tiempo para construir." (3:1-3)

Para la sabiduría hebrea, el éxito dependía de ser acertado en saber cuando es el tiempo propicio para cada acción, y si bien, no podemos negar el valor de discernir los tiempos y como movernos adecuadamente en diferentes momentos, tal sabiduría no nos librará de la realidad de que la vida sigue siendo "hevel". 

Además, las injusticias siempre parecen estar a nuestro alrededor, por lo que no podemos garantizar que podamos librarnos de sus consecuencias, lo cual nos recuerda también la volatilidad e incertidumbre de lo que tanto necesitamos:

"He observado otra cosa bajo el sol: en la sede del derecho, el delito; en el tribunal de justicia, la injusticia." (3:16)

Cohélet reflexiona en estos capítulos no solo sobre el tiempo y la injusticia, también sobre la obra de Dios, el destino del ser humano, las relaciones, la religiosidad, la política... y nos ofrece buenos consejos:

"Mejor dos que uno, pues obtienen mayor recompensa en sus fatigas. Porque, si caen, uno levantará al otro. Pero, ¡ay si uno cae sin tener a nadie que lo levante!" (4:9-10)

"Más vale muchacho pobre y listo, que rey viejo y tonto, incapaz de aceptar consejos" (4:13)

Parece que en medio de los temas que trata, encuentra una "mínima felicidad", pero es mínima, porque es "hevel", como el humo, incierta, sin poderse atrapar ni contener:

"Esta es la felicidad que yo he encontrado: que conviene comer, beber y disfrutar de todos los afanes y fatigas bajo el sol, durante los contados días de vida que Dios da al ser humano, porque esa es su recompensa;  y si Dios concede a cada cual bienes y riquezas y le permite comer de ellas, recibir su recompensa y disfrutar de sus fatigas, eso es un don de Dios. Porque no se preocupará demasiado de los días de su vida, si Dios le llena de alegría el corazón." (5:17-19)

Los capítulos de hoy no deberían sacarme de un estilo de vida proactivo, entendiendo por ello, actuar con integridad y sabiduría ante cada circunstancia de la vida. Está claro que la proactividad puede minimizar los efectos negativos de una actitud necia y pasiva. No obstante, por mucho que me organice y esfuerce, tarde o temprano descubriré que la vida es "Hevel" y que por tanto, no tengo el control que a veces pretendo tener.

Es por ello que estos capítulos me desafían a aceptar más profundamente que la vida es "hevel", de que yo no tengo el control. Aceptar esta realidad, me llevará a disfrutar de cada momento de placer con una profunda gratitud. No aceptar que la vida es "hevel", tan solo me llevará, tarde o temprano, a frustraciones, pues no hay nada más frustrante que aferrarte a aquello que desaparece como el humo.

Precisamente, la incertidumbre de la vida y nuestra incapacidad de controlarla, es lo que nos permite mirar más allá de nosotros mismos y entrar en la trascendencia donde Dios habita y trata con el problema más profundo y serio del ser humano: nuestra tendencia a querer ser como Dios. Recordemos como fue tentado el ser humano en el Edén por la serpiente:

"Dios sabe que, en cuanto coman del fruto, se les abrirán los ojos y serán como Dios, con el conocimiento del bien y del mal." (Génesis 3:5)

Es por ello, que Eclesiastés, es un destructor de ídolo y un buen antídoto ante nuestra tendencia a tratar de ser Dios controlando lo incontrolable. La paz que tanto buscamos, implica aceptar que la vida es "hevel" y nosotros incapaces de controlarla. Solo desde ahí, estaremos preparado para descubrir mayores fundamentos para sostenernos y sentirnos plenos. Solo desde ahí, estaremos mejor preparados para aferrarnos a quien permanece para siempre. 


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