Los profetas de Baal clamaron y se hirieron conforme a su costumbre, con autolesiones sangrantes. Esta manera de actuar muestra la imagen que ellos tenían de la divinidad: dioses enfadados, a los que hay que agradar a base de sacrificios. Sabemos por la historia que estos sacrificios podrían aun incluir a niños, todo ello para acallar la ira de los dioses y buscar su bendición.
Elías está tratando de mostrar al único Dios y la manera en que actúa también muestra la imagen que tiene de él. Dice el profeta en su oración pidiendo fuego aun cuando el altar había sido mojado con agua:
"Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos." (v. 37)
Dios no es Baal, no está sediento de sangre humana, anhela volver nuestros corazones a él cuando nos ve perdidos. Aunque en algunas épocas era normal entregar a los dioses al primogénito, este Dios fue el que dijo a Abraham "no lo hagas" y proveyó para el sacrificio. Es el Dios que se ha hecho hombre y ha muerto en nuestro lugar, diciendo a la humanidad "hasta este punto os amo y deseo reconciliaros conmigo".
Ante este Dios, la pregunta y propuesta de Elias al pueblo sigue siendo relevante:
"¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él" (v. 21)
El pecado se volvió habitual en la vida del rey Acab y en la vida del pueblo. El pecado en su esencia es la actitud de decir a Dios: "No te necesito". Así como vivir sin Dios adormece el espíritu, obedecerle abre nuestro espíritu al poder transformador del Espíritu Santo.
¿Estoy dispuesto a dejar mis hábitos pecaminosos? ¿Estoy dispuesto a vivir hábitos de santidad? ¿Qué tipo de idolatría enfrento en mi vida?
Pienso en aquellas cosas puedo hacer sin una rendición constante ante Dios, las cuáles me apartan de su camino. La manera en la que trabajo, en la que disfruto del ocio, en la que me manejo en medio de mi familia y vecindario, en la que disfruto de la sexualidad puede estar dándome pistas de la posibilidad de que el dinero, la fama, la comodidad, el placer etc. hayan pasado de ser una bendición de Dios a convertirse en un dios para mi. Es por ello que la pregunta de Elías sigue sonando en mi cabeza:
"¿Hasta cuándo?"
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