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MIS BECERROS DE ORO (1ª REYES 12-14)

Me adentro en los capítulos del 12 al 14 de 1 de Reyes. En ellos se nos narra el estado en el que queda el reino tras la muerte de Salomón. 

Desviarse del Camino trazado por Dios trae fuertes consecuencias: el reino se divide entre el norte y el sur, Roboam, hijo de Salomón, acaba reinando sobre Judá y Jeroboam sobre Israel, tal como profetizó Ahias. Ninguno de los dos reyes anduvieron conforme al camino de Dios, y esto les trajo graves consecuencias.

Jeroboam lleva a cabo un nuevo sistema de adoración que no es aprobado por Dios, sacrificando a los becerros de oro que había hecho en los lugares altos que había edificado. 

"Declaró festivo el día quince del mes octavo, imitando la fiesta que se celebraba en Judá, y subió al altar que había erigido en Betel a ofrecer sacrificios a los ídolos que había mandado hacer. Estableció en Betel a los sacerdotes de los santuarios que había construido." (12:32)

El sistema religioso de Jeroboam se presenta como una copia de la adoración al Señor y compite contra el templo de Jerusalén.

Esto me lleva a pensar en que cosas compiten con mi devoción al Señor, cuales son las cosas a las que dedicó mi tiempo, pensamiento y atención? ¿Pueden estar convirtiéndose algunas de estas cosas en un becerro de oro para mí? ¿Pueden tales cosas estar tratando de sustituir lo que realmente necesito en lo más profundo de mi ser?

La imagen, la televisión, el sexo, la comida, las redes, el trabajo, el deporte... deben estar en el lugar en mi vida que le corresponden. No obstante, a veces estos aspectos cotidianos pueden tener un lugar que no benefician mi vida. Comer demasiado, pasar demasiado tiempo delante de la TV o preocupado por mi imagen ante los demás, tan solo son síntoma de un problema más profundo. Los "becerros de oro" en nuestras vidas tratan de sustituir lo insustituible, en realidad, son maneras de satisfacer necesidades legítimas con formas poco armoniosas con nuestra relación con Dios, con nosotros, con nuestro prójimo y con la naturaleza. 

Si detecto que esto ocurre, debo acudir al arrepentimiento, es decir, a un giro de 180 grados en mi manera de vivir. Dios sabe mejor que nadie cuáles son las necesidades reales en mí y no solo quiere ayudarme a identificarlas, sino a responder a ellas de la manera más armoniosa con la Vida. 

Una manera práctica de hacer este giro es, una vez identificado un posible "becerro de oro", abstenerme del mismo durante un tiempo, quizás una semana, dedicando el nuevo tiempo disponible al Señor y tratando de que me ayude a discernir primeramente las necesidades que motivan mi comportamiento y después, la manera más correcta de responder a esas necesidades bajo la guía del Espíritu Santo. Después de la semana, puedo volver a revisar el asunto y ver que es lo que el Señor me ha mostrado y ha hecho al acercarme a él. 

Trabajar, disfrutar del ocio y el placer, es parte de lo que Dios desea para mí. La espiritualidad integral no consiste en encerrarme en un monasterio el resto de mi vida, consiste en hacerlo todo como para el Señor, recordando que sirvo a un único Dios en medio de todas las tareas cotidianas: mi sexualidad, mi trabajo, mi tiempo de ocio, mis relaciones, mis recursos... deben estar rendidos a Dios. El politeísmo sigue siendo una amenaza para mí, por ello la Shema debe convertirse en fundamento de mi vida: 

"Oye Israel, el Señor vuestro Dios, es el único Señor"

Él es el Señor del domingo, pero también del lunes, de mi alimentación, de mí ocio, de mi sexualidad, de mi trabajo...A él debo mirar, agradar y servir en medio de mis acciones cotidianas si en realidad quiero avanzar en ser un discípulo de Jesús. 


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