En medio de mucha maldad y calamidad, destacan Ezequías y Josías, por las reformas que aportan al pueblo.
Ezequías, descrito como alguien que hizo lo recto ante Jehová, enferma e Isaias le dice que morirá. Sin embargo, en su dolor clama a Dios entre lágrimas, lo cual cambia la situación recibiendo años de vida.
"— Vuelve y dile a Ezequías, el jefe de mi pueblo: “Así dice el Señor, Dios de tu antepasado David: He oído tu oración y he visto tus lágrimas. Voy a curarte, y dentro de tres días podrás ir al Templo del Señor. Voy a alargar tu vida otros quince años; libraré a ti y a esta ciudad de caer en poder del rey de Asiria, y la defenderé por mi honor y el de David, mi servidor”." (20:5-6)
Tras Ezequias vemos a dos reyes que hicieron lo malo ante Dios: Manasés y Amón. El texto describe con detalle las muchas maldades que Manasés llevó a cabo, relacionadas con adoración a otros dioses, prácticas abominables y hechicerías (capítulo 21)
Después reinó Josías, quien vuelve a ser descrito como alguien que hizo lo recto ante los ojos de Jehová.
"Actuó correctamente ante el Señor y siguió siempre las huellas de su antepasado David, sin desviarse lo más mínimo." (22:2)
Este rey lleva a cabo unas reformas, relacionadas con la casa de Jehová y el Sacerdote Hilcías le hace llegar un libro de la ley:
"Y cuando el rey hubo oído las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestidos. Luego el rey dio orden al sacerdote Hilcías, a Ahicam hijo de Safán, a Acbor hijo de Micaías, al escriba Safán y a Asaías siervo del rey, diciendo: Id y preguntad a Jehová por mí, y por el pueblo, y por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que se ha hallado" (22:11-13a)
Las reformas de Josías son descritas con detalle y no son pocas, son un vivo ejemplo de lo que significa un cambio de camino, un giro en la trayectoria del gobierno.
Aun con todo esto, los últimos reyes descritos en el libro hacen lo malo ante Dios, y aun los hechos de Ezequías y Josías no pararon las consecuencias que venían arrastrando el pueblo por sus maldades, las cuáles son interpretadas por el autor del libro como el juicio divino. El capítulo 24 y 25 nos deja ver un triste final, la caída de Jerusalén y la cautividad de Judá ante Babilonia.
La teología de 2ª de Reyes nos priva de un final feliz. Los reyes que hicieron lo bueno no son suficiente para la transformación necesaria. ¿Quién podrá llevar a cabo la renovación del corazón de todo un pueblo? ¿Quién podría traer salvación en medio de tanto mal?
Este libro nos lleva a esperar un salvador, una renovación profunda, y es ahí donde nos encontramos con Jesús.
Sin embargo los profetas y los reyes que hacen lo justo, se presentan ante nosotros y nos dejan vislumbrar "un trocito de cielo". Nos anuncian esperanza y aunque sea en parte, nos muestran maneras para responder adecuadamente en un entorno corrupto.
Entre las acciones de estos reyes considerados por el escritor como justos, hay tres disciplinas espirituales que creo que nos aportan tres principios universales para la vida espiritual:
- La oración sincera de Ezequías:
"— ¡Ay, Señor! recuerda que me he comportado con fidelidad y rectitud en tu presencia, haciendo lo que te agrada. Y rompió a llorar a lágrima viva. (20:3)
- La lectura de la Palabra de Dios desde un corazón humillado
"Cuando el rey oyó las palabras del Libro de la Ley, se rasgó las vestiduras" (22:11)
- El contar con la guía de gente madura espiritualmente para obedecer a Dios
"— Vayan a consultar al Señor por mí y por todo el pueblo de Judá sobre el contenido de este libro que se acaba de encontrar, pues el Señor estará muy furioso contra nosotros, ya que nuestros antepasados no han obedecido las palabras de este libro ni han cumplido todo cuanto está escrito en él." (22:13)
Estas tres disciplinas brillan en medio de un panorama oscuro debido a que se realizan con la actitud adecuada (sinceridad y humildad), y me recuerdan que forman parte de la vida espiritual que Jesús abre para nosotros hoy de una manera más significativa.
Tenemos libre acceso ante el Padre mediante la oración, gracias a la obra de Cristo. Hemos recibido el Espíritu Santo para entender las Escrituras y hemos sido sumergidos en el Cuerpo de Cristo donde caminamos junto a cada miembros del Cuerpo para crecer hacía el conocimiento de Cristo.
¿Estoy creciendo en la oración sincera ante Dios? ¿Me acerco a la palabra de Dios humillado ante Él esperando que el Espíritu Santo me renueve? ¿Soy consciente de la necesidad de la comunidad y de los dones de mis hermanos para andar el Camino de Cristo?
Tres disciplinas básicas para la espiritualidad, que permanecen a través de los siglos y que requieren de una actitud adecuada por mi parte.
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