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EN CRISTO Y SOLO EN CRISTO (COLOSENSES 2)

Pablo continúa con un mensaje controversial para nuestros días: 

"Estad alerta, no sea que alguien os engañe con especulaciones filosóficas o estériles disquisiciones que se apoyan en tradiciones humanas o en potencias cósmicas, en lugar de en Cristo" (2:8)

Hoy no nos faltan argumentos para tratar de mostrar que "todo camino nos lleva a Roma", es por ello que hablar de la singularidad de la verdad y toda suficiencia de Cristo abre un debate serio en nuestros días.

Llama mi atención que la versión que estoy leyendo traduce el final del verso anterior "en lugar de Cristo", y sospecho que es ahí donde se encuentra la preocupación de Pablo con sus lectores: que pongan su confianza en otras cosas en lugar de en Cristo mismo.

Cuando Cristo pierde la centralidad de nuestra fe, aun las cosas legítimas y buenas se vuelven peligrosas y engañosas.

"Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni guste, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne." (2:20-23)

Para Pablo, nuestros esfuerzos personales son como la ley, solo hacen frente a lo externo, no transforman nuestro interior. Cristo trae la transformación profunda que nuestros corazones necesitan, y lo hace a través de la gracia.

Sin embargo, aunque la herejía del moralismo (tratar de salvarnos a nosotros mismos en nuestras propias fuerzas) está constantemente asechándonos, no podemos olvidar los peligros de la herejía del antinomianismo (como Cristo me salva da igual como yo viva).

El leer la carta completa varias veces, me permite saber en este punto, qué Pablo no cae en ninguno de estos acantilados del camino. Justamente a partir del próximo capítulo, se va a dedicar a dar instrucciones de cómo vivir, de qué no hacer y de los deberes sociales cuando estamos en Cristo ¿Acaso se contradice Pablo? No lo creo. 

Vivir en la gracia de Dios no significa estar de brazos cruzados ni evitar esfuerzos personales, significa que solo confiamos y esperamos el cambio en Cristo y solo en Cristo, recibimos una consciencia de su presencia transformadora que nos acompaña en cada situación de la vida, en cada no hacer y hacer por nuestra parte al que el mismo nos dirige. Nuestro caminar implica prácticas, pero estas no tienen el poder de cambiarnos, lo que sí hacen, es colocarnos en el lugar donde el cambio se produce, donde la gracia fluye y transforma.

Esta realidad nos recuerda que la fe es activa, dinámica, y no está viva si nuestra mente, emociones y cuerpo están desalineados y desconectados del centro que es Cristo mismo. En esa alineación con él, somos guiados y alentados a obedecer, a veces a actuar y a veces a no actuar, pero siempre a estar en él. 

El mensaje para mí es claro: no debo apartar la mirada de Jesús, quien transforma lo profundo de mi corazón. Sin embargo poner la mirada en Jesús no significa necesariamente pasividad, sino vivir un nuevo tipo de vida. Además ¿No es esa misma gracia la que nos da el poder para vivir de manera diferente y aun para esforzarnos?

Sin embargo, como Pedro cuando anduvo por el agua, solo hace falta quitar la mirada de Jesús y ponerlas en otras cosas para hundirme. Porque no me debo engañar: si me toca andar sobre las aguas, no hay mejor manera que mantener mi mirada en Cristo y solo en Cristo.

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